Antofagasta ha sufrido históricamente por la falta de infraestructura en salud. Durante décadas, el Hospital Regional de Antofagasta, inaugurado en 1966, fue el principal centro asistencial de la ciudad, pero con el paso de los años su capacidad se vio sobrepasada por el crecimiento poblacional y la falta de inversión estatal.
El anhelo de la comunidad era claro: un hospital en la zona sur para atender a la población del sector, y otro en la zona norte que permitiera descongestionar la atención.
Sin embargo, lo que parecía un plan ambicioso terminó convirtiéndose en un complejo entramado de concesiones, privatización de la infraestructura pública y corrupción, dejando a la ciudad con un solo hospital, que hoy enfrenta serios problemas estructurales.
Una concesión cuestionada desde su origen
La construcción del nuevo hospital regional no fue asumida directamente por el Estado, sino que en 2012 fue adjudicada a la empresa española Sacyr, a través de la Sociedad Concesionaria Salud Siglo XXI, durante el gobierno de Sebastián Piñera. Este modelo de gestión privada ya había generado dudas, ya que en otras áreas –como las autopistas concesionadas– las empresas han privilegiado sus ganancias por sobre la calidad del servicio.
Años después, Sacyr protagonizó en 2016 una de las peores crisis de infraestructura en Santiago, con el desborde del río Mapocho debido a fallas en las obras de la Costanera Norte, lo que generó millonarias pérdidas y el fallecimiento de dos personas. En paralelo, la misma empresa ya estaba a cargo del Hospital de Antofagasta, lo que generó preocupación en la comunidad.
A pesar de estos antecedentes, el modelo de concesiones se mantuvo, y la empresa comenzó a gestionar el hospital, no solo en su construcción, sino también en su equipamiento y mantenimiento por 15 años, dejando al recinto bajo un esquema de explotación privada con financiamiento estatal.
El antiguo hospital: de centro de salud a caja pagadora de operadores políticos
En paralelo a la construcción del nuevo hospital, en el gobierno de Michelle Bachelet surgió una nueva idea: traspasar el edificio del antiguo hospital a la Universidad de Antofagasta, con el argumento de que serviría para formar nuevos especialistas. Esta decisión sepultó definitivamente la posibilidad de contar con dos hospitales públicos en la ciudad.
Sin embargo, el proyecto del Hospital Clínico de la Universidad de Antofagasta estuvo marcado por irregularidades desde su inicio. En 2019, una auditoría de Contraloría reveló pérdida de equipos médicos que habían sido adquiridos con fondos del FNDR, pagos directos injustificados por servicios y contrataciones irregulares con sueldos millonarios para operadores políticos cuando el recinto aún no atendía a la comunidad.
Entre los beneficiados con contrataciones figuraban cercanos a exautoridades de la ex Concertación , incluyendo familiares de los actuales diputados y senadores en ejercicio Jaime Araya y Pedro Araya. Además, el director del Servicio de Salud que gestionó la entrega del hospital, Zamir Nayar, cercano colaborador de la excandidata a gobernadora Marcela Hernando asumió posteriormente como director del mismo recinto, lo que generó denuncias de conflictos de interés.
A pesar de que se mantiene la promesa de formar especialistas y fortalecer la salud pública, el hospital clínico no funcionó como un segundo hospital público, sino como un centro de atención ambulatoria con acceso restringido, lo que en la práctica dejó a la ciudad sin una alternativa real de atención hospitalaria de alta complejidad en la zona sur.
La concesionaria genera millonarias ganancias mientras el hospital colapsa
Mientras el Hospital de Antofagasta enfrentaba problemas de infraestructura, listas de espera colapsadas y falta de insumos, en 2020 se reveló que la Sociedad Concesionaria Siglo XXI repartió más de $5.500 millones de pesos entre sus accionistas, en plena pandemia.
Desde la empresa se argumentó en la oportunidad que los dividendos aún no habían sido distribuidos, pero la noticia generó indignación entre los trabajadores del hospital quienes ya denunciaban graves carencias en el recinto, problemas de mantenimiento y deficiencias en el equipamiento médico, todas responsabilidades de la concesionaria.
A menos de siete años de su inauguración, el hospital ya enfrenta graves filtraciones de aguas servidas, listas de espera colapsadas y problemas en la gestión de sus recursos, lo que confirma que el modelo de concesión no ha garantizado un servicio eficiente.
Así lo denuncian gremios de la salud e incluso el propio director del Hospital de Antofagasta.
Un hospital con fallas estructurales y una ciudad sin respuestas
La situación actual del Hospital de Antofagasta es crítica. En los últimos meses, se han reportado reiteradas filtraciones de aguas servidas, afectando sectores del recinto y obligando a la postergación de cirugías y exámenes.
A esto se suma el colapso de las listas de espera, con pacientes que deben esperar hasta junio para obtener una hora médica, y las dificultades para acceder a especialistas y tratamientos oportunos.
La crisis también alcanzó a la gestión interna, luego de que el director del hospital, Pedro Zapata, fuera suspendido tras ser acusado de adelantar una cirugía a su padre, lo que ha generado suspicacias en los funcionarios, ya que otros sumarios han permanecido años sin resolución.
Mientras tanto, el edificio del antiguo hospital fue finalmente traspasado por 30 años a la Universidad de Antofagasta durante el gobierno de Gabriel Boric, lo que selló la posibilidad de reactivar el recinto como un segundo hospital público.
De dos hospitales prometidos a uno funcionando a medias
Lo que comenzó como un sueño para mejorar la atención de salud en Antofagasta terminó convirtiéndose en una historia de promesas incumplidas, privatización de la infraestructura pública y un sistema de concesiones que ha priorizado las ganancias empresariales sobre la calidad del servicio.
Hoy, la ciudad no cuenta con dos hospitales públicos, sino con un solo centro asistencial que enfrenta graves deficiencias y que depende de una concesionaria que ha sido cuestionada por su gestión.
Mientras la comunidad sigue esperando respuestas, el Hospital de Antofagasta enfrenta una crisis sanitaria sin precedentes, en un modelo donde la salud sigue dependiendo de decisiones políticas e intereses de privados.
Lamentable la pérdida del hospital regional antiguo, ya que el edificio ha resistido a los embates de la naturaleza y se debía haber invertido en el arreglo de tuberías y una mantenían como corresponde a los años de su uso; para haberlo dejado a disposición de la población del sector sur, especialmente aquellos que más lo necesitan. Actualmente está subutilizado.
Se necesita reparar el hospital antiguo, una excelente inversión para su recuperación.Somos la región de mayor aporte al país y solo nos ven como cajeros automáticos sin dar soluciones reales a nuestras necesidades . Tenemos el mayor índice de Cáncer nacional pero seguimos considerando que nuestra salud está en Santiago