En 1989, meses después del triunfo del “NO”, la Concertación se sentó a negociar con el régimen de Augusto Pinochet, pactándose una reforma a la Constitución de 1980 y gran parte de las leyes que hoy los ciudadanos pretenden cambiar. 

Tanto el régimen como la Concertación llamaron unidos votar por el SI en el otro plebiscito (si, hubo otro) donde se ratificó la Constitución del 80 con algunas pequeñas reformas que se “cocinaron” en negociaciones entre el oficialismo y la oposición de la época. 

Los ciudadanos confiaron en la promesa de que este era “un primer paso” y que una vez finalizada la dictadura y asumido el gobierno por Patricio Aylwin, respaldado por un congreso con mayoría de la Concertación, se realizarían los cambios más profundos, incluyendo aquellos que requerían quórum 2/3. 

Y así pasaron 30 años hasta hoy, donde claramente no estamos en 1989, una nueva generación de ciudadanos se moviliza en las calles y desconfía profundamente de los pactos a puertas cerradas de las coaliciones políticas.

Basta escuchar el clamor en cada una de las movilizaciones para notar que el descontento social es con la clase política en general y esto incluye a todos los partidos y coaliciones políticas. Las críticas e incluso agresivas “funas” afectan por igual a representantes de Chile Vamos, la ex  Concertación o al Frente Amplio.

No estamos en 1989. Pasaron 30 años y hoy la generación nacida en la larga espera por la alegría que para muchos no llegó nunca, busca hacer los cambios y corregir todas las injusticias que la clase política fue incapaz de realizar, además de escribir con su propia mano la carta fundamental sin tener que depender del apoyo de partidos políticos o financiar campañas para poder optar a un lugar en la asamblea.  

Si los poderes políticos son incapaces de ir más allá de la convención constituyente cocinada en el Congreso Nacional De Santiago y dar salida a la crisis con soberanía ciudadana, acogiendo las demandas de la comunidad organizada y los movimientos sociales, como es la participación efectiva o la democracia directa en la redacción de la constitución, elecciones anticipadas de Ejecutivo y Legislativo, mejora sustancial en las pensiones, fin a la privatización del agua, derecho a la vivienda, entre otras; es un hecho que las movilizaciones continuarán, con imprevisibles resultados.