Algo tiene el bosque que atrae de manera superlativa. Desde la literatura gótica, infantil o adolescente, pasando al cine, existe una cantidad impresionante de filmes que tienen su eje dramático situado en lo profundo del bosque.
Uno de esos filmes que tuvo como verdadero protagonista el escenario del bosque es ‘El Proyecto de la Bruja de Blair’, un auténtico éxito de taquilla en 1999 y que significó patentar, entre otras cosas, el empleo de la cámara en mano.
En este filme existe un evidente afán por sacar provecho a las buenas ideas lo que se traduce en el principal error de esta secuela: tratar de mantener el efecto sorpresa, respetar el contenido original aunque haya perdido gran parte de su espontaneidad, haciendo que los espectadores trabajen con la curiosidad y se apueste a calcar aquello que fue exitoso en su momento: generar terror solo con pistas mínimas, donde en realidad es el público que “completa” toda la información que no se le muestra.
Aunque algunos hayan proclamado que se trataba de un relanzamiento de la película original, eso no es cierto. Porque de partida el argumento no replantea lo acontecido en la primera película, sino que se inicia cuando James, el hermano de Heather (que fue protagónica en la versión inicial), toma contacto con una pareja a través de Internet, quienes aseguran que tienen datos fidedignos de dónde se encuentra la casa donde desapareció la infortunada joven. Pero el hecho fundamental es que James cree haber reconocido a su hermana en las imágenes que la pareja subió a las redes sociales. Cabe recordar que Heather y dos amigos se adentraron en el bosque 20 años antes para filmar un documental acerca de una leyenda local, la de una mujer que fue sacrificada en ese lugar, acusada de ser una bruja en 1785.
Esto es la excusa para regresar al terrorífico bosque. Porque el tristemente famoso proyecto de la bruja de Blair terminó en tragedia: los tres jóvenes desaparecieron y solamente se encontró una cámara con un video donde aparecían las que se supone fueron sus últimos instantes de vida. El documental se convirtió en material terrorífico y lleno de misterio.
Cuando los nuevos investigadores llegan al lugar, toman contacto con una pareja de videastas que están fascinados con la leyenda de la mujer sacrificada siglos antes. Y aunque su comportamiento es extraño, ellos deben acceder a que se sumen a la búsqueda, porque a fin de cuentas ellos conocen el lugar y se supone que tienen las claves para llegar hasta allí.
Y con este pretexto vuelve a comenzar todo, claro que como ha pasado el tiempo las tecnologías que estos jóvenes usan son distintas: disponen de mini cámaras con dispositivo GPS, de un dron para que sobrevuele por encima del bosque y pantallas para ver qué sucede.
Pronto, y a medida que ellos se adentran en el bosque, comienzan los sucesos extraños, asociados a ruidos, gritos, disparos en algún punto de la espesura y sobre todo un clima ambiguo y amenazador que rodea la expedición.
Es cierto que el empleo de la cámara en mano se ha usado hasta el cansancio y la excusa de filmar todo, en cualquier momento, resulta bastante trillado a estas alturas, haciendo que el filme descanse en los efectismos habituales de estas películas que se ambientan en un bosque lleno de amenazas.
Con todas las limitaciones evidentes, el director Adam Wingard logra, en apretados 89 minutos, una experiencia audiovisual que no se encuentra a la altura de la película original, claro está, pero que se deja ver con cierta angustia, en especial en el tramo final que –copia fiel de la primera- sigue siendo un forzoso descenso hacia el infierno, donde lo mejor es que todo se insinúa antes que mostrarse y el espectador termina sumergido en una película de ambiente claustrofóbico y alucinante, muy entretenida y que afortunadamente sigue de manera fiel el modelo original: mostrar casi nada para provocar terror en estado puro.
De este modo, el director Adam Wingard (‘You’re Next’, ‘The Guest’), con guión de Simon Barrett, trata de recrear el mismo universo terrorífico que fue grito y plata en 1999: la historia es casi exactamente la misma con las variaciones básicas (la tecnología empleada, por ejemplo) donde se trata de explicar aquello que los espectadores desean saber, jugando con la posibilidad harto incierta en verdad de ver el rostro de la bruja, posibilidad manipulada por nuestra imaginación.
Punto a favor es que el director demuestra respeto por el material original y hace cine de terror serio, aun cuando podría haber sacado mucho más partido al elemento propio que tiene la nostalgia para generar ansiedad en los espectadores.
Tal vez sin proponérselo, este filme termina siendo un claro homenaje a su antecesora, donde destaca la puesta en escena y el desarrollo de una historia que por fortuna no da explicaciones innecesarias. Y de verdad que quedan ganas por volver a ver el original que, a estas alturas, se ha convertido en un clásico absoluto de un tipo de terror efectivo y angustiante.