Juanita Guajardo Burgos fue encontrada muerta el 21 de febrero de 1983 en las costas de Antofagasta, atada a un riel con una cuerda de nylon. El crimen nunca se resolvió, pero su recuerdo persiste a través de una de las animitas más visitadas del norte de Chile, transformada con los años en un espacio de fe, denuncia y memoria colectiva.
Nacida en Santiago en 1950, Guajardo se trasladó al norte en busca de nuevas oportunidades. En Antofagasta trabajó como peluquera de día y por las noches se desempeñaba como bailarina bajo el nombre de “Sandra Le Roy”, inspirando sus presentaciones en la película Flashdance. Su estilo de vida, que combinada trabajo y arte en los márgenes de lo socialmente aceptado, marcó la forma en la que seria tratada públicamente después de su muerte.
Su cuerpo fue hallado en la playa de Caleta El Cobre. El informe forense reveló que murió por asfixia por inmersión, indicando que fue arrojada al mar aun con vida. Pese a diversas hipótesis y la detención de un sospechoso, el caso quedó archivado por falta de pruebas. Las teorías apuntaron a personajes vinculados al deporte, empresarios e incluso uniformados, pero nunca se formalizaron cargos. La impunidad se selló oficialmente dos años después.
Mientras la justicia no avanzaba, la comunidad comenzó a mantener viva su memoria. En el lugar donde apareció el cuerpo, construyeron una anímica que con los años creció hasta convertirse en una gruta adornada con flores, velas, placas y estampas religiosas. Vecinos y creyentes atribuyen milagros a su figura. Así, Juanita fue incorporada a la tradición popular como una especie de “santa”, reverenciada por quienes ven en ella una mártir silenciosa de la violencia machista y de género.
En paralelo el dolor y la devoción, la cobertura mediática de su asesinato expuso las profundas brechas de género en el periodismo chileno de la época. Diarios Locales titularon frases como “Quería morir bella”, trivializando su muerte e insinuando una responsabilidad personal en el hecho, en lugar de exigir justicia por un crimen de alto nivel. Su estilo de vida fue juzgado mas que el acto violento que la mató. Esta mirada misógina instaló un relato que, lejos de humanizar a Juanita, la estereotipo.
Actualmente, la historia de Juanita Guajardo adquiere nuevos significados. Su animita es lugar de plegarias, pero también un punto en la ciudad de protesta y memoria en un país donde la violencia contra la mujer sigue presente.