Antofagasta está cada vez más cerca de reencontrarse con uno de sus espacios más entrañables. La restauración del Teatro Pedro de la Barra, ícono del arte y la memoria regional, ya alcanza un 80,9% de avance y promete revivir el espíritu de una ciudad que respira historia, teatro y cultura.
Avances: Cada vez menos para encender las luces
Las butacas vacías volverán a llenarse de aplausos, y las tablas a vibrar con el talento local. Con una inversión de $6.273 millones financiados por el Gobierno Regional a través del FNDR y ejecutados por la Dirección de Arquitectura del MOP, el Teatro Pedro de la Barra avanza firme hacia su reapertura, proyectada para julio de este año.
Durante la mañana del miércoles, autoridades como la ministra de Obras Públicas, Jessica López; el gobernador regional, Ricardo Díaz; y la directora nacional de Arquitectura, Loreto Warh, recorrieron las obras que contemplan la recuperación integral del inmueble, declarado Monumento Histórico Nacional en 1985, y la ampliación de su infraestructura a 780 m².
El primer nivel contará con una renovada sala de teatro, camarines, foyer y oficinas de vestuario y escenografía. A ello se suma una nueva superficie subterránea de tres niveles con oficinas administrativas, salas de ensayo y servicios para el público y los trabajadores del teatro.
La historia detrás de escena
Pero más allá de las cifras y los metros cuadrados, esta restauración representa una caricia al alma cultural de Antofagasta. Construido en 1884 como Escuela Fiscal de Niñas, este edificio fue el hogar de la Compañía de Teatro del Desierto entre 1966 y 1974, dirigida por el recordado dramaturgo Pedro de la Barra, cuyo nombre hoy lleva con orgullo este recinto.
Desde 1982, el teatro pertenece a la Universidad de Antofagasta y ha sido un semillero de artistas, un refugio de emociones y un punto de encuentro para los antofagastinos. Su reapertura no solo recupera un espacio físico, sino que devuelve a la comunidad un símbolo de identidad, memoria y amor por la cultura.
Antofagasta late más fuerte cuando sus espacios históricos vuelven a la vida. Y el Teatro Pedro de la Barra, con cada ladrillo restaurado, nos recuerda que el arte y la historia siguen escribiéndose, con y para la gente.