Los nuevos políticos con escasa trayectoria y los que tienen una larga caminata en el dominio público, siempre recurren a los mismos argumentos para responder a las noticias o publicaciones periodísticas cuando están no van en el sentido que ellos desean. El complot, la falta de profesionalismo, son algunos de los motes utilizados para descalificar el trabajo informativo.

Esta semana hemos visto como el Intendente Diaz y el Senador Araya responden, o mas bien atacan, a sendos medios de información por publicar noticias o análisis que no les son favorables según sus propias ecuaciones.

El intendente respondió nominativamente a una periodista de un periódico local debido a una publicación sobre el funcionamiento del equipo del gobierno regional. La acusó de no hacer correctamente su trabajo y puso en duda su profesionalismo.

Por su parte el Senador Pedro Araya, cuando una encuesta le da solo un 2% de aprobación en la región, acusa al medio periodístico y sus propietarios de actuar parcialmente y por intereses particulares que le son hostiles hacia su persona.

Desde la derecha hasta la izquierda acuden a estas viejas mañas para descalificar, al mismo tiempo que agreden a sus supuestos detractores, que no son otra cosa que informaciones que conciernen su labor política, de la imagen que dan estos actores y de su actividad pública.

Como reza el refrán popular, “el rengo le echa la culpa al empedrado” y en estos dos casos se aplica perfectamente. Los periodistas y los medios no son responsables del pobre porcentaje que obtiene el Senador Araya tras una encuesta sobre la aceptación de su acción por la población antofagastina. De la misma forma y a pesar de su exigua experiencia, el intendente Diaz utilizó las mismas recetas que los viejos políticos. Los periodistas no son responsables de la organización y funcionamiento del equipo que ha formado el intendente para acompañarlo en su trabajo, ellos solamente dan cuenta de una realidad que se observa, que se percibe y es el auditor, lector o televidente que hace su propia interpretación.

También podemos observar y prever, que estos dos personajes públicos tienen ambiciones que en el futuro se concretarían por candidaturas a puestos de representación popular.

El Senador Araya no disimula, en realidad, su deseo de buscar su reelección y para ello ha manifestado la necesidad de crear una amplia coalición que va desde el Frente Amplio hasta los actores de la antigua Nueva Mayoría. La zigzagueante trayectoria partidaria del Senador Araya quien nos tiene habituados a pasearse a través de una gran parte del espectro político terminando por presentarse como independiente, ha diluído su identidad política.

Recordemos que fue el primer vicepresidente de la Cámara de Diputados en el gobierno Piñera I teniendo como Presidente a Patricio Melero, de la UDI y quien apoya hoy al Diputado Macaya. En un sentido contrario al discurso que declama estos últimos tiempos, hace un poco más de ocho años el llamado a coalición amplia iba más bien hacia la Centro Derecha, por el intermedio del hoy fallecido Adolfo Zaldívar y el entonces nuevo partido llamado PRI… un partido que hoy se encuentra en el oficialismo de derecha.

Será a través de ese mismo nexo que aparece el nombre de su hermano, Jaime Araya, aún muy presente en las redes y medios locales, dando lecciones de moral política, saliendo a la palestra por un boleta de 12 millones de pesos emitida a Soquimich. A la diferencia de él, la presencia del Senador en la región ha sido bastante menguada y por ende su auditorio ha ido reduciéndose como lo prueba la poca cantidad de seguidores que tiene en redes sociales, y eso a pesar de tener insignes periodistas y otros asesores en comunicación.

Denostar, ningunear, descalificar, son viejas mañas de los políticos que han contribuido, entre otros vicios y comportamientos, a desvalorizar la actividad pública. Pero resulta casi dramático que aún no comprendan que estas actitudes, sobretodo hoy en día, a la hora de más transparencia y horizontalidad en las comunicaciones, tienen automáticamente el efecto de un bumerán y en ningún caso los hacen ganar votos para sus pretensiones electorales. Todo lo contrario. Pero quizás en algunos casos más que en otros, estas actitudes erróneas sean, después de todo, hasta saludables.