Aunque han pasado cuatro años desde el estallido social de octubre de 2019 en Chile, este evento sigue generando debates entre analistas y políticos sobre su significado.
Millones de chilenos salieron a las calles para expresar su frustración y descontento. Las pensiones miserables, las largas esperas y tragedias en el sistema de salud, y las respuestas desdeñosas de algunas autoridades crearon un cóctel explosivo que condujo a las manifestaciones.
La mayoría de los manifestantes se unió de manera pacífica, motivada por el deseo de cambios. Sin embargo, surgieron grupos radicalizados que desataron desmanes y actos de delincuencia organizada, saqueando tiendas, incendiando edificios y protagonizando actos violentos.
En ese momento, el gobierno de derecha y ciertos medios de comunicación se centraron principalmente en la violencia de una minoría, sin profundizar en las causas subyacentes ni en la inmensa y pacífica expresión de la ciudadanía. También se minimizaron o pasaron por alto las violaciones a los derechos humanos, incluyendo muertes y personas gravemente heridas.
Por otro lado, en la izquierda política hubo quienes romantizaron y justificaron la destrucción como actos de rebeldía justificada, a pesar de los daños al comercio, infraestructura pública y la seguridad de ciudadanos inocentes. Incluso algunos activistas se autodenominaron medios independientes y se volcaron a desdeñar el rol de los periodistas y medios de prensa profesionales, para promover la insurrección, aunque fuera violenta.
En ambos extremos, ya sea en la derecha o la izquierda, prevalecieron las posturas radicales, excluyendo la perspectiva de la gran mayoría de chilenos que buscan mejoras sociales en orden y tranquilidad.
En medio de un escenario de polarización y opiniones divergentes, el periodismo serio y objetivo se vuelve más crucial que nunca. La misión de la prensa no es tomar partido ni asumir roles militantes, sino buscar la verdad y presentarla al público de manera imparcial.
En Diario Antofagasta, asumimos esta responsabilidad con la máxima seriedad y como un deber ético. No buscamos abanderarnos con sectores políticos ni alinearnos con quienes avalan la violencia o la delincuencia como mecanismo de protesta, ni quienes satanizan cualquier tipo de movilización social sin profundizar en sus causas ni asumir un rol crítico. Nuestro deber es proporcionar una narrativa completa y sin sesgos.
La historia se debe contar completa. En tiempos de incertidumbre y división, el periodismo serio y objetivo es esencial. Los medios de comunicación deben comprometerse a brindar a los lectores una visión equilibrada de los hechos, porque sabemos que una sociedad bien informada es esencial para construir un futuro mejor.