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Martes 23 de Abril del 2024 17:30

Antofagasta: A 100 años de la Masacre de la Oficina Salitrera San Gregorio, Cantón de Aguas Blancas

"Los trabajadores de San Gregorio al recibir la noticia exigieron los pagos de sus desahucios en su totalidad y se pusieron alerta dadas la infausta experiencia que habían sufrido otras oficinas salitreras que paralizaban con promesas de finiquitos y arreglos en el puerto de Antofagasta y después simplemente eran ignoradas o simplemente desconocidas. Para los empresarios ingleses de la firma Gibbs no correspondía pago alguno pues daban aviso con 15 días de anticipación. El conflicto ya estaba instalado y las dos partes no cederían sus posiciones". Lee el pormenorizado relato del Profesor, historiador y Bombero Ricardo Rabanal.

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Ricardo Rabanal Bustos
Ricardo Rabanal Bustos
Profesor, Cronista y Bombero.

Este norte, donde la epopeya humana de conquista del desierto y su bendito mineral se argamasa con trágicas historias de sufrimiento humano, donde la búsqueda de la justicia y la dignidad de la existencia terrenal es una estrella que ha marcado el camino de cientos de hombres y mujeres luchadoras que perdieron su vida y recuerdo en la ingratitud de las páginas omitidas de los libros de historia y su bendita memoria ni siquiera quedó en una lápida o cruz de madera que al menos por algunos años guardará su nombre y recuerdo para que al menos el tiempo relata su legado como el justo reconocimiento y homenaje de las generaciones futuras que hoy ejercen los derechos que ellos y ellas en antaño con su anónimo martirio lograron.

Para este norte comercial, industrial y salitrero, en especial en la ciudad de Antofagasta, pareciera que el mes de febrero quisiera perpetuar su paso por la memoria y el calendario de la historia marcándolo a sangre y fuego con el inocente sacrificio obrero. El segundo mes del año, escribe la bitácora de sus días en el norte, con letras teñidas de sangre honesta y trabajadora, que exigiendo el simple derecho a un sueldo más o menos justo y a media hora de descanso, encontrarán la muerte tal como lo hicieron lo obreros del Ferrocarril una tarde del 6 de febrero de 1906 en la Plaza Colón de Antofagasta.Habían pasado solo 20 años desde que la guerra civil de 1891, desangrara nuestro país, ensombreciera la ciudad de Antofagasta y terminara con el gobierno y la muerte del Presidente José Manuel Balmaceda, 16 años de la masacre de la Plaza Colon de Antofagasta y solo tres años desde que una terrible Guerra Mundial sacudiera la humanidad entera dándole a las personas de los diferentes países del mundo, a través de diarios, revistas y películas en blanco y negro, una nueva perspectiva industrial de la muerte en los campos de batalla, en las trincheras de barro y muerte, producto de las modernas y “eficientes” armas de muerte de la nueva guerra.

Para la economía nacional, el comienzo de la guerra trajo graves consecuencias económicas que pusieron en duros aprietos las arcas nacionales y generaron un clima de incertidumbre entre la población chilena. Prácticamente todos los vapores que transportaba salitre eran de propiedad de los países beligerantes y habitualmente todas las rutas marítimas eran muy peligrosas, en gran medida por los temibles submarinos alemanes, esta “nueva arma desprovista de honor” para algunos viejos marinos del siglo pasado, y que habían hecho del atlántico y algunas zonas del Pacifico su franja de caza con gran eficiencia y valentía.El imperio alemán era uno de los principales compradores de salitre chileno y como estrategia de guerra de sus enemigos fue sometida casi de inmediato a un bloqueo naval y terrestre total y muy eficiente.

A pesar de estas malas perspectivas que se vaticinaban, las exportaciones de salitre comenzaron a subir paulatinamente desde los años 1915 a 1917, lo que conllevó de inmediato una mayor contratación de obreros en números sostenidos al alza, esto revitalizó las economías locales de todo el norte, ya que rápidamente los nuevos trabajadores trajeron sus familias a las oficinas de la Pampa. Este aumento del negocio salitrero, se explica en el uso industrial del salitre para la confección de explosivos para abastecer la exigente y demandante maquinaria militar de todas las potencias en conflicto, Europa estaba en una carrera armamentista sin precedentes en su historia y la fabricación de nuevas y más poderosas armas en serie, así como las municiones que estas usaban cobraban un valor estratégico y vital para ganar la guerra. Pero al terminar la “Gran Guerra”, el 11 de noviembre de 1918, la demanda disminuyó considerablemente y el golpe definitivo vino con la invención del salitre sintético por parte de Alemania, científicos de ese país habían desarrollado la producción sintética de amoníaco.

Con sus investigaciones primero y finalmente una producción industrial más económica, los químicos Fritz Haber y Carl Bosch permitieron la producción alternativa de fertilizantes, lo que comenzó prácticamente a sellar la suerte de las oficinas salitreras en funcionamiento que durante los próximos años irían cerrando sus actividades industriales y comerciales con un costo humano sin precedentes en el norte de Chile. De las 134 oficinas que trabajaban a plena producción, solo quedaron trabajando 43 oficinas y en precarias condiciones.

En las oficinas que cerraron, el desconocimiento de los derechos y acuerdos laborales ya ganados, el pago de indemnizaciones justas, la entrega de ayuda en el traslado de las familias a la ciudad y un engaño organizado y cómplice entre los administradores de las oficinas con las autoridades de gobierno, de que los finiquitos y ayudas para traslados a la capital se les pagaría en Antofagasta, sería una estrategia común para deshacerse de los obreros que insistían en seguir en sus lugares de trabajos o vivienda hasta que sus dineros adeudados les fueran finiquitados.

Pero prontamente se pasó la voz entre los trabajadores de esta artimaña, varios artículos en los diarios y revistas de la provincia, además de que Don Luis Emilio Recabarren y otros dirigentes de la Federación Obrera de Chile (FOCH) recorren incansablemente la pampa organizando a los trabajadores llamando a la resistencia pacífica e informada y al no abandono de las Oficinas mientras no se pagará el desahucio. Así también se sabía, producto de la constatación misma de testigos, y artículos periodísticos en los varios diarios y revistas locales, de que decenas de obreros deambulando por las calles de Antofagasta con sus familias a la espera de un finiquito o desahucio que nunca llegará o si llegaba lo hacía considerablemente menguado en cuanto a la cantidad de dinero que en justicia le correspondía recibir.

En esta realidad, las familias enganchadas que una vez llegaron ilusionadas y felices al desierto, debían emigrar nuevamente al sur, esta vez, sin un centavo y en pésimas condiciones sanitarias.Este sería uno de los detonantes de una de las tragedias salitreras más terribles y menos documentadas de nuestro norte. Una tragedia que ha permanecido en el silencio de la Pampa y su recuerdo físico es solo visitada por la memoria de una camanchaca que toca con su helada y distante humedad las piedras secas del desierto de Atacama que una vez recibieron sangre obrera en el Cantón Salitrero de Aguas Blancas y que por 1920 vivían en sus territorios aproximadamente 6.788 personas diseminadas en 12 oficinas salitreras, siendo las más numerosas en habitantes entre hombres, mujeres y niños las Oficinas Eugenia con 1796, Avanzada con 1321, Cota con 1550, Valparaíso con 753 y San Gregorio con 715 habitantes.

La zona llamada Aguas Blancas está ubicada al sureste de la ciudad de Antofagasta, fue pródigamente recorrida por las tropeles de exploradores mineros a mediados del siglo XIX. En una de estas excursiones, hacia 1860, Don José Santos Ossa descubrió indicios de la presencia de nitrato de sodio.Por otra parte esta gran Guerra Mundial ha traído también a la humanidad efectos renovadores para la política internacional, para los líderes políticos y las casas reales de la vieja Europa. Generando en el mundo entero un efecto reconstituyente con aires de transformación de la política tal como se conocía hasta esa época. Nuestro país no está ajeno a estos importantes cambios sociales y es el norte el epicentro geográfico, cultural y político donde el debate público de la una nueva sociedad se comienza a desarrollar con más entusiasmo y convicción.

El obrero y su familia no solo son mano de obra en situaciones laborales precarias de mucho sacrificio y esfuerzo. Sino que con sus organizaciones, mancomunales, sindicatos, círculos y mutuales, comienzan a demostrar que son capaces de analizar y reflexionar políticamente sobre la sociedad en les corresponde vivir y son plenamente conscientes de que está en la fuerza y disciplina de su organización laborales poder cambiar el injusto orden establecido de la sociedad. Además y producto de los avances educacionales producidos a fines del siglo XIX y principios del XX, existía una generación de obreros, administrativos y comerciantes más ilustrada y consiente de los cambios sociales que debían venir, pues todos ellos casi sin excepción sufrían de alguna clase de desamparo laboral, sumado a ello los Profesores y Profesoras de las escuelas, liceos y universidades han integrado al quehacer cultural a millares de jóvenes de diferentes estratos sociales, ellos formarán la llamada clase media ilustrada que irrumpe con gran fuerza en la vida política y le darán la sorprendente victoria electoral a Don Arturo Alessandri Palma.

Enfrentados a las próximas elecciones presidenciales, el mundo político nacional para abril de 1920 se reúnen en dos grandes pactos políticos que los cruzan las nuevas propuestas y debates sociales. Uno de inspiración liberal y nacional y el otro pacto con una clara unidad radical, liberal y demócrata. El primero lleva como candidato a Don Luis Barros Borgoño y el segundo pacto a Don Arturo Alessandri Palma, producida la votación Alessandri obtiene 801 votos y Barros Borgoño solo 742 votos.Es así como Arturo Alessandri Palma, un hijo de un sacrificado inmigrante italiano y una connotada dama santiaguina, de familia más bien acomodada, que se titula de abogado en 1893, con una progresista memoria, cuyo tema versa sobre “habitaciones obreras” donde da cuenta de la precariedad e iniquidad a que están sometidos las familias afectadas en todo orden de cosas que van desde el trabajo, la salud, la educación, etc. Por lo que la llamada “cuestión social” no le es ajena al joven abogado santiaguino y la conocerá en plenitud y dramatismo cuando sea elegido senador por la provincia de Tarapacá.

Como una de las ironías de la vida, Alessandri llega al poder prometiendo la protección de las clases desvalidas y anunciando que su gobierno tendrá un alto concepto de los deberes públicos de la protección de las personas y la justicia de los más necesitados y desafortunados de nuestra patria. Bajo estas premisas nombra de intendente de la provincia de Antofagasta a Don Luciano Hiriart Corvalán quien se había titulado recién de abogado el 6 de agosto 1920, con una tesis en materias comerciales y económicas. Hiriart de afiliación radical había ejercido exitosamente su profesión en Antofagasta, donde se especializó en el área minera prestando sus servicios profesionales a importantes firmas asentadas en la capital provincial. Después de los tristes episodios de San Gregorio, continuó con su vida política tranquilamente, ocupando los cargos de Director de la Sociedad Industrial Pesquera de Tarapacá S.A., Fiscal de la Corporación de Fomento de la Producción, CORFO y Director de Endesa. En el periodo 1937 a 1945, sólo 16 años después de los aciagos acontecimientos de San Gregorio, es elegido senador por la Primera Agrupación Provincial “Antofagasta y Tarapacá”.

En 1943, al inicio de septiembre, fue designado ministro del interior del gobierno del presidente Juan Antonio Ríos Morales, cargo que sirvió hasta el 6 de octubre 1944. Además y como otra ironía del destino fue presidente, como Senador de la república reemplazante, en la Comisión Permanente de Trabajo y Previsión Social.En 1920, la provincia de Antofagasta era sacudida por una crisis salitrera en aumento, que se vio agudizada además con la impensada caída de la demanda del cobre en los mercados mundiales que por ese entonces se comenzaba a explotar con una respetable producción desde la importante aparición del yacimiento de Chuquicamata en 1915.

Para algunos destacados políticos, sindicalistas y periodistas de la época, Antofagasta se estaba convirtiendo en una ciudad de cesantes a los que le eran negados sus desahucios y el gobierno nada o poco hacía. La Federación Obrera de Chile (Foch) recorría valiente e incansablemente el norte y sus salitreras entregando información y orientación laboral a los trabajadores. Para 1920 Antofagasta comenzaba también la construcción del moderno Molo de abrigo, obras que se iniciaron en junio de ese año con gran alegría por parte de la comunidad ya que los primeros movimientos sociales para la construcción de un nuevo y más moderno puerto de mayor calado partieron por el año 1916.

Los tristes acontecimientos de San Gregorio comenzarán a desarrollarse aproximadamente a mediados de enero de 1921 cuando la firma Gibbs y Cia. comunicó a los trabajadores a través del administrador de la misma oficina Don Daniel Jones López que la paralización de las faenas era inevitable debido a la baja del precio del salitre y se haría los primeros días del mes de febrero.La firma fundada por Anthony Gibbs e hijos, participó activamente en las primeras negociaciones con la recién formada Sociedad Exploradora del Desierto de Atacama de José Santos Ossa y Francisco Puelma en 1868. Esta importante y mundial empresa Británica con presencia en Perú y Chile entre otras naciones de América, fue fundada en Londres en el año 1802 y operaba internacionalmente como comerciante, prestamista, asegurador y armador naval. En 1872 adquiere la concesión para construir un ferrocarril desde Antofagasta hasta Salinas, transformándose en la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, sucediendo en todos sus derechos a Melbourne Clark y Cía.

El emblemático y característico edificio de la firma que se levantaba hasta nuestros días, como un fuerte símbolo del poderío empresarial de la sociedad, por su altura en una ciudad más bien de edificios de poca elevación y por tener una amplia visión y dominio de la costa y los principales muelles salitreros antofagastinos, esta edificación fue construido en 1915 y eran sus oficinas comerciales para 1921.

Como era de esperarse los trabajadores de San Gregorio al recibir la noticia exigieron los pagos de sus desahucios en su totalidad y se pusieron alerta dadas las infausta experiencia que habían sufrido otras oficinas salitreras que paralizaban con promesas de finiquitos y arreglos en el puerto de Antofagasta y después simplemente eran ignoradas o simplemente desconocidas. Para los empresarios ingleses de la firma Gibbs no correspondía pago alguno pues daban aviso con 15 días de anticipación. El conflicto ya estaba instalado y las dos partes no cederían sus posiciones.

Inmediatamente los ejecutivos de la casa Gibbs, informan al Intendente de la provincia Luciano Hiriart Corvalán de la delicada situación que se comienza a vivir en la Oficina y de la llamada “tozudez y resistencia” de los trabajadores en no querer aceptar los términos de la empresa. El intendente informa al presidente Arturo Alessandri Palma quien dado los problemas internos de su gobierno con los parlamentarios y militares, que lo obligan a nombrar 17 ministros en un poco más de tres años y ocho meses y que el 10 de septiembre de 1924 debió abandonar el país luego de estar asilado en la embajada de Estados Unidos, deja en manos de un inexperto Intendente Hiriart esta grave situación que se comienza a vivir en San Gregorio, el Presidente respondió: “recomendando” emplear las “fuerzas morales del razonamiento y convicción” y que “si la resistencia obrera a abandonar oficinas salitreras continúa, procure ir personalmente” a explicar que los salitreros y el Fisco no tienen plata para continuar la producción de salitre”.

Casa Gibbs

Según información recibida, los últimos días de enero, el intendente de la Provincia, presionado por los altos ejecutivos de la casa Gibbs, quienes le comunican que se producía un importante malestar y algunos desórdenes más bien de carácter menores, pero con una gran posibilidad de escalar a mayores disturbios y generar desmanes en la Oficina, decide enviar un grupo de cinco Carabineros pertenecientes a la institución antecesora a la actual, para tratar de mantener el orden. Este pequeño destacamento fue puesto al mando del Teniente Lisandro Gainza y partió rápidamente a San Gregorio. Al parecer la presencia del destacamento policial solo agudizó el malestar y tensión existente ya en la oficina, por lo Luciano Hiriart decide enviar, sin mayores instrucciones ni órdenes, los primeros días febrero un destacamento militar del regimiento Esmeralda con 20 soldados al mando del Teniente Buenaventura Argandoña quien llega a la Oficina San Gregorio el 3 de febrero, para varios historiadores, el Intendente deja que: “los militares hiciesen la subida a la pampa por su cuenta, sin control de una autoridad civil”.

Una vez en la oficina San Gregorio, la empresa Gibbs preparó un tren que saldría con destino a Antofagasta a las 07:00 horas de la mañana, por lo que el teniente Argandoña comenzó a recorrer el campamento con sus hombres aproximadamente a las 05:00 horas de la madrugada instando a los empleados y obreros con sus respectivas familias a que abordaran dicho tren con destino a puerto salitrero.

Enterados de estos acontecimientos que se sucedían en la madrugada algunos dirigentes y líderes obreros de la salitrera, especialmente Don Luis Alberto Ramos Bustamante miembro del Sub-consejo de la Foch en San Gregorio, presentaron una importante y sostenida oposición a tal arbitraria medida, pues entendían plenamente de que si abordaban ese tren o los que vinieran, perderían toda posibilidad real de negociación.

Los dirigentes lograron que el tren partiera con muy pocos pasajeros A las 13:30 horas partió un segundo tren con muy pocas familias de algunos empleados.Con mayor rapidez de lo esperado, se comenzó a pasar la voz por las oficinas aledañas ubicadas a pocos kilómetros de San Gregorio, de lo que estaba pasando en la Oficina y que una situación similar podría pasar con ellos en el futuro próximo, si su faena salitrera era detenida. Fue así como empezaron a darse las condiciones para una tragedia de magnitudes que en las próximas horas se volvería incontrolable para dirigentes obreros, administradores y unidades militares y policiales.

Cerca de que el reloj marcara las 15:00 horas del 3 de febrero 1921, se comienzan a reunir en la Plaza de San Gregorio todos los trabajadores y sus familias que habían decidido no partir en el tren de las 07:00 horas con destino a Antofagasta. Aproximadamente a las 15:00 horas, según relatos de sobrevivientes, enarbolando banderas rojas como señal de lucha y cantando canciones socialistas, comienzan a llegar grupos organizados de obreros provenientes de otras salitreras del cantón como La Valparaíso, Eugenia, Marusia, Pepita, como se lee en el copiador de sentencias criminales de la Corte de Apelaciones de Iquique, para prestar ayuda y solidaridad con sus compañeros, pues “Todos conocían el significado de tropas militares en las oficinas salitreras, cuando se discutían los pliegos de peticiones o había vientos de huelga” y además se congregaban a escuchas a los dirigentes sindicales en los manifiestos y pliegos petitorios en específico exigidos a la Casa Gibbs.

Según estimación de sobrevivientes se reunió una muchedumbre de aproximadamente 1300 personas, según evaluación del teniente Argandoña comunicada a su tropa, este número ascendía a los 2.300 personas, quienes atentamente escuchaba los discursos que se sucedían en la plaza, la consigna fue muy clara y resonó por toda la Pampa Salitrera como tiro en la calichera: “no abandonarían la Salitrera mientras la Casa Gibbs no se comprometa a pagar”.

Los discursos seguramente encendieron los ánimos de justicia salarial y es así como aproximadamente a las 17:00 horas, una respetable columna de obreros con sus señoras y niños, encabezada por sus dirigentes emprenden camino a la oficina de la administración pidiendo hablar con Don Daniel Jones López para entregarle en forma pacífica y correcta un petitorio con sus demandas. Daniel Jones como forma de protección a su persona se hizo acompañar de los Tenientes Argandoña del Ejército y Gainza de Carabineros. Como medida de seguridad el Teniente Argandoña les ordenó a los obreros y sus familias no cruzar la línea férrea que se anteponía a la Oficina de la Administración y que debería ser considerada como límite para el encuentro de las partes.

Esta orden no fue acatada y la columna siguió avanzando pacíficamente formando un semicírculo para entrevistarse con el administrador, Señor Jones. Luego de que le fuera cursada la solicitud del desahucio argumentada por los dirigentes, y el obrero Casimiro Díaz, miembro de la comisión negociadora, levantando su libreta reclamó la cancelación del desahucio. Jones dijo claramente que accedía al pago, pero no en la Oficina sino en la ciudad de Antofagasta. La reacción de los obreros fue impugnar de inmediato esta promesa. No confiaban en la Casa Gibbs y en sus maniobras dilatorias ya usadas en otras oficinas.

En ese mismo instante según todos los testigos comenzaron los disturbios.Durante estos episodios de fallida negociación, el gerente y representante oficial de la empresa Gibbs Don Alejandro Fray Douglas, se encontraba oculto en la Oficina Valparaíso aproximadamente a cuatro kilómetros y medio de san Gregorio y en vez de participar en las conversaciones para poder lograr acuerdos, ya que tenía el poder resolutivo para tomar decisiones, evitar la tragedia y resolver la situación no lo hace y permanece al margen y oculto de cualquier solución. Informado de los acontecimientos casi de inmediato, es Fray Douglas quien informa telefónicamente al intendente Luciano Hiriart Corvalán de que la violencia incontrolable ha estallado en San Gregorio.Las declaraciones posteriores del comienzo de los tristes acontecimientos que efectuó el Sargento Segundo Don Juan Reyes, fueron de que el Teniente Buenaventura Argandoña dio la orden de disparar contra los manifestantes y quienes producto del tiroteo se desbordaron en multitud sin control y pánico al campamento.

Los obreros más decididos enfrentaron a la tropa militar y policial, algunos con armas de fuego cortas de su propiedad. Argandoña fue herido en la mano izquierda presumiblemente por un tiro y se refugió en la oficina del departamento de contabilidad, parapetándose en la ventana y desde allí disparando hacia la multitud. “Disparó su revólver cuatro veces contra los insubordinados”, según manifestó a El Mercurio de Antofagasta el 10 de agosto de 1921 otro de los testigos.

Los acontecimientos iniciales ya se habían producido de la peor manera y los que vendrían sería aún más tristes. Producto de este primer tiroteo cayeron fulminados muchos obreros en el lugar lo que concitó de inmediato el enardecimiento incontrolable de los ánimos, en una segunda carga contra la oficina de contabilidad, derribando su puerta, abalanzándose sobre el teniente Buenaventura Argandoña sacándolo a la fuerza y ejecutandolo de inmediato frente al edificio de la pulpería.

Según un informe del médico legista las causas de la muerte del teniente Argandoña fueron “las lesiones traumáticas, dada su naturaleza y situación, recibidas después de las heridas a bala”. Estos traumatismos seguramente fueron causados -según declaración del testigo Ramón Payne- “por un hombre alto, de traje blanco y como de 40 años, quien le daba golpes con todas sus fuerzas con una barreta de fierro, cayendo entonces el teniente asesinado”.

El administrador Don Daniel Jones López durante la refriega y en medio de la balacera, logró huir en dirección al campamento en busca de ayuda y refugio, pero fue reducido en el camino por una turba de obreros exaltados recibiendo fuertes golpes y heridas de armas blancas de tal gravedad que le afectaron varias parte de su cuerpo y en especial sus pulmones con hemorragias que a la postre fueron incontrolables. Lisandro Gainza, el Teniente de carabineros cuya conducta fue posteriormente motivo de críticas, rápidamente abandono del lugar y logró llegar a su cabalgadura y huyó apresuradamente en dirección a la pampa no haciéndose cargo de la patrulla que le correspondía dirigir.

El mando de los destacamentos de militares y carabineros quedó el Sargento 2° Juan Reyes quienes se atrincheraron estratégicamente tras las paredes del cuartel y se defendieron heroicamente de la multitud que los tenía sitiados. La superioridad de las armas del destacamento militar y las paredes del cuartel los ponían a resguardo de una sorpresa violenta. Cesado el fuego y aprovechando la oscuridad de la noche y en el mayor de los sigilos posible, con sus cabalgaduras comenzaron la retirada a una oficina vecina no determinada con exactitud. Enterados de esto los obreros comenzaron una infructuosa persecución por la pampa que no dio mayores resultados y después de horas de búsqueda los obreros decidieron volver a San Gregorio.

A las 09:00 horas de la mañana del 4 de febrero el destacamento militar y policial completamente agotado logra llegar al sector de Laguna Seca, donde son informados que un mayor de apellido Rodríguez se dirige con un destacamento militar a San Gregorio.En las primeras horas de la madrugada el practicante de la Oficina don Pedro Rivas se dedica a curar los heridos sobrevivientes y al comprobar, además lo mal herido que estaba el administrador, le puso inyecciones de cafeína con aceite alcanforado. A las 04:00 horas del día 4 de febrero llega el Doctor Rodolfo Barrow, médico de la oficina, quien dedica especial atención a Daniel Jones, verificado que su pulso es cada vez más débil. Horas más tarde grupo de dirigentes llevó al moribundo administrador un documento que en lo esencial narraba lo siguiente: Que al solicitarle los obreros el desahucio, el Teniente Argandoña les había disparado, este importante documento fue firmado por Jones junto con una carta dirigida al jefe de las fuerzas militares que venían de Antofagasta en que se le pedía abstenerse de hacer uso de las armas contra trabajadores desarmados.

Los obreros dirigidos por Luis Alberto Ramos se habían encargado de dar gobierno a la salitrera, restableciendo el orden, impidiendo desmanes contra las instalaciones administrativas e industriales de la empresa Gibbs. También los trabajadores se hicieron cargo de la Pulpería y la farmacia del campamento que resultaba de vital importancia para curar a las decenas de heridos que habían sobrevivido con lesiones de diferente consideración y que a esa hora se encontraban reponiéndose de sus dolencias.

Según relatos aproximadamente antes de las 09:00 horas los obreros de demás oficinas salitreras regresaron a sus hogares por lo que cuando llegaron los primeros refuerzos de tropas de refuerzo a cargo del teniente Cristi y sólo encontraron a los pobladores de la Oficina San Gregorio y no dan cuenta de desmán ni saqueo alguno.Según relatos y bajo las órdenes de vengar la muerte del Teniente Buenaventura Argandoña, la tropa sin control ingresó a la sala donde se encontraban los heridos más graves e indefensos y a culatazos destrozaron las cabezas de quienes allí eran atendidos y luchaban por su vida. Un informe posterior del día 8 de marzo hecho por dos dirigentes nacionales de la Foch, Manuel Hidalgo Plaza y Eduardo Bunster, expone: “Al día siguiente de ocurridos los sucesos, llegaba un nuevo destacamento de tropas, al mando del mayor Rodríguez, quien había de cometer las mayores atrocidades que con los obreros se había cometido en la pampa. Al grito de vengar al teniente Argandoña, la tropa penetró a la sala donde estaban los heridos y a culatazos destrozó las cabezas de los heridos que ahí se curaban”.

Posterior a estos terrible acontecimientos se dieron a la tarea de capturar obreros ajusticiándolos en el acto sin miramiento humanitario alguno. Los impunes asesinatos cometidos en ese día 4 de febrero fueron casi el doble de los que hubo en el día anterior durante la refriega ante una población desarmada.

Dada la gravedad de los acontecimientos ocurridos y la intranquilidad de toda población en Antofagasta que requería con urgencia respuestas y explicaciones a los sangrientos primeros hechos acaecidos en San Gregorio el día 3 de febrero, el intendente Luciano Hiriart Corvalán envía un destacamento de 50 soldados con dos ametralladoras pesadas al mando del Mayor Arancibia y del Capitán Contador al sector de Aguas Blancas y a diversos puntos estratégicos de la Pampa. Con orden perentoria de hacer fuego sobre cualquier grupo sospechosos de obreros. En la ciudad de Antofagasta se dispuso de guardias privados armados recorriendo todas las calles de la ciudad para evitar cualquier levantamiento obrero que intentara solidarizar con los obreros de San Gregorio y se dio la orden de repartir fusiles al Cuerpo de Bomberos de Antofagasta para que ayudara a mantener el orden y evitar así una huelga general de inconmensurables consecuencia para la provincia y el país.

Se decretó casi de inmediato estado de sitio para toda la provincia y se llamó a las reservas del Regimiento Esmeralda. El 5 de febrero llegan además en el vapor de transporte Huasco con 79 soldados del Regimiento Coraceros y al día siguiente lo hace el crucero Esmeralda con 270 hombres que fueron enviados durante tres meses al sector de aguas Blancas y Pampa Central.No existiendo plena certeza de los trabajadores muertos en la masacre, se da una cifra por algunos historiadores de 65 obreros fallecidos y más de 39 heridos de diferente consideración. Entre los militares del Esmeralda murieron el teniente Argandoña, el cabo Faúndez y el soldado Juan Vera, También falleció horas más tarde Daniel Jones López el Administrador de la Oficina, mientras era trasladado a Antofagasta. Don Luis Alberto Ramos, dirigente sindical de San Gregorio, fue tomado prisionero y posteriormente fue condenado a muerte y amnistiado en 1925.

La nutrida prensa Antofagastina de la época muy pronto y durante bastante tiempo da noticias y pormenores sobre los dramáticos acontecimientos de San Gregorio. Es así que en el periódico “El Socialista” del 5 de febrero informa que más de 100 obreros caen después de cuatro descargas de fusilería y más adelante puntualiza que los muertos ascienden a setenta fallecidos.Otro periódico de gran circulación y credibilidad en la ciudad “El Abecé de Antofagasta” del 11 de febrero, pública en extenso las declaraciones del panadero de la Oficina, Delicio Castillo, quien dice que los obreros muertos y heridos pasaron de cien personas.

Don Luis Emilio Recabarren en declaraciones realizadas en la ciudad de Santiago al diario “La Época” y reproducida ágilmente en el periódico “La Reforma de Antofagasta”, el día 11 de febrero, calcula en sesenta los muertos y un centenar de heridos.

Las fuentes oficiales, a decir declaraciones de los militares involucrados, partidas de defunción del Registro Civil y declaraciones de testigos, sólo hablan de 30 a 39 obreros muertos. Una posible explicación de esta disparidad sin buscar dolo en sus declarantes, es que en la Oficina San Gregorio el 3 de febrero resultaron muertos efectivamente treinta y tantos obreros todos, menos uno, a bala, pero el resto murió fuera de la Oficina, o posteriormente.La comisión de la Foch de Antofagasta, que el 5 de febrero solo dos días después de los sucesos narrados subió rápidamente a San Gregorio, autorizada por el intendente y declaró: “Haber visto 36 cadáveres. Dejando la salvedad de que hay indicios de que quedaron otros tantos en la pampa”. El entonces jefe de pampa de la Oficina, Guillermo Argandoña relataría: “que hicieron una zanja y los enterraron afuera de la Oficina entre los ripios”.

Lógicamente estos no figuran en las partidas de defunción.Finalmente, se expresa por algunos investigadores que los heridos sobrevivientes fueron conducidos en trenes calicheros a Antofagasta. “Allí, los hombres, las mujeres y los niños heridos, fueron atacados y varios de ellos muertos por las guardias blancas, lo que puede revelar más claramente todavía la atrocidad con que el Estado de Chile sellaba la suerte de sus trabajadores, pues las guardias blancas actuaron con pleno acuerdo de la autoridad.

El país entero se impactó con las noticias y las narraciones de los acontecimientos publicadas en los periódicos hechas por los testigos y sobrevivientes de San Gregorio, del salvajismo descrito en la eliminación de los trabajadores heridos y el ajusticiamiento arbitrario de obreros en medio de la pampa desolada. Así como la completa irresponsabilidad del gobierno Provincial y Nacional encabezado por el intendente Luciano Hiriart Corvalan en no entregar órdenes claras y perentorias de la forma en que debían actuar a las unidades militares y policiales que subieron a San Gregorio.

Prontamente la justicia militar y civil iniciaron sus investigaciones presionadas por la opinión pública y la oposición política al gobierno de Alessandri, en lo referido a la justicia ordinaria le correspondió investigar los hechos a la Corte de Apelaciones de Iquique quien nombra a petición del gobierno a Don Ismael Poblete como ministro en visita. Como fiscal de la causa figura el Mayor de Carabineros Don Jorge Leiva quien en un débil sumario que demoró varios meses de investigación trata de responsabilizar de la muerte del teniente Buenaventura Argandoña al obrero dirigente de la Foch Luis Alberto Ramos.

La Corte de Apelaciones de Iquique pronunció sentencia definitiva en agosto de 1922, condenando a los trabajadores y dirigentes Don Luis Alberto Ramos, Don Casimiro Díaz y Don Manuel Jaque nada menos que a la pena de muerte por el delito de “robo con homicidio en la persona del teniente Argandoña”; y a otros obreros sobrevivientes a 10 años de presidio por el delito de robo con fuerza en las cosas, y a penas menores al resto de los obreros detenidos.

Habitualmente la Foch realizaba asambleas en Antofagasta, pueblos y salitreras del interior reclamando la liberación de los obreros encarcelados. En 1925 la junta militar de gobierno, integrada por el civil Don Emilio Bello Codecido, el General Pedro Pablo Dartnell y el almirante Carlos Ward, amnistió mediante un decreto a todas estas personas sobreviviente de los triste acontecimientos de San Gregorio, que salieron en libertad el 30 de enero de dicho año.


Ricardo Rabanal Bustos

Magister en Educación

Profesor, Historiador y Cronista

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