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Martes 23 de Abril del 2024 17:00

“Cuando las luces se apagan”: La evolución del género terrorífico en época de redes sociales

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Víctor Bórquez Núnez
Víctor Bórquez Núnez
Periodista, escritor, comentarista de cine. Académico del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Antofagasta.

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El género de terror es uno de los más nobles del cine. Viene desde los tiempos en que este arte era mudo y tiene exponentes de tanta calidad y vigencia que, por lo mismo, cada vez que aparece un título arropado con las características de los sustos y sobresaltos las expectativas son grandes y suelen despertar los aplausos o las iras de los espectadores.

Es lo que sucede con el promocionado filme “Cuando las luces se apagan” (Lights out, 2016) del director sueco David F. Sandberg.

Muchos pueden suponer que se trata de una película que supera lo visto y que aporta novedad en el tema del desarrollo de ideas acerca del mundo terrorífico, aunque en estricto rigor lo que hace es reciclar un par de ideas básicas y las envasa en un filme modesto y efectista que, sin ser desechable, es un poco más de lo que ya hemos visto hace bastante rato.

Todo se articula sobre una premisa bastante débil, pero que asusta a los espectadores: una criatura que vive en las sombras ataca a una familia y surge siempre de los rincones menos esperados, le teme a la luz y por eso cada vez que se presenta las ampolletas titilan, no funcionan los enchufes, parpadean las lámparas y las puertas se abren o cierran sin mediar explicación alguna.

Lo extraño (y que no tiene un sustento realmente adecuado) es que este enigmático ser ataca de preferencia a una madre que está alterada mentalmente y a los dos hijos, un niño que no logra conciliar el sueño y se duerme en clases y a una chica que vive aparte con su novio, que ha tratado de olvidar la pesadilla que (se supone) ha vivido años antes.

Y eso es todo. Y con eso, el director articula su historia, la estira y la transforma en un largometraje que cumple con todo lo que se puede solicitar a una película del género: hay mucha presencia anormal, hay sustos que hacen saltar a los desprevenidos en la sala de cine y lo mejor, existen pocas pretensiones y se asume la concentración de todo este tema en unos pocos ambientes: la casa de la madre, el departamento de la hija y uno que otro exterior.

No es una película que vaya a cambiarle la vida a nadie, pero entretiene, está armada con conciencia de que se debe asustar derechamente a los espectadores y no se va por las ramas. Quizás el mejor momento de todo esté en la secuencia previa a los créditos: ahí hay un ambiente terrorífico de entrada, una presencia enigmática y perturbadora que realmente se gana sus minutos y los gritos del respetable público.

“Cuando las luces se apagan” no es para nada una gran película. De hecho es un filme harto mediocre que se sustenta solamente por un hecho indesmentible, la verdadera devoción que tienen los espectadores (especialmente jóvenes) por aquellas historias descabelladas, donde la lógica no existe ni por asomo y la angustia se adueña de la sala de cine.

Lo que nadie puede objetarle es que se trata de una película barata –en los estándares de Hollywood, lógico- y que entretiene a todos aquellos que no sean exigentes, se dejen atrapar por una atmósfera de tensión creciente y que no busque ninguna lógica a un asunto que no la tiene.

Llama la atención en todo caso la evolución que sigue el género terrorífico en esta época de las redes sociales: lejos del perfeccionismo de un filme como “El Resplandor”, de Stanley Kubrick o de la indagación casi metafísica en el terror puro que fue “El Exorcista”, de William Friedkin, esta obra se inscribe en la línea de estas historias mínimas que se disfrutan como placer culpable y que solamente sirven para contrastar el cambio evidente en los gustos de los espectadores.

En todo caso, “Cuando las luces se apagan” sirve para pasar 81 minutos sin complejos y distraerse de los problemas habituales, con un cuento de una sombra que acecha en una mansión donde las luces nunca se encienden, donde las puertas se abren o  cierran de repente y a nadie se le ocurre descorrer las cortinas o comprarse unas buenas linternas. Pero, ese cuento cortito, apretado, se estira a más no poder y logra atrapar la atención con María Bello, Gabriel Bateman y Teresa Palmer en los roles protagonistas.

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