16.6 C
Antofagasta
Lunes 20 de Octubre del 2025 22:17

Susurros del agua: el mito que habita en la Laguna Inka Coya

A sólo cinco kilómetros de Chiu-Chiu, en la Región de Antofagasta, se encuentra una laguna tan pequeña como profunda en significado: la Laguna Inka Coya. Una joya natural alimentada por filtraciones subterráneas, custodiada por la comunidad atacameña, y envuelta en la leyenda de la ñusta que amó un inca.

Lea también:

El Diario de Antofagasta
El Diario de Antofagasta
Noticias de Verdad. DiarioAntofagasta.cl es el medio digital más leído de la región minera de Chile. Noticias, entrevistas, reportajes, fotos, videos, opinión y contenido de Antofagasta, Calama, San Pedro de Atacama, Tocopilla, Mejillones, Taltal.

En lo alto del desierto de Atacama, el paisaje se detiene ante la Laguna Inka Coya. Su agua verde azulado contrasta con la austeridad del entorno y su historia entrelaza ciencia, cultura e identidad. No es sólo un espejo de agua: es un archivo de memorias, de tiempos indígenas, de encuentros entre el mundo andino e inca, de la naturaleza que guarda secretos.

La Laguna Inka Coya está ubicada a aproximadamente cinco-seis kilómetros al oriente del poblado de Chiu-Chiu, en la comuna de San Francisco de Chiu-Chiu, provincia de El Loa, Región de Antofagasta.
Geográficamente, su forma es la de un óvalo asimétrico, con una superficie estimada en torno a 1,30 hectáreas. Su profundidad es algo incierta: algunas fuentes señalan cifras entre los 16 y los 20 metros, aunque el imaginario popular habla de que “no tiene fondo”.

Desde el punto de vista científico-geológico, la laguna se alimenta de filtraciones subterráneas vinculadas al Río Loa, lo que explica que el nivel del agua se mantenga pese al aridez del ambiente. Además, está bajo la administración de la comunidad atacameña de Chiu-Chiu, que vela por su conservación y la apertura al turismo cultural.

El mito de la ñusta y el inca

La historia que rodea la Laguna Inka Coya transita entre el pasado ancestral y la leyenda. Se dice que una princesa atacameña llamada Colque Coillur (o “Colque-Coillor” en algunas versiones) —una ñusta— enamoró al inca Atahualpa Yupanqui, engendrando un hijo, pero la traición del inca la llevó, según el relato, al acto extremo de sumergirse en la laguna junto a su hijo, desapareciendo para siempre.

El nombre “Inka Coya” puede traducirse como “esposa del inca” o “princesa del inca”, y recuerda ese vínculo entre ambos mundos. El mito se compone además de otros elementos populares: se dice que la laguna “no tiene fondo”, que los vientos que la rodean podrían empujar a los incautos al agua, y que los ecos del pasado aún resuenan en su orilla.

Identidad, territorio y presente

Lo realmente relevante no es sólo la laguna como fenómeno natural, sino el modo en que se ha convertido en símbolo identitario de la región. La comunidad de Chiu-Chiu administra el sitio como parte de su herencia cultural, lo que permite entrelazar el turismo, la conservación y la memoria.

La legibilidad del mito no resta valor científico al lugar: por el contrario, lo realza. Porque cuando el paisaje provoca preguntas —¿qué misterios guarda esa agua que parece no vaciarse?—, es la cultura local la que da voz a esas preguntas y las convierte en historias compartidas.

Y en tiempos donde el agua es recurso escaso, esa laguna es también un recordatorio: de la fragilidad del altiplano; de la necesidad de vínculo entre naturaleza y comunidad; de que un espejo de agua puede ser también un archivo de identidad.

Deja un comentario