Jugaban mis 15 años con el oleaje de las fuerzas que se chocaban el 2006, sobre un muro azul miraba como pasaba la gente, escupía desde las alturas a los últimos chorros de luminosidad que extinguían mi angustia y mis labios partidos, los ojos azules que llevaba en esos tiempo eran heridos, tenían pequeños caminos que lo cruzaban como rodeando y completando este mundo, tal vez buscaban a Roma, o querían llegar allá, en esas lágrimas pendejas de quien no pierde nada y aún no conoce el polvo.
Movían paleógrafos jugando con sus cabezas al sonido de un bajo que movía el Rap de la noche en esta toma de liceo de la vieja y perdedora “revolución pingüina”, se tiran sillas y mesas y pintan enormes lienzos para ponerlos y esperar el arrebato del alba con la cara morada por los grados que sobran en esta parte del mundo, otros más astutos quizás, esperaban la noche para abrigarse entre las sombras de los árboles y hacer de las sillas sábanas dignas de envolver el sexo infante, violento como el suspiro de quien está bajo el mar, puro y asqueroso, acelerado y precoz, tirando humo y polvo y llenando de tierra los genitales, acallan el grito que podría ser el eterno por miedo a que los vigías lo descubran y la burlas se viniesen al otro día, a la hora de comer…
Por mi parte continuaba en la altura mirando el callejón que daba de frente al liceo, con ese sentir del Blues por la condenada vida mía, traída y aislada, una tipa había llegado poco tiempo antes de empezar con toda esta ensalada, quizás un poco después de que los comunistas hayan ganado los centros de alumnos, era linda aunque no pensaba como hubiese yo querido, no tardaron los cuestionamientos en llegar, sobre todo cuando hacía patéticamente visible mis ganas de conquistarla “yapos Jota, no te metái con esa cabra care paloma, no veí que es terrible weca”, “no si este weón se cree más o menos, como se come a una weona rubia igual que él”, “puta que me dái pena culiao, no veí que la weona te pasará cagando”, “no le digái nada más, no perdái el tiempo con este weón si no piensa, pobre sopedaso de mierda”, “ya conchetumare sigue nomás, después no vengái a llorar culiao”, así fue como mis amigos se hicieron participes de esa conquista, que fue para mí algo importante.
El frio cubre las madrugadas y a lo lejos podía ver, grupitos felices de chicos y chicas alrededor de fogatas, echas en tarros de basura, guitarreos mentirosos, que escondían petacas seguramente concientizándose con las canciones de los Prisioneros .
La muchacha era pequeña, diminuta con la fragilidad más intensa, era clara, amarilla como el oro, Golden, Golden, Goldemberg, la voz la utilizaba para jugar, era muy niña tal vez, no ví la maldad en su rostro, pero si el horror del frío y la sequedad, quizás porque abandono Angelmó hace algunos meses y tuvo que conformarse con el pico del mundo, donde toda la tierra quema y pasan negros rostros ebrios durante todo el día, trabajadores de las grandes mineras que no encontraron mejor solución para sus depresivas vidas que no llegar jamás a sus casas y vagar eternamente ebrios por el centro de la ciudad, de chopería en chopería, tirándose de vez en cuando a uno que otro travesti de la calle Santa María, donde los niños no lloran esperando a sus papis.
Esta sureña se tendrá que acostumbrar a todo esto, o morir loca, suicida como mucho de los chicos de mi generación, que en su vida vieron un árbol o un parque lloroso, o juegos alejados del morbo o las drogas que consumimos los salvados, porque algunos tuvieron el alma tan pura que tuvieron que conformarse llorando en el amanecer apretando un nudo a sus gargantas y dejándose caer en los puentes, o en las viejas micros abandonadas, o en el júbilo de su habitación, en la escalera de su casa, o se lanzaron a autos en oscuras esquinas dejando pasar el neumático por sus frágiles pechos lampiños, de adolescente espinilludo que ha tenido que mamarse la penca del neoliberalismo, porque así lo han querido muchos, porque así lo permitió la presidenta y cada uno de los hijos de puta que vieron el calor capitalino desde la moneda (excluyendo a un par).
La cuestión es que la rubia estaba entre los chicos de la fogata y yo solo y de pies sobre el muro, cuidando que nadie atente contra nuestra toma, nuestra “revolución”…
Decidí bajar y contarle lo que sentía, o tal vez simplemente estar cerca de ella, clavar mis ojos en los suyos esperar, olerla, quien sabe, llegue junto a ellos y un gordo grita “wena cabeza de meao, ven pa acá nomas, dame un cigarro”, reí y le di un cigarro, sabiendo que el tipo simbolizaba todo lo que más odio en este mundo, acostumbraba a burlarse de mí, la rubia me miraba y sonreía, yo nerviosamente miraba hacia otro lugar, de pronto veo que uno de los chicos quien además era el presidente del centro de alumnos le pasa una pequeña petaca a la muchacha, ella bebe un sorbo enorme, como de adulto, lo devuelve, el tipo sonríe canchero y algo empieza a decirle en el oído, la muchacha claramente estaba ebria, el tipo sonríe y la abraza, ella me mira, clava sus ojos a los míos y empieza a caminar a mi dirección, el presidente del C.E.A.L queda abrazado de la nada y comentándole al silencio sus mentiras, la rubia me tomo de una forma inesperada y me beso tan fuerte, yo poco y nada sabía de besos, todos quedaron en silencio, la rubia besaba al perdedor a los ojos de todo el bullying club, cerré los ojos para acostumbrarme cuando el presidente del C.E.A.L me zamarrea, ¡qué hijo de puta!, me ordeno que valla a cuidar los baños y ver que nadie esté bebiendo alcohol, el, justamente el, el mismo sapo culiao que compartía la petaca, Yo fui, le obedecí…
Empecé la ruta optimista por lo sucedido, caminé feliz por lo de la chica, el baño de hombres estaba desocupado, nadie estaba en ese lugar, luego fuí al de mujeres y nadie, pero escuche unas risas en los camarines, no tarde en llegar, entre y ahí había un grupo de 14 o 15 muchachos bebiendo, al verme sonríen y me invitan a beber, ¿yo como les iba a decir que dejen de hacerlo?, ¿Qué me envió el mismo cabrón que destruyó mi momento de gloria?, solo quede mudo unos segundos hasta que me invitaron a beber, yo no bebía en esos tiempos, no había probado nunca el copete, les dije que no, que tenía que continuar la ruta, ellos rieron y me armaron un termo, combinando pisco y blanca, lo llenaron y me fui, bebiendo lentamente, a medida que caminaba, la vista se ponía eléctrica y la euforia se hacía presente, que bien estaba, hasta con un poco de humor.
Empecé a entrar por las salas, miraba a los muchachos, todo en orden, pero cuando entré al pabellón del centro, y vi una docena de tipos a oscuras, completamente nerviosos, que me miraban con los ojos dilatados, como serpientes y todo lleno de humo, yo ya un poco ebrio, me sentí asustado tal vez, les pregunte que estaban haciendo y ellos solo me respondieron con una invitación, me senté y ahí tenían una bolsa, grande como de 50 gramos de pasta base, unta la antena, le pone fuego en la punta para tostarla un poco, humedecen un pequeño paño con puros escupes y me lo pasan, “solo fuma” me dicen y eso hice, allí entró desde mis pies la electricidad que chocó como a 300 kilómetros por hora en mi espina dorsal, Salí de esa pieza y esta vez caminaba rápido, una explosión magnífica que decaería al cabo de poco tiempo, ahora estaba mucho mejor, volvería a la fogata llamaría a mi chica y caminaríamos por el lugar, aún tenía suficiente Pisco para ofrecerle, me acerque rápidamente al fogón y ella estaba en ese lugar, recordé todas las palabras de mis amigos, la mano del culiao cubría su trasero, y les vi mover las lenguas al reflejo del fuego, todo estaba muy mal, me fuí, volví a mi muro y al Blues.
Acabé el Pisco que tenía y luego fui por un poco más, en fin, ya estaba por amanecer, y me tiré de espalda completamente ebrio sobre las calaminas, a ver el cambio de luz del cielo, ya ni siquiera sentía frio, llega un tipo pequeño, de la guardia anterior, prende un porro y me ofrece, acepté y a medida de que se extinguía, el hablaba de Dios, ¿Quién sería ese tal Dios?, ¿Qué se yo?…
En algún momento “apague tele”, la cosa es que al día siguiente desperté en el segundo piso, con el cuerpo lleno de mermelada y harina, me senté, estaba destrozado, me habían jugado una broma horrible, era bonita la mañana pero la gente estaba loca, en una sola noche dejé contagiarme completo con el eléctrico sentido de la felicidad y viví las experiencias de el descoordinado corazón, un 2006 lleno de piedras y marchas y luces, quien iba a creer que esta condenada vida se condenaría aún más al territorio geográfico y más aun intentando mezclarse y exprimirse en esa odisea de hacer el amor, sentí rabia, tanta rabia que baje con todo en mi rostro, ni una gota de amargura por eso, no quería volver a ver a la chica, pero fue lo primero que paso, y desde ahí, desde el segundo piso la pude ver y ella también me vio, mientras se besaba con el muchacho y sonreían, baje y todos reían, noté que el cabrón que me quitó la chica tenía una pequeña mancha de mermelada en el pantalón, me acerque a él y agarré una piedra, y le golpié la cabeza con ella, deformándole de a poco el cráneo, el cayó casi al segundo golpe, la rubia me tira de su lado, me golpéa yo me paro del piso, el tipo ya estaba inconsciente y le di con el brazo en la cara a la rubia, ella sangró del labio y corrió, la perseguí desesperado, nadie hizo nada en ese momento, la seguí, quizás para disculparme, pero ella corrió y al llegar a la esquina la vi detenerse, fue solo un suspiro, pasaron muchos secundarios corriendo,(tal vez arrancando de los pacos por alguna acción) y ella cruzó veloz, eso fue lo último que vi antes de ver sus piernas dando giros en el cielo, ella fue alcanzada por un auto policial…
Con el tiempo supe que la rubia volvió a su tierra natal, del presidente del C.E.A.L no supe nada más, ni siquiera si fue el quien me echó la mermelada.
Yo continúe parado, mirando desde mi muro azul, ahora con una novia buena, una novia mejor, por lo menos me quiere y me angustia cuando no está, la fumo todo el día, mientras veo a mis viejos compañeros pasar de universitarios, sin saludarme, yo lidio con el peso de la verdad, de la historia real, desde mi muro, con la sucia chaqueta y con el Blues, después de todo no termine mosqueado como muchos de los nuestros, quizás sin la valentía misteriosa de esta ciudad, que provocaba que la madrugada trajese cadáveres, bañados por el Loa, con el arsénico que no pesa, con las manos que no derriten, frías en la soledad, tibias en la claridad, más que mal la vida está echada, cada cual con su peso, es una buena ciudad con historias para contar, y tal vez por eso me duele menos cuando veo a uno de los viejos amigos figurando en el diario por no haber soportado una nueva madrugada y se a disfrazado con su terno claro y ha tirado su corbata por la ventana y se ha dejado caer, Cruk-Cruk-Cruk, otro cuello tirado a la luminosidad del tiempo, ni tan suicida, ni tan minero, salud … Pipi