Si lo comparamos con los procesos sociales más determinantes de la historia de la humanidad, los cambios experimentados en favor de los derechos de las mujeres son muy recientes, y que han visto una aceleración de su transformación como consecuencia de los propios movimientos de las mujeres, por el trabajo de los Gobiernos caracterizados por una tradición liberal y de avanzada y el diálogo que han instaurado en el debate público los medios de difusión social.
Hoy vemos como las minorías sexuales que abogan por una ley que regule las relaciones de pareja ocupan grandes espacios del acontecer nacional. Una situación parecida debió percibirse en el ambiente cuando las mujeres manifestaban la necesidad imperiosa de tener derecho a voto en las elecciones de sus representantes en Chile, en 1949.
Motivadas más aún por los movimientos sociales de agrupaciones feministas que pedían más democracia en la década de los 80, junto con asumir los dictámenes de los convenios internacionales como el Cedaw o la Convención Do Pará apenas terminó la dictadura de Pinochet, las mujeres hemos avanzado a tranco firme. Se creó el Sernam, y junto a este organismo, las leyes que posibilitaron defenderse de sus agresores, divorciarse, tener derecho a sala cuna, a una hora de alimentación de hijos e hijas para las trabajadoras, a un post natal, y los desafíos continúan.
Es por ello que la casi inminente creación de un Ministerio de la Mujer y Equidad de Género viene a saldar una deuda sentida en los últimos años y que se condice con entregarnos más atribuciones para crear, gestionar y actuar a tiempo sobre aquellas demandas que merecen un trato especial, certero y oportuno, con mayores recursos humanos y financieros, en temas como otorgar a las mujeres un marco legal que regule sus derechos sexuales y reproductivos, o más atribuciones para generar planes y programas que apunten a asegurar su plena participación en cargo de alta responsabilidad o por los derechos de las mujeres extranjeras. Y de esta forma seguir avanzando en la senda marcada por el ideal republicano que hombres y mujeres tengan iguales opciones de desarrollo.