A semanas de las próximas elecciones municipales. Nuevamente los electores seguirán apoyando –guste o no- lo que se ha denominado de manera peyorativa el duopolio político-electoral del país. Más bien, podría plantearse la siguiente pregunta: en el contexto del malestar actual con la política y sus instituciones ¿seguirán los electores apoyando de modo mayoritario a las fuerzas duopolicas?
Desde que empezó la re-democratización a principios de los noventa han sido dos las fuerzas políticas que han dominado el proceso político, legislativo, ejecutivo y mediático: la Concertación y la Derecha. A esta hegemonía política se le ha llamado duopolio.
Las cifras lo confirman en todos los niveles de la competencia política. A nivel presidencial vemos que en el ’89 hay tres candidaturas y las fuerzas duopolicas concentran el 85% de las preferencias; en el ’93 –con 6 postulantes-, los pactos dominantes concentran el 82% de los votos; en el ’99 logran el 95% con seis candidaturas; en el 2005 concentran el 95% con tres pactos en competencia –suponiendo que Lavín y Piñera forman una sola lista-; y finalmente, en el 2009 se produce la primera y significativa fractura del duopolio a nivel presidencial cuando ambas fuerzas sólo logran concentrar el 74% de las preferencias en una elección en la que se presentan cuatro listas.
A nivel parlamentario las cifras son similares. En los Diputados, la concentración de votos en el ’89, ’93, ’97, 2001, 2005 y 2009 es del 86%, 92%, 87%, 92%, 91% y 88% respectivamente. A su vez, el número de pactos en competencia es de 7, 4, 5, 5, 4 y 4 respectivamente. Del mismo modo, el número de partidos es de 15, 14, 11, 9, 10 y 12 respectivamente.
En los Senadores la concentración promedio que alcanza la Derecha y la Concertación llega al 90%. El número de pactos es igual a lo que ocurre en los Diputados. Sin embargo, el número de partidos en competencia es inferior llegando a 13 en el ’89, a 11 en el ’93, a 9 en las senatoriales del ’97, 2001 y 2005; y, finalmente, en el 2009 los partidos que compiten por un cupo llegan a ocho.
A nivel Municipal sigue el dominio duopolico. En las municipales del ’92 ambos pactos logran el 83% de las preferencias. Luego, suben su votación de manera importante en el ’96 al 87% y en el 2000 al 92%. En dichas elecciones el número de pactos en competencia es de 5, 6 y 5 respectivamente. Desde las municipales del 2004 la elección de Alcaldes se separa de la de Concejales.
En ese contexto a nivel de Alcaldes la concentración duopolica llega en el 2004 al 84% y en el 2008 al 80%. En los Concejales, en el 2004 llegan al 86% y en el 2008 al 82%. En relación al número de partidos en el 2004 compiten diez y en el 2008 ocho; agrupados respectivamente en cincos y seis pactos.
Nuevamente hago la pregunta: en la actual coyuntura en la que se habla de que hay una crisis y que de no mediar soluciones de fondo –como una Constituyente- se puede producir un reventón profundo ¿seguirán los electores favoreciendo electoralmente a las fuerzas duopolicas?
Y del mismo modo, ¿se manifestara el malestar ciudadano a nivel electoral?; ¿se manifestara en términos electorales el desprestigio de la política y sus instituciones?; ¿se expresara el descontento con el duopolio? No voy a plantear hipótesis a los posibles resultados y consecuencias. Esperemos que llegue el día de la elección y los ciudadanos respondan las preguntas.
Quisiera, no obstante, relacionar este duopolio con el sistema electoral vigente: el binominal. Surge una pregunta, ¿el “consenso duopolico”, es consecuencia del binominal?
La respuesta es no.
En primer lugar, por el hecho de que se trata de un “duopolio de pactos”: la Concertación y la Derecha. No hay que olvidar que el “consenso duopolico” está integrado por seis partidos que han dominado la política chilena por décadas. Este hecho, por tanto, explica de algún modo que ambos pactos concentren altos niveles de votación. En las parlamentarias de Marzo de 1973 son los mismos partidos que dominan la política y concentran más del 80% de las preferencias. En rigor, sólo faltan los comunistas para repetir la matriz partidaria de los últimos ochenta años. También, en rigor, parece que ya forman parte de la mesa duopolica. En definitiva, el duopolio sólo existe como pacto; y por tanto, no es consecuencia del binominal.
En segundo lugar, porque la elección es anterior al momento en que los votos se transforman en escaños. De hecho, las cifras que hemos descrito y que dan cuenta de la concentración de votos -en dos pactos a nivel presidencial, parlamentario y municipal- no sólo son muy altas, sino también anteriores a su conversión en cargos público. En efecto, primero se vota y luego se transforman los votos.
Esto, por tanto, nos lleva a la hipótesis de que la única manera de romper el binominal es desde la urna. Y ello, no ha ocurrido porque no han surgido ofertas distintas a las dominantes que tengan capacidad competitiva. Mientras los comunistas no pudieron y terminaron formando parte del duopolio; Meo y su progresismo hibrido a nivel presidencial abrió una puerta; pero, a nivel parlamentario no pudo. Se verá, en las próximas elecciones sus rendimientos electorales. Que no exista oferta competitiva, ¿es problema del binominal?
Sólo en quince oportunidades se ha logrado quebrar el duopolio binominal. Y ello, ha ocurrido porque la oferta ha logrado seducir –por distintas razones- a los electores. Dos peguntas: ¿por qué no han surgido alternativas políticas y electorales que logren rompen la dinámica de los últimos años?; y cuando han surgido ¿por qué han sido tan débiles? Nuevamente, la respuesta está en los electores y sus decisiones.
La concentración de votos, por tanto, es el resultado del comportamiento electoral. Esto, no se puede perder de vista. Este hecho, explica porque en las elecciones presidenciales, de Alcaldes y de Concejales sigue manifestándose el dominio duopolico; es decir, de los partidos que lo conforman.
Por tanto, no hay que olvidar que en una lógica proporcional –o en un binominal ajustado- las fuerzas políticas dominantes serán las mismas de hoy. Seguirán dominando el ejecutivo, el parlamento y el poder local. Quizás, ha llegado el momento de buscar los problemas de la triple crisis “en la política” no en la instituciones, sino en los actores y en sus conflictos, en sus egoísmos y en sus ambiciones.