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Jueves 28 de Marzo del 2024 14:11

La drogaron para violarla: El crudo relato de una joven de Antofagasta

#DateRape es el nombre que recibe en países de lengua inglesa, una práctica que parece ir reproduciéndose también en Chile y que afectó a una joven la ciudad que se atrevió a dar a conocer este impactante relato con el fin de hacer conciencia sobre este peligro.

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Soy Paola, tengo 32 años. Por motivos laborales resido en la ciudad de Antofagasta desde hace ya 6 años. Oriunda de Santiago, casada y con 2 hijos.

Desde los 20 años que no me pierdo por nada del mundo conciertos de mis bandas favoritas. Considero que son momentos irrepetibles que puedes guardar en tu corazón por toda la vida. Cuento corto, hace un par de meses viajé sola al concierto de Muse en Movistar Arena. Mi familia vive en Ñuñoa, por esto no tengo problemas en alojamiento. El show estuvo espectacular, como cada uno de los que he sido testigo. Efervecente y energizante. Para mi desgracia, esta no sería la única inyección de adrenalina que tendría esa semana… sino que vendría otra, pero con carga negativa para mi.

Aprovechando mi estadía en la capital, decidí visitar la Plaza de Ñuñoa. Un lugar lindo que se caracteriza por contar con un sin fin de bares, pub, restorantes, etc.

Elegí uno para tomar un Happy -aun no eran más de las diez de la noche- me senté en la barra con mi mojito, recordando cada instante del concierto de una de mis bandas favoritas y de lo suertuda que era al poder darme el lujo de estar ahí.

Mientras disfrutaba de mi coctel, se acercó un gallo de unos 35 años, agradable y muy educado. Me preguntó si estaba sola, a lo que yo respondí “Sí”. No debe haber pasado más de una hora, mientras nos desenvolviamos en una agradable conversación de pub. Me contó que era felizmente casado y que tenía 3 hijos. Por ningún motivo nuestro encuentro tuvo ribetes de coqueteo. Fue una agradable charla de dos personas adultas y resueltas.

Durante el tiempo que estuvimos conversando, tuve necesidades de ir al baño. Por esto dejé el vaso en la mesa y al volver estaba intacto. Nada podría haber echo presagiar lo acontecimientos que seguirían a este momento.

Terminé mi vaso sintiendome un poco mareada, se me trababa la lengua y me pesaban los hombros. Algo imposible en mi, generalmente bebo y reconozco cuando me he pasado en copas. Acá era completamente diferente. Me sentía cansada y con sueño. Hasta ahí recuerdo…

Desperté con asco, me dolía todo el cuerpo, sentía ardor en mis genitales, en mi boca. No sabía donde estaba y además no había nadie. Era una habitación de un motel de la calle Marín en la comuna de Santiago Centro.

Fui al baño, seguía sin comprender nada. En mi cabeza solo intentaba armar las piezas de un rompecabezas, lo que era imposible, ya que más de la mitad de la pelicula había sido borrada, como formateada de mis pensamientos. Salí del motel, sentía mucha vergüenza. Tomé un taxi y me fui a casa.

Dormí un par de horas, sentía que si dormía quizás despertaría con algún recuerdo que me permitiera atar los cabos sueltos. Pero fue en vano.

Desperté en la tarde y lo primero que se me pasó por la cabeza fue que le había sido infiel a mi marido. Pero ¿Cómo?, generalmente no tengo este tipo de pensamientos, ya que me considero felizmente enamorada de él. Me senté en la cama, cuando en ese instante llegó a mi cabeza una idea que macabramente más tarde sería lo acontecido la noche anterior. Sospechando lo peor, con una agustia terrible en el corazón, me dirigí al SAPU más cercano al domicilio de mis padres. No sabía que decir en Admisión, estaba confundida, triste, adolorida.

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Tengo sospechas de que fui drogada y violada”, ni yo creía lo que estaba diciendo. Reventé en llanto en el lugar, apoye mi cabeza en el mesón e implore ayuda con gritos desgarradores, que se deben haber escuchado en toda la cuadra. En mi solo cruzaban ideas horribles, cientos de preguntas por minuto, a las cuales no exisitía respuesta alguna. Pensaba en mis hijos, en mi marido. Me sentía culpable.

Minutos más tarde, ingresó al box la asistente social del recinto, quién me dijo: “Debemos seguir el procedimiento ¿Ya?”, en mi desesperación solo asenté con la cabeza dando un Si. Llego Carabineros al recinto. A estas alturas, desde el médico de turno, hasta la señora que limpia los baños, sabían que había una mujer violada en el consultorio.

Los funcionarios de Carabineros me llevaron a Instituto Médico Legal. Allá me trataron como un número más. En ningún momento se acercó un psicologo o alguien que me contuviera. Yo lloraba a mares. No comprendía nada, mientras mi ropa interior pasaba de mano en mano entre médicos y funcionarios de carabineros.

Finalmente, después de practicarme todos los analisis de rigor ante un “posible abuso sexual”, se me acerca un médico para pedirme consentimiento ante la realización del Test de Elisa. Fue un baño de agua fría. Además de lo traumatico que habían sido las últimas horas, de no tener idea de lo que había pasado; existía la posibilidad de contraer VIH.

A estas alturas, no existían pensamientos positivos ante mi situación. Todo era negro. Quería llamar a mi marido en Antofagasta, pero, ¿Qué le diría?, ¿Cómo lo tomaría?, una situación de este tipo podría destruir a mi familia con una simple llamada telefonica. Así que guardé silencio. Firmé el consentimiento y esperé las cuatro horas más largas de mi vida. En una sala calurosa planificaba mi suicidio en caso de que el analisis diera resultados positivos. Pensaba en mi madre, en los momentos de mis partos, en el amor que sentía por mi marido. En mis errores… y en Dios, porque sí, nadie puede ser ateo cuando se enfrenta el Test de Elisa…

Finalmente ingresó el médico con el resultado. “Dio negativo Paola, puedes quedarte tranquila. Pero necesitamos que lo repitas en unos tres meses para despejar cualquier opción, aunque son bajas. Ahora carabineros te llevará a tu casa y trata de olvidar y dormir

Han pasado los meses y los resultados son completamente negativos. Ahora me armo de valor y comparto mi historia con ustedes, ya que nadie está libre de caer en las manos de un violador. Las mujeres en este país somos victimas de una sociedad machista y castigadora, en donde tuve que enfrentar comentarios tan poco acertados, como por ejemplo: “¿Por qué sales sola?”, “¿Cómo se te ocurre conversar con alguien que no conoces?

El hecho de que una mujer salga sola no debe ser sinonimo de violación. No andamos buscando “eso”. Pero es increible como un momento de esparcimiento se puede volver en una pesadilla.

Espero que mi testimonio le sirva a alguien y al abuso al cual estuve expuesta no haya sido en vano. Hay que denunciar.

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