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Jueves 25 de Abril del 2024 16:23

“La la land”… un homenaje al cine musical clásico

Jazz, bailes, sueños, desgarros. Simplemente, el placer del buen cine.

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Víctor Bórquez Núnez
Víctor Bórquez Núnez
Periodista, escritor, comentarista de cine. Académico del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Antofagasta.

critica-de-la-pelicula-la-ciudad-de-las-estrellas-la-la-land-6059363-1Un brillante filme que rinde un sincero homenaje al cine musical clásico, al mundo del jazz y a las películas de Jacques Demy. Todo ello sin dejar de lado temas profundos como la pérdida de los sueños y la imposibilidad de ser feliz en la ciudad de los sueños. Notable puesta en escena para una película deliberadamente hecha a la antigua, en cinemascope, teniendo como telón de fondo el alma de un Hollywood que respira posibilidades, pero también incertezas.

Mia (Emma Stone) es una chica que solo aspira a todas las chicas que viven en Hollywood: convertirse en una actriz famosa, aunque hace rato que solo deambula de audiciones en audiciones, sin ningún resultado. Sebastián (Ryan Gosling) es un pianista y amante del jazz, que se gana la vida a duras penas en locales de segunda o en fiestas familiares, pero que mantiene intacto su sueño: montar un club en el que se rinda tributo al jazz más puro.

Como es lógico, sus caminos se entrecruzan. Y no solo una vez, sino varias veces antes de que se descubran enamorados. Pero ambos tratan de mantenerse fieles a sus aspiraciones y ello hará que comience el deterioro de la pareja, cuando descubren sus caminos están separados por las respectivas posibilidades de trabajo de cada uno.

“La La Land” se inicia con dos notables números musicales, al más puro estilo Hollywood clásico, ése de los años cuarenta y cincuenta, cuando la vida era mejor en el cine, demostrando que la magia de Hollywood se mantiene intacto.

El responsable de este notable trabajo cinematográfico es el director Damien Chazelle, que antes deslumbró con los efectismos de montaje de “Whiplash” y que ahora se aferra al poderoso plano secuencia, sacándole el máximo de provecho a sus carismáticos protagonistas, cuya química es parte indispensable del tremendo éxito que ha logrado este filme.

Es evidente que tanto Emma Stone como Ryan Gosling alcanzan lo máximo en sus actuaciones, logrando sacar adelante no solo el drama asordinado, la comedia liviana o los números musicales, sino que también demostrando que son una estupenda pareja que ha afinado y sofisticado su encanto natural. Es asombrosa la naturalidad que alcanza Emma Stone en su rol de Mia y todavía más aplaudible el trabajo completamente distinto a los roles habituales que elabora Ryan Gosling luce brillante y demuestra elegancia, estilo y sentido del ritmo, haciendo que su papel de galán oscile entre el estilo clásico, jugando con los ribetes cómicos y un halo melancólico.

Lo mejor que tiene ‘La La Land’ es que se trata de una película que se permite echar por la borda las tendencias posmodernas para desarrollar un homenaje sutil a películas claves del cine clásico, partiendo por ‘Las señoritas de Rochefort’, del francés Jacques Demy, sobre todo en el número musical de la secuencia inicial y en el tratamiento visual de los decorados en relación con los estados anímicos de sus personajes y continuando con películas como ‘Casablanca’ (varias veces mencionada en momentos clave) o ‘Rebelde sin causa’ que no solo es vista en un cine por los protagonistas sino que además se convierte en un escenario más dentro de la trama, en un fascinante juego de metalenguaje fílmico.

Resulta fascinante cómo el director entremezcla el sueño con la realidad, con sutiles juegos temporales en el relato. Así, la fantasía está presente en las escenografías recargadas de color, en el empleo de locaciones que son filmadas como si tratara de una reconstrucción de estudio o en la espectacular escena donde los personajes bailan sobre el cielo estrellado del planetario de “Rebelde sin causa”.

La realidad surge cuando el director nos demuestra la imposibilidad de ser feliz en la ciudad de las estrellas, recalcando el empleo de algunos escenarios nocturnos y sombríos que recuerdan la pintura de Edward Hopper.

Lo realmente “revolucionario” de este filme brillante es que siendo absolutamente clásica en su estilo, termina siendo una provocación, un trabajo a contracorriente en una época que reniega precisamente de las tradiciones, de la nostalgia y del amor como tema central de su relato.

En última instancia, ‘La La Land’ es un tributo al mundo de los sueños ocupando para ello elementos del musical más explosivo hasta los recursos propios del drama sentimental más noble, ése que es maduro y concebido con recursos de buena ley. Es cierto que el tránsito que propone el director va del vitalismo a la melancolía, del estallido multicolor a las sombras, de la risa a las lágrimas. Y es en esa relación de opuestos que el filme se alza como uno de los ejercicios de estilo más logrados, perfectos y adictivos del último tiempo. Una joya que se debe apreciar en más de un visionado para aquilatar la tremenda riqueza de sus elementos.

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