A lo largo de miles de años las aves marinas han acumulado sus deyecciones, formando conos y dunas en las bahías, penínsulas e islas, farellones y barrancos del borde costero antofagastino.  El guano –wuanu es el término quechua para “abono”- es reconocido a nivel internacional como uno de los mejores fertilizantes orgánicos del mundo. Rico en nitrógeno, fósforo y potasio.

Testimonios coloniales dan cuenta del uso del estiércol de ave por parte de los nativos “para sembrar sus maizales”, pero recién durante las primeras décadas del siglo XIX, estudiosos extranjeros tratan de establecer el origen orgánico del guano. Fue Alexander Von Humboldt, quien en 1804 lleva algunas muestras a Europa, las cuales son analizadas, químicamente constatando sus “propiedades fertilizantes”, explica el investigador Héctor Ardiles que ayer expuso en el Seminario Patrimonio y Turismo Científico en Antofagasta, organizado por la Universidad del Norte y el Museo de Antofagasta, en el cual también intervino la periodista Andra Obaid, conductora del programa Tecnociencia en 13C y Directora de Neurona Group, quien abordó el turismo científico y astronómico en Chile.

Comercialización

A mediados de siglo XIX debido a la tecnificación del agro y la intensificación de los campos europeos, el guano adquirió gran importancia como fertilizante.  El impacto de la revolución industrial incentivó la explotación y comercialización del recurso, especialmente el guano de la costa del Pacífico sudamericano.

El valor comercial del guano, como abono, está asociado a su composición química; siendo los principales elementos el nitrógeno o ázoe y el ácido fosfórico; los cuales regularon su valor agrícola y comercial.

En 1840 el producto se cotizó en Londres a 25 libras la tonelada, posteriormente disminuyó a 15 libras la tonelada. Ese mismo año, según el Encargado del Área de Investigación del Museo de Antofagasta, Héctor  Ardiles, se otorgan las primeras concesiones a explotadores y contratistas de la faena guanera, principalmente, extranjeros, tales como “el francés Latrille, el inglés Lamb, el peruano Ulloa y el chileno Garday”.

Mejillones

Sin embargo, Juan López, en agosto de 1862, descubre depósitos de guano rojo en Mejillones, lo que refuerza el carácter emprendedor del fundador de “Peña Blanca”,- más tarde bautizada como Antofagasta-, destaca Ardiles, ya que el cónsul norteamericano en Cobija Lewis Joel, al respecto indica que “para poder explotarlos entró en sociedad con el ciudadano chileno Matías Torres, vecino residenciado por muchos años en Cobija”.

Hacia 1856 las covaderas de guano blanco se habían agotado casi por completo en el Litoral de Atacama, pero el hallazgo de López y Torres reactivó la economía regional, tal como había ocurrido décadas antes con Domingo Latrille y Juan Garday; activado el crecimiento económico de Cobija y Tocopilla.

El descubrimiento de guano rojo por López, a juicio de Ardiles,  permitió revivir esta industria algo deprimida en esos años y, sobre todo, impulsa el asentamiento y el poblamiento de la bahía de Mejillones y sus alrededores, y junto con ello genera los primeros incidentes limítrofes entre Chile y Bolivia en la zona.

Sin embargo, después 1879 los depósitos de Mejillones se encuentran muy disminuidos, por la explotación del recurso y sobre todo por la devaluación que experimentó en el mercado mundial, frente a la competencia del salitre. No obstante un siglo después, estudios de pre factibilidad de las covaderas de Antofagasta, efectuados por CORFO desde mediados de la década de 1940 permitieron al Estado aportar fondos para la construcción de la Planta de Abonos de Fertilizantes de Mejillones, la cual comenzó a funcionar en 1953. Una década más tarde, se producen abonos insecticidas, siendo la única empresa en el país que ofrecía al mercado nacional fertilizante granulado, eficaz para el cuidado de plagas, enfatiza el historiador.