Yo no canto por cantar
canto porque la guitarra
tiene sentido y razón.
Tiene corazón de tierra(…)
V. Jara

Si hay algo que se puede afirmar respecto a la figura de Violeta Parra es que hoy en día la
encontramos cargada de etiquetas, muchas de las cuales la presentan completamente
descontextualizada. A pesar de ello, hay coincidencias en que era una mujer de claroscuros, multifacética y vanguardista, de una relevancia histórica y musical para nuestro país tan importante que la sitúa en un nivel donde hoy pocos pueden competir.
Más allá de lo anterior, en variados estudios y textos que tratan su vida y obra se nos habla del camino que fue recorriendo y cómo éste la llevó a tener una visión de mundo tan propia y particular y a la vez cargada de aquella realidad que muy pocos consideraban importante: Desde los nueve, cuando cantaba por las calles de Villa Alegre, hasta el gran recorrido por distintas partes de Chile, reúne la mirada e historias de la gente marginada, en este caso, las del campo y los nuevos integrantes de las ciudades que, gracias a la industrialización y el comercio, crecían a golpes en el lento tránsito desde lo rural: visibiliza el canto de los pájaros a nivel nacional e internacional.

Quizás la gran deuda que tenemos con su figura es conocerla solo desde las interpretaciones (muchas veces antojadizas), aquella que nos muestran en comentarios de televisión, con dobles lecturas exageradas. Yo mismo cargo con el peso de haber sido deslumbrado por su Gavilán y el Run Run, El sacristán o el casamiento de negros y sentir que no conozco suficientemente su legado, y ello me lleva a pensar en qué momento perdimos el camino y transformamos toda esa potencia en un simple ser humano capturado por las pasiones bajo el caleidoscopio de la farándula.

Quizás, nos perdimos en el camino, y caímos en ese abismo del que nos contaba Ángel Parra en su texto “Violeta se fue a los Cielos” al decir “estas canciones no son para ustedes, son para el pueblo de Chile”, de una forma casi idéntica a lo que el poeta Jorge Teillier nos decía en su texto “Botella al mar”:

“(…) Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni para los iniciados.

Es para la niña que nadie saca a bailar,
es para los hermanos que afrontan la borrachera
y a quienes desdeñan los que se creen santos, profetas o poderosos.”

Nos olvidamos de esa Violeta que con su mirada atravesaba carnes y pensamientos, que rasgaba velos con su sinceridad, la que generaba empatías con su potente melancolía y golpeaba con su crítica social sin temor. Sincerar posturas respecto a ella es obligación: no la conocemos suficiente.

Hoy, como ha ocurrido con tantos íconos sociales y culturales, se ha transformado en un objeto de marketing, olvidando que ha sido una de las artistas más relevantes del siglo XX, especialmente desde su trabajo de rescate y valorización de la identidad del país. Debemos volver a su verdadera esencia… y transmitir su verdadero legado a las nuevas generaciones.