*En pos de avanzar hacia un lenguaje inclusivo, y, para no perder la estética del texto, he decidido utilizar todas las generalizaciones en femenino (no decir nosotros, sino nosotras), a excepción del principio donde se utiliza el término ganadores.

La discusión sobre la memoria histórica no puede ser objetiva y nos debe posicionar desde un enfoque de clara oposición a los crimenes de lesa humanidad. Si bien, ciento necesario destacar que la memoria posee un carácter androcéntrico, donde los ganadores son quienes cuentan la historia, y que, por lo general, son hombres, creo que como feministas tenemos el deber de escribir nuestras narraciones, reescribiendo memorias y difundiendo testimonios.

Estamos repletas de subjetividades que comprometen nuestras visiones -desde la experiencia propia, colectiva, o los compromisos políticos o éticos que cada una tenemos-. ¿Pero es acaso este un problema?. Personalmente, creo que no. El abstenerse de opinar; el buscar centrar la discusiones en, por ejemplo, las barricadas que se pueden dar en contextos de luchas, y no en el fondo; el avalar los beneficios carcelarios a quienes perpetraron crímenes durante dictadura; lo entiendo como un triunfo del sistema patriarcal, aquel que nos mantiene en el olvido y nos invisibiliza, a ese que le acomoda la impunidad, al que busca callarnos a las mujeres, la comunidad LGBTI+ y las clases oprimidas en general. Es por esto que, también, entiendo la lucha que llevamos como Agrupación por visibilizar un ex centro de detención y tortura, como un acto feminista: contra el olvido y alejándonos de la victimización, poniéndonos en pie de lucha y exigiendo un derecho que nos pertenece a todas, y, por supuesto, -la gran tarea que creo tenemos pendiente-recordando a nuestras compañeras que pasaron por el lugar (con esto, no quiero decir que los hombres que ahí estuvieron poseen menos valor, sin embargo, y como bien señala Alejandra Ciriza, las genealogías feministas poseen grandes periodos de silencios que debemos combatir)

Si bien, es casi imposible tener una visión única del pasado, ya que la memoria no es estática, el espacio de memoria es y debe ser de lucha política. El concepto de “memoria contra memoria”, que, avalado por hechos, artefactos, informes, testimonios, entre otros, nos hace posicionarnos frente a diversos hechos históricos, nos obliga justamente a tomar una posición crítica de estos hechos, a no avalar ningún tipo violencia patriarcal ni violación a los Derechos Humanos, a no permitirnos olvidar, a poseer un compromiso político como jóvenes que no recae en el tener o no relación directa con los hechos ocurridos durante la Dictadura (porque aunque a muchos les moleste, eso fue, y no existen términos medios para este tema).

Y, en este sentido, el derecho a saber aparece como un nuevo acto reivindicatorio que hemos adquirido como Agrupación. Realizando diversas visitas guiadas a colegios y liceos de la ciudad, intentando involucrarnos en el currículum educacional de la zona, y teniendo siempre en consideración que dicho derecho no es exclusivo de quienes vivieron en dictadura, si no que nos habilita a adquirir esta posición crítica de la memoria histórica y, hasta cierto punto, avanzar hacia la no repetición. Y aquí destaco el pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que reconoce la existencia de un derecho a la verdad de las víctimas de violaciones de derechos humanos y sus familiares, derecho que en este país la transición no ha sabido otorgar, y, por el contrario, ha cooperado en la permanencia de la impunidad, en especial para las mujeres.

Y es cierto que para nosotras tener esta posición no es tan complejo debido a que somos la generación de hijas de, las que aún tenemos acceso directo a los testimonios por parte de nuestras familias, amigas, profesoras, entre otras, sin embargo, ¿qué pasará con las niñas que nazcan en 20 años más?. Necesitamos conocer nuestra historia. Los colegios y universidades deben comenzar a enseñar lo ocurrido durante la dictadura -pero no de manera general ni con eufemismos, sino apelando a lo local y tomando posición avalada por las cientos de investigaciones que acreditan los crímenes y la profundización del sistema post dictadura- y como un nuevo acto reparatorio, estudiando la memoria de las mujeres, ahondando en autoras, y así contribuyendo a que nuestra historia como feministas deje de estar fragmentada para las nuevas generaciones.

Si bien esta columna de opinión no alcanza a indagar hasta el fondo en la relación género-memoria, creo pertinente terminar señalando lo siguiente: nuestras memorias como mujeres posee breves momentos de protagonismos, el feminismo nos insta a creer en el testimonio, hacerlo carne, darle un corte político que critique las instituciones, y atacarlas desde las nuevas formas de relacionarnos que deben existir. Y por esto, es claro…

El olvido, para nosotras, no es ni será opción.