En las costas del norte de Chile y el sur de Perú contemplar la fuerza del océano en espuma y brisa marina va más allá de la introspección, ya que estas amistosas olas mañana se transformarán en un devastador tsunami que hoy duerme debajo de los habitantes…

Entre dos y tres minutos: eso bastó para que en Antofagasta el 9 de mayo de 1877, no quedara ninguna botella en pie al soportar el embate de un terremoto 8.8º ocurrido en Iquique, que a las 8:30 de la mañana también destruyó Mejillones, Cobija y Gatico, para luego inundarlos en –por los menos tres- entradas y salidas del mar sobre los poblados costeros. Desde el sur de Perú al norte de Chile hubo consecuencias fatales, al igual que en 1868 con el terremoto de 9.0º que localizó su epicentro frente a las costas de Arica.

Este trauma histórico de aproximadamente 400 kilómetros de extensión más los trenes de olas que vieron y sintieron aquella mañana, pesó en los habitantes Cobija, que inició su decadencia portuaria y terminó trasladándose a Gatico, ubicado 10 kilómetros al norte, ya que la ciudad quedó completamente en el suelo y comenzó su lenta reconstrucción recién al alero de las incipientes gestiones del gobierno chileno, que asumió en 1879 tras la Guerra del Pacífico. El escenario económico era devastador: la minería fue afectada por grandes derrumbes dejando muerte en esta sociedad minera.

El Anuario Hidrográfico de Chile, escrito por Francisco Vidal Gormaz en 1878, data lo siguiente respecto a Cobija: “A los 5 minutos del gran remezón se vio hincharse el mar tranquilamente, sin una sola ola que lo rizase: pasó los malecones e invadió las casas en medio de un ruido espantoso, producido por las paredes, las tapias y divisiones de maderas que cedían al propio peso del agua. Todo el pueblo exhaló un grito de suprema angustia viendo, no con los ojos que no tenían luz, sino con la imaginación y con el corazón destrozado, que ya no tenían casa ni hogar. El mar subió hasta 11,9 metros sobre su nivel ordinario y cuando se retiró el ímpetu violento, lavó las ruinas que había producido su venida. Tres olas más se desbordaron, bajando cada una de su alcance primero, hasta que el mar adquirió nuevamente su nivel”.

El mismo documento señala que en Antofagasta “el mar comenzó a retirarse algunos minutos después del terremoto, dejando en seco la dársena del puerto y bien descarnadas las rocas ahogadas que le sirven de barrera, volviendo en seguida sobre la costa sin gran ruido (…) El mar se desbordó en tierra alcanzando una altura vertical de 3 metros sobre el nivel de los pleamares comunes”.

En el caso de Mejillones, el informe indica que esto ocurrió: “El mar se desbordó media hora después del terremoto sin hacerse sentir (…) En la primera salida del mar, la altura vertical alcanzada por la ola sería más o menos de 7 metros, arrasando muchas casas. En seguida se retiró descarnando la playa como 250 metros, haciendo su segunda invasión 15 minutos después, alcanzando una altura vertical de 11,5 metros, sobre su nivel ordinario, yendo a chocar contra las casas de la población con una velocidad vertiginosa, arrasando malecones, muelles, escalas de piedra y las dos primeras hileras de manzanas de la población que daban frente al mar. Como 45 minutos más tarde tuvo lugar la tercera salida del mar, ocasionando por toda pérdida de la población de Mejillones de Bolivia 810,000 pesos”.

Y compara: “El gran saco de la bahía de Mejillones permitió represarse a la ola sísmica en mayor cantidad que en otros puntos, como se puede comprobar comparando el fenómeno con el que ocurrió en Antofagasta”.

En 10 años ocurrieron dos grandes terremotos, lo que motivó a estas nuevas autoridades de Chile a concentrar las operaciones del gobierno en Antofagasta, haciendo crecer la ciudad, como puerto minero, que tuvo un silencio sísmico hasta 1995. Algo similar pasó en 2001 en Arequipa con un terremoto de 8.4º de magnitud.

El doctor en Historia de la Université Rennes 2 de Francia y en Antropología de la Universidad Católica del Norte, Damir Galaz, enumera los desastres naturales que vinieron, desde ese instante para los habitantes de actual Región de Antofagasta: Aluvión de 1912 (Gatico y Cobija); terremoto en Taltal en 1919; terremoto y Tsunami de 1922 (Antofagasta, Gatico y Tocopilla); terremoto en Pampa Unión en 1929; Aluvión 1940 (Taltal, mes de junio) y Tocopilla en noviembre 1940 (Gatico desapareció por este evento y Tocopilla fue gravemente afectada con una gran cantidad de muertos y daño al equipamiento urbano); Terremoto en Tocopilla 1967; Aluvión 1991 (Antofagasta); terremoto 1995; Terremoto de Tocopilla en 2007; Aluviones de 2015 (Tocopilla).

Comparación Histórica

Evidentemente si los sismos y tsunamis del siglo XIX volvieran a manifestarse la magnitud de sus daños sería menor, debido a la evolución transversal de la zona. Sin embargo, últimamente hubo múltiples daños causados por eventos similares en Tocopilla en 2007 con un terremoto 7.7º, Antofagasta en 1995 con un 8.0º, e Iquique en 2014 con 8.2º, lo que sí tiene relación con aquel pasado desolador.

Juan González, licenciado en oceanografía e investigador del Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres Naturales (Cigiden), entrega los antecedentes sísmicos de la zona y de Chile en este mapa (ver infografía 1), el cual permite dimensionar la relación histórica de estos fenómenos.

infografía 1

Técnicamente el mapa, además, retrata una acumulación sísmica de 140 años que va desde Iquique hasta Antofagasta. Tomando en cuenta estos datos, González en su tesis del Programa de Doctorado en Ciencias mención Geología de la Universidad Católica del Norte, que lidera el profesor de la UCN, Gabriel González, trabaja en una estimación de los daños que causaría un evento de grandes magnitudes desde Arequipa a Antofagasta.

Para eso estudia cuatro zonas de asperezas, donde se acumula esta energía: Arica, Iquique-Pisagua, Patache-Mejillones y al sur de Antofagasta. Lugares de acoplamiento intersísmico que estudian en Cigiden con diversos parámetros e instrumentos para medir su acumulación de energía y potencialidad sísmica.

“La zona principal que nosotros pensamos que ha acumulado una energía suficiente para generar un terremoto sobre 8.5 magnitud de momento es la zona que está entre Patache y Mejillones en la Región de Antofagasta. Es una zona con potencial sismogénico importante que puede generar un terremoto mayor, obviamente con un tsunami asociado”, afirma Juan González.
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Al llevar al tema a un área internacional, es posible comparar a Chile con Japón, ya que en el terremoto y tsunami de 2010 del la Región del Maule de 8.8º, denominado 27F, murieron 800 personas, mientras que en el de Tohoku, Japón, en 2011 de 9.0º, fallecieron 15.000 personas.

De acuerdo a González, en Japón murió gente en la zona de evacuación, porque privilegiaron la respuesta rápida por sobre la magnitud al momento de alertar y evacuar a la población. No sabían que era de 9.0º lo que se les venía y, por ejemplo, murió gente luego de evacuar verticalmente en una azotea.

En ambos países cambiaron los sistemas de predicción, prevención y acción frente a sismos y terremotos a partir de esas fechas, a pesar de que Japón tiene características y técnicas más vanguardistas para enfrentar estos fenómenos.

Japón por ser un país desarrollado tiene aporte económico gubernamental a la investigación científica en zonas de subducción más una amplia red de sismógrafos, GPS, acelerógrafos, equipamiento en las zonas costeras y en el océano, una red de cableado de información en el fondo marino. Chile luego 2010 se avanzó en sistema de alertas, implementación y mejora en redes de sismógrafos, trabajo con redes de GPS y mejoras de protocolos”, comenta González.

“Nuestro conocimiento de la zona de subducción llega hasta la costa actualmente, el resto lo podemos modelar, podemos hacer interpretaciones, pero en realidad no tenemos dato duro para medir. Nos falta esa parte para crecer como país, si uno lo compara con Japón”, agrega González.

Paola Dávila, doctora en Oceanografía, precisa que los países que conforman el “Cinturón de Fuego del Pacífico” cuentan con un sistema de detección temprana, consistente en un conjunto de boyas que permiten detectar la variación de la altura del nivel del mar, con sensores de presión. Estos dispositivos permiten detectar si una onda de gran amplitud se propaga hacia la costa, y mediante una comunicación satelital dar aviso al sistema internacional de alerta de tsunami para alertar a todos los países que pudiesen estar afectados por este fenómeno.

A nivel local, señala el comandante y gobernador marítimo, César Cruzat, la Armada de Chile a través el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (Shoa), opera el Sistema Nacional de Alarma de maremotos (Snam) y representa oficialmente al Estado de Chile ante el Sistema Internacional de Alerta de Tsunamis del Pacífico desde 1966. El cual funciona como en este esquema (ver infografía 2).
infografía 2

Específicamente en la Región de Antofagasta, Cruzat asegura que “la región está incorporada al Sistema Nacional de Alerta de Maremotos, para lo cual posee 5 estaciones de marea (Tocopilla, Mejillones, Antofagasta, Paposo y Taltal) y una boya DART-4G ubicada a 150 kms aproximadamente al oeste de Mejillones… estos sensores envían información directamente a Shoa – Sala Snam para que puedan prevenir y alertar a los canales de comunicación dispuestos en el Sistema Nacional de Alerta de Maremotos”.

A su vez, el Shoa diseña cartas de inundación de los diferentes niveles de inundación máxima producidos por un evento de tsunami. Mapas necesarios para conocer de antemano cuáles serían las zonas de seguridad y de impacto de estos. También contribuyen al desarrollo urbano, ya que definen las áreas adecuadas para construir colegios, hospitales, etcétera.

Por su parte el director regional de la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior y Seguridad Pública (Onemi), Ricardo Munizaga, destaca el trabajo del Centro Regional de Alerta Temprana (Cat) de la región, donde se mantiene un monitoreo 24/7 de las condiciones riesgo a nivel regional, enlazado a través de sistemas redundantes de telecomunicaciones.

A esto le suma 120 informantes de mercalli capacitados junto a personal del Sistema Regional de Protección Civil, que entregan -en tiempo real- las intensidades de un movimiento telúrico, lo que permite identificar la mayor percepción del daño en relación a un evento de estas características y tomar decisiones oportunas tal como una evacuación preventiva por amenaza de tsunami.

En Antofagasta también existen mapas de inundación que facilitan conocer los riesgos del lugar que habitamos y trabajamos. También la ciudad cuenta con señaléticas de zonas de seguridad por sismos y áreas de evacuación por tsunamis.

Munizaga, además, especifica que se ha aprendido de los últimos eventos, entre ellos el 27F, y han aplicado mejoras como el mejoramiento de las capacidades del Centro de Alerta Temprana, despliegue y monitoreo 24/7 en las 15 regiones, robustecimiento de la Red Sismológica Nacional, entre otras medidas.

Entre estas figura una implementada luego del 27F. Se trata del Sistema de Alerta de Emergencia (SAE) para celulares, que se aplicó en la Región de Coquimbo en 2015. En aquella ocasión los antofagastinos fueron evacuados a zonas seguras con esta alarma de tsunami que fue complementada con conexión entre las personas vía aplicaciones como WhatsApp.

Lo anterior permitió la disminución de víctimas, ya que en 2015, en la Región de Coquimbo, murieron 15 personas, a diferencia de los 500 del 27F. Aquí también influye el entrenamiento de la gente de ciudades y poblados costeros en cuanto a evacuación.

De acuerdo al geógrafo hidrólogo y director del Centro Ingeniería en Mitigación de Catástrofes Naturales (Cimcn) de la Universidad de Antofagasta, Jorge Van Den Bosch, los terremotos se comportan de una forma caótica, por lo que es imposible predecirlo. Da un ejemplo: sabemos que medimos 1.10 centímetros y 5 milímetros, llegar a esos milímetros es una precisión extraordinaria, pero los terremotos funcionan en el orden del caos (un orden de sensibilidad simple que no podemos distinguir si algo se mueve), es decir, obedecen a cifras más pequeñas, 10, 9 espacios detrás de la coma, según el geógrafo.

Por eso los únicos que han predicho terremotos a nivel mundial son los chinos, tomando en cuenta estas variables: día, lugar, hora y magnitud.

“A finales de los setentas hicieron cinco predicciones, en Haicheng (ocurrido en 1975 y de una magnitud de 7.3º) evacuaron 1.200.000 personas y murieron 1.200 que desobedecieron”, explica Van Den Bosch.
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Las cualidades de esos terremotos permitieron hacer predicciones de largo, corto e inminente plazo, sin embargo, eso no significa que el resto de los terremotos haga lo mismo.

“Por eso hicieron cinco buenas (predicciones) y el resto se equivocaron. Y la segunda condición del equipo de predicción chino era que era de la mano de Mao Tse-Tung y su ministro Zhou Enlai, que ordenó a los sismólogos a hacer predicción, les dijo ‘si se equivocan la responsabilidad es mía, no de ustedes’. Bajo esas condiciones era bueno trabajar, porque por una mala predicción mueren 250 personas de un millón, chocan, corren, etcétera”, relata Van Den Bosch.

A pesar de estos niveles de destrucción que provoca un terremoto y posterior tsunami, no es la única forma de desatar una de estas catástrofes. La oceanógrafa, Paola Dávila, explica que generalmente ambos eventos de interrelacionan, lo que gatilla un desplazamiento vertical de la columna de agua, generando un movimiento ondulatorio que se propaga en todas las direcciones a través del océano.

Sin embargo, “existe otro tipo de fenómenos que podrían generar un efecto similar en la columna de agua como el deslizamiento de una gran cantidad de tierra al mar, o la caída de un meteorito de grandes proporciones, o incluso la erupción de un volcán submarino también de grandes proporciones”, cuenta Dávila.

Daños y responsabilidades

En el caso de Chile, los sismólogos no han podido predecir terremotos como los más recientes del norte y el 27F. En el caso de Antofagasta, en 1995, no hubo una masiva destrucción con el evento con epicentro a 20 kilómetros al mar entre la capital regional y Tocopilla, con el que murieron tres personas.

Estábamos cerca del epicentro, con esa magnitud (8.0º) debían caerse todas la casas, los edificios probablemente podían resistir”, aporta el geógrafo Jorge Van Den Bosch. La explicación: la roca sobre la que está construída la ciudad disminuye la aceleración destructiva de la onda del terremoto. Por eso se desmoronaron balcones y edificaciones anexas a las originales, como la virgen de la Catedral Corazón de María al sur de la ciudad, que hizo lo propio en 1995.

El complejo habitacional de El Curvo también sufrió significativos daños, lo más notorio fue el desprendimiento de sus balcones por el movimiento sísmico. A esto hay que sumar factores que aumentan los riesgos como son la oxidación de la enferriadura, el peso de los propios balcones, la entrada de agua, la humedad salina de la ciudad, entre otros.

El arquitecto, Carlos Díaz, recuerda que posteriormente al terremoto llegó a Antofagasta una comisión japonesa a estudiar sus consecuencias. “Ellos le llaman efectos latigazo, que es el último efecto del movimiento sísmico y repercute en elementos ornamentales de las edificaciones que colapsan: cornisas, balcones mal construidos, que no son del alma del edificio, sino adheridas. Cayeron y se rompieron, y se reventaron los pilares de los estanques de hormigón. Después de eso ya no podía usarse ese diseño”, comenta Díaz.

El ex alcalde de Tocopilla, Fernando San Román, recuerda que el 14 de noviembre de 2007 el terremoto se produjo durante la tarde, mientras había clases y jornada laboral. Por lo que desorientó a la población que sufrió daños en más de 5 mil viviendas junto a infraestructura escolar, de salud, en su municipalidad y en la comisaría de Carabineros.

En el proceso de reconstrucción yo creo que hubo descoordinaciones, se priorizó mal. (Luis) Moyano (alcalde en ese instante) reconstruyó primero municipalidad y dejó al final a las escuelas. Los estudiantes estuvieron años en contenedores en la playa. Durante el primer gobierno de Bachelet se construyó más del 70% de las viviendas, pero Piñera, con el saldo que le quedó, no lo terminó. Y volvió el segundo gobierno de Bachelet y finalizó. No es que haya sido maravilloso, pero hay que ser justo”, afirma San Román.

Y complementa con que “el tema del terremoto fortaleció la organización de la gente, estuvieron en mediaguas en el periodo de reconstrucción. Se fortaleció el tejido social con esto trágico, se saca la organización de los vecinos”.

Hoy

 Con estas consecuencias y aprendizajes al haber, los expertos estiman cómo la Región de Antofagasta podría enfrentar un terremoto de gran magnitud. Por ejemplo, uno de 9.0º con posterior tsunami, que es uno de los 400 escenarios probabilísticos que cubren las posibilidades de terminar con la brecha sísmica del norte de Chile, de acuerdo al estudio de Juan González (ver infografía 3).
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Este evento se ubicaría en una zona cercana a Tocopilla como epicentro y en Antofagasta un tsunami alcanzaría la altura de 15 metros de inundación, equivalente a un edificio de cinco pisos, con una penetración de 800 metros aproximadamente, es decir, alrededor de 8 cuadras (con tope en calle Matta).

En estas circunstancias la inundación sería mayor en Mejillones, que posee una bahía cóncava, muy plana y podría llegar a los 20 metros sobre el nivel del mar.

Si bien en Antofagasta es menor que en Mejillones, hablamos de una inundación en torno a 14, 15 metros, es una inundación letal, va producir muchos daños. Una inundación importante en la zona central, del mall por ejemplo”, relata González.

Esta inundación -de acuerdo al estudio que prontamente presentará González- llegaría mediante trenes de onda en forma rápida al borde costero. “Entonces tendríamos un primer arribo que no debería superar los 10 minutos, después un segundo arribo más importante en torno a las 50 minutos y finalmente una onda que debería arribar a los 90 minutos. Esos serian tres pulsos de inundación que deberían llegar a la ciudad”, indica el oceanógrafo.

González ilustra indicando que “es un bloque de agua que va avanzando e inundando, no es una gran ola, y que al avanzar no pierde energía, a diferencia del rompimiento de la ola”.

Ricardo Munizaga, director regional de la Onemi, comenta que “la preparación de todos estos sectores (centro y mall) ha sido fortalecida con un aumento en la realización de simulacros, campañas de prevención y difusión, capacitaciones comunitarias y de juntas de vecinos, entre otros”.

Por su parte, Van Den Bosch, afirma que “Antofagasta, particularmente, tiene una expectativa de recibir cargas de tsunami en el futuro, debido a que es una ciudad muy alta y tiene un fondo marino extremadamente abrupto, que permite que se refleje gran cantidad de energía de los tsunamis, que se golpeen contra ese muro marino y se regrese la energía hacia el pacífico. A nosotros la naturaleza nos construyó un muro marino”.

De acuerdo a Van Den Bosch, al avanzar cuatro kilómetros mar adentro en Antofagasta hay 400 metros de profundidad, a diferencia de Arica, donde al caminar 50 kilómetros hay 100 metros de profundidad.
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A pesar que los expertos se contraponen en ciertas formas de abordar el problema, concluyen con un factor ideal para mitigar estos riesgos es la educación de la población, que técnicamente ha aumentado desde 2010 a la fecha, ya sea a través de ensayos de evacuación como de información respecto a sismos y tsunamis.

La educación es la palanca más importante para mitigar desastres, porque lleva a enseñar correctamente a pararse y resistir y quedar de pie ante los eventos. A mi juicio, hasta ahora en los gobiernos de Chile y el mundo todavía la gente no ha tomado conciencia del tema y no ha hecho lo correcto que es educar desde pequeño para pararse frente a los eventos, ni siquiera el gobierno de Japón”, afirma Van Den Bosch.

Tarde o temprano, las olas cándidas de la costa se transformarán en un tsunami, debido al silencio sísmico del norte de Chile y el sur de Perú. No es algo poético para esperar y contemplar con calma, sino una advertencia para estar preparados transversalmente, teniendo en cuenta factores como el horario. ¿Qué pasará si llega el tsunami y su ser querido está estudiando o alejado de usted? ¿Qué podría suceder si lo sorprende un terremoto en el estacionamiento de un centro comercial y cuenta solamente con 10 minutos para evitar la primera entrada de agua?

Los terremotos son como las fracturas en los futbolistas. Cuando se fracturan una rodilla es probable que se fracturen en la misma rodilla, porque es una zona de debilidad. Los sismólogos en general estudian las fractura que se producen en la tierra y más o menos ellos entienden que se producen en los mismos lugares. Se producen cada cierto tiempo de recurrencia, entonces podemos estar casi seguros donde va a ocurrir un sismo grande, pero no sabemos cuando va a ocurrir”, concluye Van Den Bosch.