Y un día entre el querer escapar de una rutina, me acordé de esa novela que estaba posando en mi estantería. Y me pregunté si acaso todas esas historias seguían o tal vez eran ya otras. Decidí ir en busca del escritor de esta obra, la conocida “Tierno Resplandor”, y quería saber que había ocurrido con Juan Pablo Rudolffi.
Esa semana tomo noticias de él, y no eran quizás las más gratas, pero tampoco las más absurdas conociéndole, estaba en mi misma ciudad pero esta vez en un Psiquiátrico, y fue cuando más certeza tomé que es un grande entre las plumas, porque esta vez tiene otro libro: Sabor a Frutillas.
Nos reunimos, quería hacerle una entrevista. Nos juntamos, el sentado tras un mesón de madera, con su computador negro al que le llamó el Caballo Negro, me comentaba Juan Pablo Rudulffi ” este Caballo Negro corre como un animal de carrera pero no siempre gana, claro esta”. Lo observaba, rodeado solo de muros Violetas, se sienta en una sillita de madera demasiado incomoda, y más tarde encontré la explicación de todo “El color Violeta me tranquiliza y creo que cuando estoy incomodo, como en esta silla, las ideas empiezan a correr nuevamente. Me siento un jinete montando mi Caballo Negro y apuesto a sacar mis demonios sensibles y ponerlos en algún papel”.
Supe que sería una gran conversación.
-Hace tiempo que no conversábamos Juan, pero si hemos tenido noticias tuyas. También hemos recibido tus Crónicas. Cuéntame, ¿cómo te sientes hoy, como persona?.
-Este último tiempo ha sido difícil, creo haber obtenido una maduración en mis textos, pero nada es gratis, me he metido en los personajes y me ha costado salir… sin querer terminé como uno de ellos, pero eso lo verán más adelante, en una Novela semi autobiográfica que será la sorpresa para algunos meses o tal vez más.
-¿Y cómo el escritor?.
-El poeta está pariendo en el engranaje mayor de las constelaciones, está haciendo vida sin tener la suya propia. El poeta es un pescador, un asesino, un criminal, aveces se muere entre rosales en una ciudad seca e imagina el campo con compasión por la animalía. El poeta aveces bebe… bebe un despreciable trago amargo, pero cuando duerme…es ahí justamente cuando el poeta se siente muerto y deja que salga el semen de la virtud para armar pegajosas páginas que hablan aveces del amor.
-Tu primer libro, El Tierno Resplandor, ese que también nos contaba del alcohol y el amor. ¿ Cómo fue recibido por el público?, ¿muchas críticas?, ¿te camio la vida esta obra?.
-El tierno resplandor es mi hijo mayor, el elemental, ha sido para mi durante mucho tiempo símbolo de orgullo y de los peores reproches que un hombre se puede dedicar. Ha sido criticado por distintos personajes de la literatura, pero en mis tardes de conversaciones con don Fernando Quilodrán (el poeta y Director del Diario el Siglo) aprendí que la rapidez aveces saca canas… he madurado la forma de escribir mi prosa espontánea, y he empezado a corregir. Es muy probable que pronto salga una nueva edición de aquella novela.
-Juan y de ese cambio que tuviste, ¿ extrañas algo anterior?, ¿prefieres esa vida nueva?, ¿o sientes y vives una realmente distinta hoy?.
-Me gustaría citar al gran don Jorge Manrrique para responder esta pregunta, con un pedazo de su copla para la muerte de su padre.
“Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquier tiempo pasado
fue mejor.”
Todo el tiempo vivo en un pasado rosa y en un futuro azul, es el principal culpable de mis desventuras.
-Y de todo ese cambio, del pasado que mejor fue y que espera un futuro Azul, donde hay toda una vida entre la cordura, la locura, la felicidad, la pena y todo ese menjunje es que nace tu segunda obra. Podríamos decir que es un Rudolffi con Sabor a Frutillas. Primero que todo, ¿Por qué las Frutillas?.
-La Frutilla es la fruta ácida que más dolor me provoca al comer, pero que más admiración siento al observar. Esta obra nueva es una colección de 4 cuentos cortos y un poema que escribí durante mi temporada en el Psiquiátrico de la Clínica Oriente en Antofagasta. Nacieron bajo la necesidad de propagar aquellas historias que chocaban todo el día, desde el suero hasta la taza de leche, desde las nubes de nicotina, hasta las frías mañanas con los Mioporos y las soledades.
-¿El tiempo en la Clínica que significa para tí?
-Significo, vivir una experiencia, desarmada, un oleaje lleno de pastillas, estar sobrio mucho tiempo, cosa que no sucedía hace harto.
– Jajaja, ¿ Y ya no puedes beber?.
-No, jajaja pero por un tiempo… mientras tome pastillas.
– Pastillas, alcohol, y esa sociedad que está ahí desapareciendo y apareciendo, que se nubla y resplandece, que nace que muere y se niega a morir. ¿Crees que le hace falta de más plumas que se fijen realmente en las personas?.
-Me interesan de sobremanera los lectores, pero algo más para responder no tengo… claro está que vivimos en una sociedad decadente, donde los gobernantes han perdido la noción de la belleza, y el frió deja de ser real,así… todas las situaciones.
-Y de todos estos cuentos Juan Pablo , ¿Qué es lo que esperas?.
– No espero nada…
Finalmente, para irnos despidiendo de esta conversación necesaria en una Juventud que no es escuchada, que muchas veces no es valorada y que también, quizá sin darte cuenta has influido para que esto no siga ocurriendo. ¿Cuándo ya podremos deleitarnos con esas Frutillas que nos llevarán a otro postre?, o quien sabe a ser parte del mismo. ¿el lanzamiento para cuándo?.
Espero que este listo para fines de Julio, y estamos trabajando para que el primer lanzamiento sea en la ciudad de Antofagasta, donde nacen estos cuentos.
-Un placer haber conversado contigo Juan Pablo Rudolffi, ¿Algo que agregar?
– Ahora me despido, muchas gracias por todo querida amiga y les regalo un poema, para este Diario maravilloso y para todos quienes lean esta entrevista. Este poema sale en el texto, Sabor a Frutilla.
Antofagasta 15/06/2013
Asunto: Carta de Invierno
I
Ahora que el rocío estalla en la mañana
Puedo desatarme como lo hacen las mariposas tras su descanso
Y furtivo reclamar ojales para aquel frío
Que alguna vez nos perteneciera.
Caminarás tras ferrocarriles en el alba
Enclaustrada en la monotonía de la paz
Pero como un perro o un viejo gato
Vivida reencontrarás lo que alguna vez nos perteneciera.
Es el frío, el frío y la lluvia causal de desamores
De confusiones “anormales”
-como lo diría la ciencia-
No alcanzaran poemas para tantos
Tantos y tantos segundos deprisa
En el rincón
donde alguna vez encontrarás los que nos perteneciera.
Me pregunto ¿cómo estás? y me sostengo en las ramas del triste árbol
Juego con los pájaros al sueño de desatino
Envenenado completamente
De lo que alguna vez nos perteneciera.
Hace frío y es tarde
Las cantimploras lloran gotas de navíos
Que ya no vuelan
Cansadas bajo el trino
Como en negro bosque de serpientes y miel
Sé exactamente dónde estás…
Hago la confesión después de las confiesas alas
Y claro está que tirité
No olvidaré tu estampa ni tu mensaje
Encapsulado en las campanas de enredaderas,
En el verde oscuro de las cinco de la mañana
Caminaré sereno por el espiral
Con tu esencia al hombro
No olvidaré tu mirada
Ni tu espera
Ni el invierno que alguna vez nos perteneciera.
II
Vengo de la noche cargando el crimen de los sauces
Vengo de la noche amortiguando en pimientos de escaparates
Tendencia zen de animalias y sortilegios
En la carpa espero a que me tape el invierno
Vienes del terciopelo acomodado de cenizas
Vienes de las brisas más altas del altiplano
Cornisa estéril en la paciente carnicería
Entre las plantas espero que te tape el invierno.
III
Los amigos de la noche caminan taciturnos
Encienden cigarrillos de amapola y soledades
Esperamos que venga la lluvia con su barba de nieve
Entre los perros de las calles que tenemos en juego.
Las flores se escarchan con los segundos malditos
Y los amigos congelan su nariz tras la derrota
En una casa un perro y un gato esperan
Y esperan los pájaros y las sandalias
Las tazas de leche tibias y los controles remotos
Esperan los sillones y el viejo libro
El retorcido fugazis de la concepción segura
Un amorío de trenzas castillos y brisas
Esperan por ti
Que apareces encadenada a la casa de los secretos
Al juego de tazas de té.
Recorramos levemente la caminata entre los puentes
Ese siempre vértigo, vértigo, vértigo
Por eso aparecen los zorzales a bien-venirte
Y las caricias y los conejos
Vienen volando los buitres de las muertes próximas.
Te bañaré en papeles y aluminios
Entre las tejas de la casa del secreto.
Venga a mí el misterio de esta última carta
Para que sepas que no habrá más inviernos
Conjugándose con la pena
Porque serán las últimas líneas del desvelo
Y en la noche, carmesí, bien beberé el veneno…
IV
Hablo del fondo de un bosque con piedras y tensos martillos de calle común
Hablo de un hoyo en el llano, de un viejo gusano que sufre en la rama tras el aguacero
Hablo de un tiempo viajero, de un cielo espeso, de un tono menor
Hablo que el agua, que el fuego, que el viento, que el tiempo y que la tierra
Hablo de nada.
Conduciré veloz una tormenta bajo las carpas de circos ebrios
Escribiré en galpones de juegos, en bailes de chistes, de mujeres perfectas
Destripado sea dios en la punta que lloro
Y mi milagro de vida
Hablo, hablo, hablo desde el ocaso, para que tú me oigas, para que estés despierta tras madrugadas de ojeras sin drogas, con ropa y soledad
Hablo para lo limpio del invierno, para tus manos y su frío
Para el olvido
Escribo esta carta de invierno.
Caminarás por el desierto sin hijos ocho noches y cuatro días
Porque toqué tu cuello sin permiso tras el miedo de los patios
Y las blancas caras de testigos que se perdieron mongolos entre la soledad del cascabel
Y fueron demasiadas las latas perdidas, arrojadas como mi casa en la pampa
Entonces vendrán los ángeles esta noche
Cortando alas y lenguas y besos de guindas moradas y negras y azules.
Pendiente te tengo del miedo
Mi condena fue tu alejamiento
Te escribo una carta de invierno
Vamos a andar entre las sales y los juicios, la noche espera constelada, explosada y febril
Espera a que rías la vez de la vista simple, la del corazón
Deja una rama de diástoles en las salidas
Deja una siembra, una sencilla estrella para mí
Te escribo esta carta de invierno, porque la vez próxima
En el último encuentro
Ya estaremos secos y viejos…
Juan Pablo Rudolffi Ugarte