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Martes 3 de Diciembre del 2024 14:55

Crónica de Juan Pablo Rudulffi: Animal

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Juan Pablo Rudolffi Ugarte
Juan Pablo Rudolffi Ugarte
Nacido el 20 de Diciembre de 1990 en el campamento minero de Chuquicamata, de entre un menjunje de padres y madres. Nieto de salitreros, pobres italianos, peruanos y alcohólicos, torturados políticos y profesores normalistas chilenos. Su primera publicación, en el netlabel www.cumshorecords.cl, ocurre siendo aún estudiante secundario (2008). Algunas de sus obras más destacadas son: "Recolección inhumana", "Pupilas tristes", "ausencia y otros relatos etílicos" y "Tierno resplandor" (2011). En el año 2009 inicia sus estudios de Licenciatura en Artes Visuales, en la Universidad Arcis, que sirvieron para la inspiración de la novela “Tierno Resplandor”. Actualmente escribe la Crónica Literaria del Domingo en el Diario de Antofagasta.

ANIMAL

Cuando saltan los camellos, burreros congelados de tanto andar, caen las estrellas también en el desierto más árido del mundo, los cerros se ven enormes, la cordillera con toda sus dificultades, “anda a un par de kilómetros en la piedra con forma de mesa, espera el 4×4 que te llevará, no digas nada nene, solo sube tu culo a ese auto”.

Y así pasan todos esos kilómetros caminando, mascando la coca para no quedarse dormidos, parando cada cierto tiempo para beber Pingo-Pingo en agua caliente, (¡llenaos todos de energía!) y aprendido los pasos de memoria por que no existen linternas por que ellas delatarían el paso de esas lamentables ánimas que recorren esos kilómetros cada cierto tiempo.

llevarán luego mucho dinero y heridas de balas de la policía fronteriza y una que otra marca eterna en el rostro por el combate con alguno de los hambrientos animales que luego lamentarán haber molestado al indio, porque al indio no le dificultó tomar su pistola y darle en la cabeza, luego bajo su cremallera y erecto empezó a bombearle al fiambre, por que el indio ya llevaba mucho tiempo caminando y necesitaba botar tanto amor acumulado en sus cocos, entonces apretó sobre la cola de aquel animal y pretendió hacerlo lento y tranquilo y así acaricio también el cuerpo sin vida y mancho un poco sus dedos de la sangre que aun flotaba tibia de la cabeza, al final el indio eyacula y deja ahí aquel cuerpo, sin siquiera limpiarse sube su calzoncillo y continua el camino…

Es necesario algo de marihuana supone el indio, pero claro que no podría hacerlo, correría riesgos de perderse o demorar más de lo que estaba presupuestado, al fin el indio camina y mete tabaco en la pipa y la prende y deja que el estallido febril de esa inmensa noche llene sus pulmones nicotínicos de ese aceite perfumado tal como el Réquiem de Mozart, entonces la gente en la ciudad ni se entera de que en el desierto pasa un tío en la noche, y pasa solo, siempre solo…

Al fin llega a la roca de la mesa y ahí un vehículo negro 4×4 espera, un tipo baja el vidrio del auto y lo insistía a informar, el indio no dice nada tal como le habían dicho, de ese modo el indio se desentendía, la clave era aceptada y solo esperaría la paga, pero se cabrea el loco que maneja el 4×4, y desde la ventana de atrás se asoma otro muchacho que desfunda su caños y “PUM, PUM, PUM, PUM” ahí está el cuerpo del pobre indio violeta de animales tirados en el piso, cagó nomás, y la sangre se asoma de todos lados llenando aquella arena blanca y virgen sin rastros de vegetación y se arma un panorama y todo incita y calza y ahí está el cuerpo oscuro del pobre indio, con marcas de años y niños esperando en las ciudades.

Los ojos del indio quedan encendidos como los porros que se fuman en el parque de los lolos, porros que alguna vez fueron tocados por el indio, indio que ahora solo es sangre y tierra y pedazos de nostalgias por que nadie recogerá
el cuerpo del indio… de seguro lo comerán los hermanos del animal que el indio mató, quizás es el karma, tal vez en que está pensando Dios, ¿divino?, el indio si haciende a los cielos, resucita por que a dejado felices a los tipos del 4×4, que serán ahora los tíos condenados a la muerte en este karma infinito.

¡ apresurados, que los chicos en el parque aún esperan por unos “peruchos aceitados”, o “chilombina esfervecida”, o “paraguazo descalzado”! Así que los otros muchachos sacan la droga y viajan a la ciudad.

Una noche me despierto al alero de la melancolía, ya el vino se ha desparramado por todas las durezas del planeta tierra, estoy hediondo, enormemente hediondo, convertido en un animal, uno veraz y vengativo uno que recuerda con desgracia los nacimientos, pero ahí un cuerpo a mi lado, un cuerpo apagado que podía estar muerto, podría estar herido, o podría no ser mas que la chica que duerme conmigo, en fin no lo sé, es esa confusión de piedras y cañones, de explosiones completas generadas al milagro de la ascendencia, de las viudas que se carcomen el paseo, llegó al fin la pasta base a mi ciudad, al fin llegó, y ya ni un corazón sufre condena, ya es mentira la eternidad en el poema de las tradiciones, ya no es cierta la bebida y los clichés del sexo, por que continentes y regiones no existen, y además nadie quiere lidiar con un cuerpo muerto con la cabeza ensangrentada, por que estamos difónicos de tanto gritar, cantar y fumar…y luego…. luego ahogarnos en las mentiras de la familiaridad que injustificada hace cada muerte.

Y la noche anterior bebimos el vino conversando de literatura y de que más, discursando eufóricos esta derrota de agónicos, es por eso que la continuidad no tiene más que ver con el pensamiento, ya nada tiene que ver con los libros, ahora es decisión de la humanidad, tal como todas la decisiones de siempre.

Esta crónica con afán de cuento no tuvo más opción que terminar como el cuerpo del animal, muerto y violado, ya no hay más palabras para ustedes… Pipi

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