A primera vista la sola idea de disponer pasivos ambientales como los relaves mineros en el fondo del mar chileno resulta inquietante del punto de vista ambiental. Esto, considerando que no existen muchos estudios científicos sobre el impacto que provocarían los peligrosos elementos que contienen esos desechos, como el arsénico, mercurio y plomo, entre otros, en las macro y micro especies marinas.
Ante esa falta de conocimiento al respecto, actualmente ni los científicos o las autoridades competentes pueden descartar que si llegaran a depositarse los relaves bajo el mar, esos peligrosos metales no afectarían a la rica y exuberante flora y fauna marina, y más aún, que se incorporaran a la cadena trófica, afectando en definitiva a todos los seres humanos.
Hoy en la zona norte de Chile no existen problemas para la disposición de los relaves mineros, pues aún existe disponibilidad de terrenos seguros para esos fines. No obstante, el desarrollo minero parece avanzar también hacia la zona central del país, donde sí habría grandes dificultades por factores como la agricultura, los recursos hídricos más abundantes y la falta de espacios.
Para el investigador del CSIRO-Chile y de la Universidad de Antofagasta, Dr. Ricardo Jeldres, la idea de disponer los relaves en el fondo del mar tiene un origen muy claro. “La minería no impacta negativamente en el medio ambiente porque sí, hay algo que se lo permite. Ese “algo” es la mala y antigua legislación minera que deja espacios para que la industria pueda cumplir con sus metas de producción con muy pocas restricciones”.
El científico también señala como causa de ese tipo de planteamientos -que califica como “peligrosos”- a algunos aspectos que van más allá del tema productivo. “Falta mucha educación y consciencia ambiental, no sólo de quienes trabajan en minería, sino que de todos los habitantes del país. Es urgente contar con un nuevo enfoque sobre cómo administramos Chile y sus recursos naturales”, sostuvo.
Este joven investigador posee estudios en Australia y Canadá, en base a eso, sostiene que sabe de varios ejemplos negativos y de efectos irreversibles en cuanto a la disposición de desechos en el entorno marino. “Este es un tema muy delicado, la solución a largo plazo para evitar que las industrias provoquen daños irreparables en el medio ambiente quizás sea de orden cultural, filosófico e incluso espiritual, pero en lo inmediato, es necesario fortalecer y actualizar la legislación minera”.
Origen
Para este científico, la idea tiene un origen claro, pues sostiene que la actividad minera hoy avanza hacia la zona central de Chile donde deberá competir con otras actividades productivas, entre ellas, la agricultura. Lo anterior, sumado a la falta de espacios y a una mayor presencia de recursos hídricos, haría inviable la presencia de relaves en tierra firme en dicha zona.
“Como científico no podría decir que no a priori a una propuesta de este tipo. Pero siguiendo lo planteado por el mismo Consejo Minero, creo que es necesario hacer una gran investigación y generar mucho conocimiento al respecto, proceso que nos tomaría varios años”, explicó.
Economía versus Naturaleza
Es totalmente incorrecto pensar que las diferentes “masas de agua” de los océanos no están relacionadas entre sí. De hecho, en las “aguas profundas” donde eventualmente se depositarían los relaves ocurren procesos calificados como cosmopolitas, es decir, que son similares independiente de donde son estudiados.
Para el doctor Marco Ortiz, jefe del Laboratorio de Modelamiento de Sistemas Ecológicos Complejos (LAMSEC) del Instituto Antofagasta de la UA, la idea de los relaves submarinos es simplemente “aberrante”, y se enmarca dentro de lo que califica como la dictadura de la economía de mercado, la cual degrada la salud de los ecosistemas en donde ella misma se desarrolla.
“En minería al parecer lo importante es producir riqueza para aumentar la productividad nacional sin importar que se destruyan los ecosistemas en donde tales actividades se desarrollan. Esto es muy similar a lo que ocurre con la explotación pesquera, donde sólo se consideran valiosos los recursos con interés comercial, ignorando a las otras especies fundamentales para las complejas redes de interacción ecológica”.
El investigador de la Universidad de Antofagasta, refiriéndose a la minería en términos globales, sostiene que “esta actividad evidentemente daña a los ecosistemas terrestres, por ejemplo, si miramos como era antes el oasis de Calama y lo comparamos con el panorama que presenta en la actualidad. Esa experiencia podría extrapolarse y vislumbrar lo que ocurriría en el mar”, sostiene.
Camino sin retorno
Para la doctora Cristina Dorador jefa del Laboratorio de Complejidad Microbiana y Ecología Funcional del Centro de Bioinnovación de la UA, la sola idea de disponer relaves mineros en el fondo del mar le parece absurda y sin sentido, a la vez, de representar lo que a su juicio es la crisis valórica profunda que vive nuestro sistema hoy.
“Existe una grave desconexión y falta de entendimiento de nuestro entorno. Como habitantes de este país tan rico en diversidad biológica, geológica y mineral, debiésemos valorar que su explotación genera impactos hacia nosotros. Valorar el resultado económico por sobre el bienestar general es un camino sin retorno hacia la pérdida total de nuestros ambientes y la calidad de vida”, explicó.
La investigadora sostiene que los microorganismos son muy sensibles a los cambios ambientales y en el caso de los que viven en el mar, la disposición de relaves produciría cambios en las comunidades microbianas, lo cual, dañaría tanto a su diversidad como a su función. “Incluso, se afectarían los niveles tróficos superiores. Los ciclos biogeoquímicos y los gradientes ambientales (concentración de oxígeno, entre otros) en los océanos son fundamentales para los procesos globales de funcionamiento del planeta. Un cambio en estas condiciones, sin duda, tendría consecuencias gravísimas en el corto y largo plazo”, precisó.
A su juicio, el cual es compartido por los otros científicos de la UA citados en este reportaje, lo que Chile necesita actualmente es invertir en ciencia y tecnología (que en nuestro país sólo alcanza el 0,36% del PIB) y basado en eso desarrollar innovación, “alejándonos de la extracción sin límites de nuestros recursos naturales por sobre el equilibrio entre el hombre y su entorno. No proteger nuestros océanos significa no querernos a nosotros mismos”, concluye.
De esta forma hemos conocido la opinión de tres científicos sobre esta “idea”, que aunque sólo se trate de eso, es decir, de algo posible, despertó de inmediato la oposición de quienes desde sus diferentes áreas del conocimiento pueden aportar a una discusión que ellos esperan, no ocurra en el contexto actual.