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Antofagasta
Jueves 18 de Abril del 2024 15:11

Amanecida pálida luz en el patio de Cat

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Juan Pablo Rudolffi Ugarte
Juan Pablo Rudolffi Ugarte
Nacido el 20 de Diciembre de 1990 en el campamento minero de Chuquicamata, de entre un menjunje de padres y madres. Nieto de salitreros, pobres italianos, peruanos y alcohólicos, torturados políticos y profesores normalistas chilenos. Su primera publicación, en el netlabel www.cumshorecords.cl, ocurre siendo aún estudiante secundario (2008). Algunas de sus obras más destacadas son: "Recolección inhumana", "Pupilas tristes", "ausencia y otros relatos etílicos" y "Tierno resplandor" (2011). En el año 2009 inicia sus estudios de Licenciatura en Artes Visuales, en la Universidad Arcis, que sirvieron para la inspiración de la novela “Tierno Resplandor”. Actualmente escribe la Crónica Literaria del Domingo en el Diario de Antofagasta.

 (I) LA LOCA

Cuando desperté a la mañana siguiente noté que todo parecía estar en su lugar, de seguro esta dulce muchacha se ha dedicado a limpiar todo el desastre que dejo con el plumavit mientras yo dormía. importaba poco…   Fui al baño y abrí la boca, por ese tiempo acostumbraba a llevar todos los dientes, si bien no tan relucientes, por lo menos los tenía todos bien tratados.

Me mojé la cara, abrí silencioso la puerta, tomé mi bolso con la mayor cantidad de cosas que pude rescatar, dos besos al aire, uno por cada herida y al cerrar la puerta los pude ver empequeñecer hasta quedar perdidos, esos dos deditos blancos que llevaba Cat y que yo quería tanto…   Bajé la escalera rápido, cuando salgo a la calle siento una tranquilidad enorme, y estaba a salvo, pues yo sabía que la policía no tardaría en llegar.

Conocí a Cat en la Estación Central, en una tienda de mascotas, ella una mujer que parecía carecer de alma, acariciaba una blanca coneja pegada  a sus ojos con tamaño silencio y concentración, parecía interesada de veras, parecía estar profundamente concentrada. La muchacha era delgada y con la columna erguida casi perfectamente, dos grandes ojos san pacus, que absorbía a enormes sorbos toda la ambientación de ese tráfico de animales.   Me pareció una muchacha rara, tanto así que regalé algo de mi tiempo en quedarme unos minutos más, acercarme e incluso  hablarle.

–          Que tal muchacha, ¿Qué es lo que te intriga tanto de ese animal?

–          Hola, soy Catalina, puedes llamarme Cat, ¿tienes cerveza?, ¡yo quiero tomar cerveza!, dime, ¿Cómo estas?.

¡Mierda!, pensé mientras notaba que no era una chica normal, a esta le fallaba algo y eso era notorio, tal vez demasiado notorio, pero la muchacha brillaba como una estrella de las que caen, y dejaba una estela de esa alma tan reluciente y febril al mismo tiempo, movía las manos al hablar y tenía delgados dedos blancos, a veces incluso yo podía no escuchar lo que decía y esperar una señal que me significara un abrazo, o un beso, o solamente respirar.

Le dije a la muchacha que nos fuéramos, que la llevaría por una cerveza a cualquier restaurant de los de afuera, ella cambio la cara, pareció enojarse y empezó a gritarme:

–          he, entupido, ¿Quién te has creído que eres?, yo no bebo.

Y me lanzaba manotazos que fui esquivando a medida de que me alejaba, la gente reía, ella se tranquiliza y lleva las manos a la cara, todo el centro comercial de la estación parecía gozar de aquella escena, menos yo, que realmente quedé asustado, miré a todos lados y salí del lugar tranquilamente.

Caminé un par de cuadras y escucho que me gritan: “he, tipo feo, ¿Quiere cerveza?”-. me volteo completamente y la veo venir corriendo con una botella en la mano, tenía una sonrisa enorme y tranquilizante, era realmente una muchacha hermosa, una bella punta de bala blanca que corre entre la gente procurando no lastimar ni ser lastimada, solo continuar riendo y mantenerme al punto de el quererla.   Por fin la muchacha llega a mi lado y me pasa la botella, le doy un enorme sorbo y la miro, ella sonríe y besa el cuello de mi camisa, me mira y sonríe nerviosa y empieza a decirme

–          ¡yo me llamo Catita!

–          Oh muy bien Catita me gusta tu nombre

–          A mi no. ¿tú cómo te llamas?

–          Me llamo pab… (y antes de que pueda terminar de responder ella grita)

–          Quiero que me digan Cat, quiero que todos me digan Cat, ¿me quieres llamar Cat?

–          Si claro. (respondí mientras me llenaba de ternura)

–          A ti te diré Perrito, Perrito feo, ¿cierto que te gusta?

–          Si… esta bien Cat.

Continuamos caminando, esta vez por el paseo que bordea el rió Mapocho, Cat toma el último sorbo de su cerveza y lanza la botella por el aire hasta que cae al rió y empieza a irse con la corriente, un lindo café discutiendo con la espuma blanca hasta que terminan decidiendo no terminar jamás y continuar un camino juntos.

Cat me mira como pensando que yo podría haberme enojado, yo la miro, me acerco a ella y le beso suavemente en la mejilla, Cat da un salto, me aleja  con algunos golpes y corre gritando: “perrito se enamoro, perrito feo me quiere dar besos”, gritaba y se reía nerviosa, en ese momento pensé que la muchacha estaba verdaderamente fallada, pero ¿que podría hacer yo?, si me volvía loco cada una de sus acciones, el misticismo que llevaba a hombros.

Muy pocas veces menciono algo de su vida, me aseguraba que vivía en el cerro San Cristóbal, cosa que era difícil para mi de entender, me trataba con la importancia de  un ebrio para con su bebida, y luego me golpeaba tan ferozmente que yo podía pensar que siempre me perdonaría, que no le importarían mis cuestiones, mis desaparecidas, porque a veces podía pasar semanas bebiendo, desde el apartamento de amigos, hasta callejuelas húmedas. Todo, todo este mundo era un enorme bar.

Y creía ahora mismo haberle encontrado una dueña. Cat, la pálida, la hermosa…   La tarde nos encontró en un escalón que quedaba afuera de la salida de la estación de metro Baquedano, ella había encontrado un palo el cual usaba de bastos, y con el cual además llevaba una sabana enrollada y en su interior el pequeño conejo. Usaba faldas, muchas faldas, una sobre la otra, unos bototos café y una chaquetita rozada con azul, le pregunte:

–          ¿Cómo se llama tu conejo?

–          Es una conejita. ¿te gusta?, ¿te gusta? Eres un perrito, no estarás pensando en comértela

–          j aja ja, si, si me gusta, es linda, no me comeré a tu coneja

–          no tiene nombre mi coneja, ¡coneja culia!, ¡conchesumadre!, la odio, solo quiero mis muñecas.

–          tranquila nena.

–          no, quiero que la dejes en la mitad de la calle, ahora.

–          pero como Cat, la pobre no sabrá que hacer, podrían atropellarla.

–          Quiero que lo hagas ahora, malo.

–          Pero hay mucha gente Cat.

–          Nadie me quiere, nunca nadie me quiere, nadie puede hacerme feliz a mí, tu solo me mientes y me gritas y me pegas. (en ese momento Cat empieza a gritar) ¡el me pega, siempre me pega, dios!

–          Cállate ya por la mierda, ya pásame la wea, iré a dejarlo donde quieres, pero luego me iré, me iré solo.

–          Te amo perrito feo.   Cat me paso la sábana y yo camine con ella hasta la calle, sentía al conejo moverse a ratos, no podía creer lo que estaba haciendo, Cat me miraba emocionada y me lanzaba besos en el aire, tome la sábana de una vez y la tire cuando noté que venía una micro, luego corrí velozmente hasta el parque Bustamante y pude ver a Cat a lo lejos que saltaba felizmente al ver la mancha roja que de apoco terminó por teñir la sábana.

Llegué a mi departamento con el corazón dando saltos y la cara completamente empapada de sudor. Saqué del refrigerador una botella de cerveza y la bajé de un solo sorbo. Luego me tiré a la cama y pensé en Cat y en lo extraño que fue todo. Su carita sonriendo y dando saltos me penó durante barios días más…

  (II) BÚSCAME EN EL CERRO  

Bebíamos un Pisco con dos amigos, a los que conocí tiempo antes en un pueblo del norte de Chile, mientras nos rehusábamos a dormir en el carnaval, tras tanto vino y coca y niños llorando.   Los muchachos vivían en el sector norponiente de Santiago, con habitualidad los visitaba, para hablar un par de estupideces y divertirnos bajando algunas botellas.

Se trataba de Rodrigo y Pablo, los muchachos eran primos, venían desde el norte, uno estudiante de psicología, y Pablo trabajaba en un local de comida rápida y además tenia una banda con los que esperaba ganar dinero prontamente y así mandar a la mierda las hamburguesas.   Les conté a estos tipos acerca de Cat, y ellos poco creyeron, Rodrigo me decía que era una estupidez, que era muy similar a la pedofilia, que de alguna manera estaba convenciendo a una persona inválida para tomar desiciones, mientras que Pablo sonreía que se burlaba, decía “mira hasta donde has llegado, todo por una maldita cacha”, en eso Rodrigo se pone de pie y prende un cigarrito, me dice:

-he Pavel, ¿que te parecería ir por putas?

– la verdad es que solo me queda dinero para una botella de las peores, luego quedo desfinanciado

– vamos no seai marica weon. Vamos a ir por putas y punto (replica Pablo)

– esta bien, ¿tu invitas?

– si, solo llamaremos a una, la turnaremos   Pablo toma su teléfono y llama, acuerdan el precio, la mujer encuentra que tres es demasiado y le ofrece ir con una amiga, Pablo acepta feliz y cuelga el teléfono. “en treinta minutos maricones, en treinta minutos remojaran la nutria, jajaja, jajja” grita Pablo mientras enciende la radio.

Pasa el tiempo y llegan las chicas, no estaban tan mal como imaginé por el valor del servicio, que no superaban los 40 mil pesos, los muchachos empiezan a encaramárselas y darles de beber, yo pensaba en Cat y recordaba que había dicho que vivía en el cerro, pero se me hacia un poco irreal, la verdad es que quería verla, había algo que nos unía algo que me atraía de verdad hacia ella, que me hacia imaginarla en mis brazos para siempre, para teñir de rojo mi frente e imaginar que todo estaba bien, quería que me sacara la angustia del cigarro en mi pecho, que se iluminara su nariz bella en la madrugada de mis dolores, donde no podía dormir, solo apretar los dientes y aguantar el pánico, la ansiedad.

Al cabo de unos minutos los chicos empiezan a desnudar a las mujeres, cada uno con la suya, yo estaba sentado pensando en Cat, me bajó un sueño profundo y me tiré en un rincón mientras escuchaba los gemidos exagerados y como Pablo  decía: “quiero que te lo tragues todo, para que luego se me vuelva a parar y continuar con tú zorra”. Cerré los ojos y me quedé dormido.

Luego de un momento me despierta una de las chicas, estaba amaneciendo y no se habían ido aún. Rodrigo dormía abrazado de una y Pablo solo, roncaba ferozmente, la muchacha se me acerca y empieza a rozarme con sus dedos el pene, me decía: “quieres que te la chupe”, yo le alejé la mano y le dije que ya era tarde para mí, me levanté y salí del apartamento de los chicos. Eran las 6 de la mañana y ese celeste pálido empezaba a cubrir la capital.

Caminé con resaca varias cuadras y decidí ir al cerro, lo recorrería completamente buscando a Cat, esperaba encontrarla, quería verla. Salté por una de las veredas y quedé rodeado de árboles y barro, supuse que Cat estaría muy bien refugiada, caminé más o menos dos horas, buscando en cada rincón, hasta que la encontré, estaba bajo un árbol, lleno de cosas colgadas, estaba sentada en una piedra llorando, con la misma ropa, con los mismos dedos blancos cubriendo su carita hermosa, sus ojitos mojados.   Me fui acercando en silencio, y a medida que me aproximaba empecé a notar los objetos, parecía algo así como un árbol de navidad, colgaban telitas de distintos colores y cabezas de muñecas sin pelo, cuando me vio me dijo:

–          perrito feo, por que te fuiste

–          Cat, querida, no lo se fue una estupidez, ¿Por qué lloras?

–          Por que perdí mi palo

–          Pero Cat hay muchos trozos de árbol en este lugar

–          No, yo solo quiero mi palo

–          Linda yo te puedo conseguir otro, uno mas grande

–          ¿si?, ¿estas seguro?

–          Te lo prometo niñita linda, lo prometo…

–          Odio a las muñecas culiadas

–          ¿Cómo?

–          Las odio, no tienen pelo, son malas, las odio, muñecas conchesumadre

Cat se pone de pie y empieza a encender unos papeles y unos trozos de madera, hasta que arma una pequeña fogata, empieza a sacar las cabezas de muñeca de el árbol y a lanzarlas, pude ver como se derretían y se volvían una masa negra con un olor fuerte, Cat las tira todas y parecía ir tranquilizándose con esa acción, cuando terminó con la última se acercó a mi y me pidió que le enseñara a besar:   –          quiero que me enseñes, nunca he besado a nadie, nos podemos casar perrito

–          bueno Cat, no se si este bien

–          ¿Por qué no perrito?, ¿ no te gusta mi falda nueva? (decía mientras la tocaba, era una falda roja, completamente sucia)

–          Si me gusta Cat, me parece hermosa

–          Entonces bésame y luego quiero tomar cerveza   Me acerqué a ella con un poco de pudor, ella me miraba fijamente a los ojos, con una connotación melancólica, como si temiera a que yo la dañe, respiré cada vez más cerca de ella hasta que deje que nuestros labios se rozaran, ella empezaba a respirar cada vez más rápido, y un temblor se apoderó de sus hermosas manos blancas, entonces la besé, suavemente y abrasé su espalda y me sentí completamente bien, Cat se suelta y me dice:

–          vamos a tomar cerveza y luego a buscar mi palo

–          esta bien linda

–          besas muy mal perrito

–          ¿como lo sabes si nunca antes habías besado a nadie?

–          Por que he soñado muchas veces que lo he hecho y no es de la misma manera

–          Perdóname Cat

–          Perrito, ¿cómprame una cerveza?   Salimos del cerro yo y Cat en busca de una cerveza, compramos una botella y la bebimos mientras caminábamos en dirección a la calle Lira donde por ese entonces abundaban los sitios eriazos, entramos a cada uno de ellos en busca de el palo de Cat, no lo encontrábamos por ninguna parte, Cat insistía en buscar una y otra vez, aveces en el mismo lugar, así fue atardeciendo. Cat me pidió que la lleve a mi casa, quería conocerla, así que fuimos, en el camino saqué una de las ramas de un árbol y se lo regalé, cat me miro con sus ojitos contaminadores y sonrió, se acercó y me beso rápidamente, luego me dijo

–          perrito, yo antes era una niña

–          me imagino que debes haber sido la mas hermosa

–          aveces me da mucho miedo, y aveces me escondo

–          yo también me escondo, sobre todo del trabajo

–          yo trabajo regalando sueños perrito, los envió por telepatía, ¿quieres que le regale uno a tu madre?

–          seria espectacular Cat

–          yo no le regalo nada a la mía, esa vieja conchesumadre me encierra, y me mata y luego tengo que volver a nacer para darme cuenta que estoy fea, que estoy gorda, que no tengo con que cepillarme el pelo, por eso tú te fuiste perrito, por que yo soy fea

–          no Cat, solo sentí un poco de miedo por lo del conejo, tu eres hermosa.

–          ¿Qué conejo?

–          Tu conejo, el de la sabana

–          Yo no tengo ningún conejo perrito feo, estas muy loco

–          Bueno

–          Aveces quisiera volar desde algún lugar, y caer justo en tu cocina perrito

–          Yo quisiera que esto fuese eterno

–          Yo no, que FOME   Llegué con Cat a la casa, Cat dejo su palo nuevo en un sillón y empezó a desvestirse, se saco toda la ropa, quedo completamente desnuda, era sin duda una loca, una hermosa loca, me preguntó donde estaba la ducha, yo le indiqué y se bañó mucho rato, demasiado, no le importaba nada, cantaba con voz fuerte “Muñequita, muñequita, yo te quiero de verdad”.

Después de casi 60 minutos salió envuelta en una toalla, con sus deditos blancos completamente arrugados por la humedad, se sentó en un sillón y me pidió ropa limpia, busqué entre mis cosas un buzo blanco, con una polera amarilla, y calcetines, ella sonrió y se los puso de frente a mi, me pidió cerveza, yo saqué del refrigerador y le di una, me empezó a decir:

–          quisiera ver nieve, ¿te gusta la nieve?

–          Pocas veces he visto nieve Cat, prefiero el sol

–          No, yo quiero nieve, tu tienes nieve ahí bajo la mesa

–          Cat, eres tan linda

–          Yo soy linda, muy linda

–          Te quiero mucho

–          Yo te quiero poco

–          Ya lo se linda   Cat sonríe y pone sus manos en mi cara, yo las pude besar, en ese momento sale saltando y saca debajo de la mesa un pedazo de plumavit, empieza a molerlo y a tirarlo al cielo, estaba feliz, pudo conseguir nieve, me echaba en la cara y reía, miles y miles de pelotitas blancas volando por todo el apartamento, tal vez era lo único que ella necesitaba, yo solo quería no terminar jamás ese momento, con el pelo lleno de plumavit, con su sonrisa constante apuntando el corazón dulce que le quería ofrecer, me rehusaba a la posibilidad de no volver a verla, de que me la quitaran para siempre, esa mujer hermosa cubría toda mi tristeza con ambrosía, yo quería corresponderle de la misma manera, terminamos tirados en el piso, llenos de pelotitas de plumavit, ella empieza a acariciarme la cabeza y me dice:

–          perrito, enséñame a hacer el amor

–          yo no creo que pueda Cat

–          si puedes, todo lo puedes, por eso te quiero

–          Cat, no se si quiera hacerlo

–          No seas malo, yo nunca lo he hecho

–          Esta bien Cat, pero solo un rato

Esta se convertía en una tarea difícil, no estaba seguro que estuviese bien, pero en el fondo igual quería, tendría que imaginar que Cat no era una loca, que era una muchacha normal, de todos modos la prefería a ella así, loca, que a cualquier otra muchacha de este mundo, con su normalidad, sus dañinas estocadas, sus vidas comunes.

Llevé a Cat  a la habitación y le saqué la polera, ella se asusta pero resiste sin moverse, casi sin respirar, le bajé el buzo y noté que estaba llena de sangre, estaba menstruando, ella parecía no saberlo, o por lo menos no importarle, “hazlo de una vez perrito” me dijo posando sus ojos a punto de las lágrimas en los míos, afiebrados e indecisos, la penetré y ví en sus facciones un estallido feroz, ví como respiraba, estaba tan apretada que sentí un dolor intenso, ella parecía no sentirlo, se me manchó toda la piel con la sangre oscura de mi niñita, la sábanas quedaron empapadas, ella me gritaba, “amor” y yo votaba algunas lágrimas, sabía que no podría con todo el mundo, sabía que tarde o temprano me la quitarían y que yo me moriría sin Cat.

A mi no me importaba que fuera loca, era mi loca, la única loca, la Catalina, la Cat, la linda, al cabo de unos segundos empezó a maullar y todo terminó, quedé un tiempo más sobre ella, ella me abrazaba con fuerza, casi quitándome la respiración, me apretaba y me miraba fijo, a pocos centímetros de distancia, sin parpadear, sin moverse

–          eso fue todo, (le dije sonriendo)

–          esto no me gusto perrito, me has echo daño

–          Cat, yo solo hice lo que tú me pediste

–          No perrito, yo no te pedí que me atravesaras una cuchilla

–          Yo no he hecho eso Cat

–          Si, si lo hiciste y por eso todo está lleno de sangre

–          Cat me haces sentir mal

–          No perrito, solo duérmete, lo olvidaremos y mañana buscaremos una cerveza

–          Esta bien linda gatita

–          Buenas noches

Cat se quedó dormida a mi lado, con esa facción tranquilizante que yo tanto amaba Se quedó dormida la linda Cat y yo la miraba, encendí la tele y solo podía ver un canal, la antena era pésima, estaban dando las noticias, pura mierda, el presidente continuaba con sus entupidos actos, con sus estafas, con sus mentiras, el senado y sus millonarias estupideces, esta Democracia parecía estar mas cercana a una pesadilla que a cualquier otra cosa, no veía televisión hace a lo menos dos meses pero ahora fue casi instintivo.

De algún modo no quería dormir aún, pero si mantenerme en la cama de lado a la niñita linda y su poza de sangre, luego me sorprende una noticia, hablaban del motín en el psiquiátrico de santiago, cuatro muchachas aún sin ser encontradas, una de las cuatro asesinó a uno de los paramédicos del lugar, atravesándole el cuello con un tenedor, la tipa de las noticias pide  a la ciudadanía que se de información en caso de que las vean, otras personas comentan que  han visto en distintos puntos de la ciudad a una de ellas con un muchacho, empiezan las descripciones y noté que estaba cagado, que era justamente yo, sabía que no me traería nada bueno, cuando muestran las fotos de las muchachas termino por resignarme.

Valentina albornoz, ese era el nombre que figuraba debajo de la foto de Cat, pensé que no quería dejarla, mucho menos denunciarla, pero no podía hacer mucho más, corría riesgo, puse mi cabeza sobre su hombro y besé su costado, la olí tanto, tanto.

Cerré los ojos y pensé en que no podría existir un mejor final, ella dormía con tanta paz que hubiese deseado que muriéramos ante la posibilidad de la distancia.   Me arranqué de Cat al amanecer,  con el alma echa cenizas y el recuerdo nupcias, estratosférico, destruido completamente, Cat quedó en mi departamento, yo no volvería jamás, compre una botella de un litro de cerveza y caminé por el paseo, a orillas del rió Mapocho, bebí y pensé en Cat, la loca Cat, entonces tomé el último sorbo y lancé la botella al rió, el caudal se encargo de ahogarla, tal como la vida me ahogaba.

Entonces cada vez que amanece en la capital puedo sentir las enredaderas posar con su hojitas en las fuente que no he alcanzado a ver, y los carros de feria armando algarabías con el contorno, mi corazón destrozado en casualidades, quizás que sucedió con Cat después, tal vez este encerrada planeando escapar para buscar a su perrito, tal vez termino con su cuello a la hora de almuerzo, con un tenedor eterno, tal vez nunca existió y todo fue una mentira.   Solo sé que cuando continuo mirando por la ventana, calles y avenidas parecieran traérmela, sentarla en mis piernas y escuchar cuanto odiaba las cosas que tan poco importan, Cat, la gatita, no volvió jamás por mí, a mi me puedes encontrar los Domingos debajo del árbol de las muñecas con un palo y un corazón atado del cuello esperando valentía para apagar la luz.

Para curar las dos heridas que me ha dejado, la herida febril de la mente frágil y la herida eterna de la distancia.   Aveces en las noches me arrepiento y miro la distancia, grito:

¡CAT!. ¡CAT!, ¡CAT!, ¡CAT!…

CAT NO RESPONDE.

Fin

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