Dentro de unos pocos días la República inicia un nuevo gobierno de centro derecha.
La novedad histórica es que Michelle Bachelet entrega nuevamente a Sebastián Piñera la banda presidencial, repitiéndose una historia que a todas luces no deja indiferente a nadie.
El porqué de la situación hace que el análisis vaya directamente al comportamiento de la Nueva Mayoría en el ejercicio del Gobierno.

Y claro, siempre cuando se pierde, la culpa es de quién ejerce el poder político.
Y creo enfáticamente, que el error fue haber exigido el retorno de Michelle Bachelet y principalmente el haberle conferido a ella la responsabilidad de ejercer la primera magistratura a cambio de de realizar los cambios que la sociedad chilena “pedía a gritos”.

Bueno, ese grito se fue esfumando paralelamente en la medida que los Partidos que sustentaban la coalición perdían la capacidad de influencia y coordinación con el gobierno; y además porque los Partidos fueron perdiendo sistemáticamente, como consecuencia de lo primero, su real poder y capacidad de representar a los ciudadanos. Esto generó el crecimiento de “movimientos sociales” que terminan convirtiéndose en partidos políticos aún contra su discurso inicial contra ellos. Esa distancia, creo yo, generó una profunda grieta que hasta hoy es imposible medir y cuantificar. Sólo se puede graficar en el resultado electoral y la dolida derrota para la Nueva Mayoría.

¿Eran los cambios que este país estaba esperando?. Siento que, en un principio nadie discutía (y discute) que los cambios para acortar la brecha de las desigualdades era una necesidad social y económica latente en el alma del pueblo chileno.

Para desgracia del gobierno, vino una profunda crisis económica mundial y el país se vio afectado por esa situación. La baja del cobre en los mercados mundiales repercutió enormemente en la sensación de crisis y en la percepción ciudadana que ella les afectaba fuertemente. Por lo tanto, ante la disyuntiva de cambios sociales y mejora económica, estaba claro cuáles eran las prioridades ciudadanas.

No se puede negar que algunos de esos cambios tendrán resultados en el mediano plazo y los ciudadanos podrán, tardíamente, agradecer a la presidenta Bachelet haberlos desarrollado. De la crisis de los partidos políticos, como consecuencia de haberse acostumbrado al poder y dejar abandonada a una ciudadanía que clama por ser oída y atendida; deja en evidencia de que esa lejanía y la perpetuidad de políticos en cargos por largos años, repercutió también en el resultado electoral, mostrando una tercera fuerza política que, teniendo el desafío de consolidarse o morir, tiene hoy un expectante rol en la política nacional.

Y qué pasa en la región de Antofagasta. Bueno, la consolidación de la diputada Paulina Niñez como la figura política regional y tener un gobierno afín, le da la oportunidad de influir y determinar las personas que pondrán en ejercicio los proyectos ofrecidos a la ciudadanía. La tarea no es fácil, pero tiene la oportunidad y sabrá ella aprovecharla o no.
El desafío es para las otras colectividades políticas, tanto dentro de la Alianza como el bloque opositor.

Este bloque que se ve muy débil en la coyuntura, debido a que la crisis afecta a cada uno de los Partidos que lo conformaban y principalmente porque el futuro les depara desafíos que requieren profundos cambios en la actitud política y buscar los caminos de entendimientos entre ellos.
Ese será la verdadera prueba de fuego de las colectividades que integraban la Nueva Mayoría. Primero deben solucionar sus problemas internos, y recién ahí poder plantearse con personalidad ante el gobierno de turno.

Regionalmente los Partidos de las ex Nueva Mayoría no tienen actualmente capacidad de organización y convocatoria. No han tenido la catarsis y ante la derrota, quedan huérfanos de motivaciones de cargos, desafíos y tareas políticas, a lo menos durante el primer año de gobierno del Presidente Piñera.

El foco estará entonces en la victoriosa alianza de gobierno, su composición de gobierno regional y la gestión que emprendan las nuevas autoridades. Y según se vaya dando, podrán los partidos de la ex Nueva Mayoría reorganizarse y reubicarse en el contexto y ejercer su rol opositor.

A la inversa, este gobierno tendrá la gran oportunidad de mostrar nuevos liderazgos desde la gestión y podrán también hacerse parte de las próximas elecciones, tanto de Gobernador Regional, Alcaldes y Concejales próximas con un poco mas de ventaja que el resto.

Y en materia de gestión, el nuevo gobierno regional deberá enfrentar el desafío de vencer a un excesivo centralismo imperante en el país, lo que implica transitar el proceso de dos años para la elección de la figura del Gobernador Regional y lograr decisiones de inversión regionales, de modo de mantener el buen comportamiento logrado durante años por el gobierno regional y visualizar áreas de inversión que supla una estrategia regional de desarrollo que presenta carencias y asuma la nueva condición de una región que, amparada en sus riquezas naturales, logre su ansiado desarrollo.

La inversión pública es un desafío no menor, porque implica detectar nichos que conlleva solución a problemas ciudadanos, pero también lograr mover una actividad económica consolidada y buscar otras en amparo de un futuro sin minería y con un marcado acento en la innovación. Y ahí vuelve al tapete el mentado consenso en las decisiones en materia de inversión.

Suerte a las nuevas autoridades y que sea la región la fortalecida con este proceso.