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Sábado 20 de Abril del 2024 02:03

Lo que no dicen las fuentes oficiales sobre el Tribunal de La Haya

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“Basta con tres ejemplos, para hacerse una idea cabal del oscuro proceder de EE.UU. y su testaferro Tribunal de la Haya. Valdría la pena revisar estos antecedentes y analizarlos desde un punto de vista crítico y objetivo para darnos cuenta de que Chile, nada tiene que hacer, ni su presidente, ni sus ministros, ni su staff de abogados en aquellas tierras de los tulipanes, para esperar ese veredicto”.

Primera Conferencia Internacional de la Paz, efectuada en Holanda en 1899, en la que se fundó –con el respaldo de las principales potencias imperialistas euroasiáticas y unos pocos países semidependientes, entre ellos México- el “Tribunal Permanente de Arbitraje Internacional de la Haya”.

Segunda Conferencia Internacional de la Paz, efectuada en México, entre Diciembre de 1901 y Enero de 1902. En esta Conferencia la delegación de Estados Unidos concentró sus esfuerzos en lograr que todos los gobiernos latinoamericanos expresaran su adhesión al  Tribunal Permanente de Arbitraje  Internacional de la Haya”, fundado en Holanda. También insistió en la creación de mecanismos de arbitraje obligatorios para las disputas que surgieron entre los Estados miembros de la Unión de Repúblicas Americana y de estos con “otras potencias no americanas”.

A diferencia de la primera Conferencia Internacional de la Paz, ocho gobiernos latinoamericanos y el de EE.UU. firmaron un proyecto de tratado de arbitraje obligatorio. Igualmente aprobaron una Convención de Reclamaciones que Estados Unidos se negó a firmar, a pesar de ser solicitada por los gobiernos latinoamericanos para darle una salida diplomática a eventuales conflictos. Finalmente, en esta ocasión tampoco hubo consenso sobre un tratado de arbitraje eficaz e influyó de manera decisiva la resistencia latinoamericana a la pretensión estadounidense de que se le reconociera “el derecho a intervenir en cualquier país en auxilio –según éllos- de sus ciudadanos y de sus propiedades”.

Frente a esa irreductible diferencia los Estados Unidos reorganizaron la Oficina Comercial, entidad creada en 1890 por ellos mismos y para los mismos fines de Arbitraje Internacional, que estaba en la “heladera” a la espera de estas nuevas tentativas de paz vigilada. Ahora pasó a denominarse Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas y, aunque su personal continuó siendo exclusivamente estadounidense, estuvo a cargo de un “consejo directivo compuesto por el Secretario de Estado de los Estados Unidos, como presidente y por los representantes diplomáticos de los demás gobiernos americanos acreditados en Washington”.

Muy pronto se reiteró el carácter complementario y oportunista del “panamericanismo” respecto a la política de dominación de los Estados Unidos en América latina y el Caribe. Así, dándole carta blanca a las potencias imperialistas europeas para agredir a las naciones de la región. A fines de 1901 el presidente Roosevelt expresó que los Estados Unidos no impedirían “que un Estado, que no sea americano, tome las represalias que estime oportunas contra una nación de la América, con tal que el castigo no traiga, como consecuencia, la adquisición de territorios..”

Cabe destacar que en el marco de la Primera Conferencia Internacional de la Paz, el presidente estadounidense era William McKinley, quien ya había desplegado su estrategia expansionista hacia América Latina y el Caribe; fue presidente entre 1897 y 1901, ya que, fue abatido el 6 de Septiembre de 1901 por un anarquista y lo sustituyó en la Casa Blanca, el hasta entonces vicepresidente Theodore Roosevelt (quien permaneció en la presidencia, luego de ser reelegido, hasta el 04 de marzo de 1909).

Un conocido Apotegma de la nueva política desarrollada por Roosevelt fue: “Cuando vayas a visitar a tu adversario, habla en voz baja, pero lleva un Garrote”, con esta parábola Roosevelt quería connotar que los Estados Unidos no debían “emprender iniciativas diplomáticas que no pudieran ser respaldadas por la fuerza –de las armas- si fuese necesario”. Debido a aquello vigorizó la expansiva, creciente y militarizada Política Exterior. Con estos postulados definitivamente se sentaron las bases para que recién parido el siglo XX, vieran la luz, las posteriormente denominadas “relaciones especiales” entre los Estados Unidos y el Reino Unido, con la participación eventual de algún otro imperio europeo.

A la sazón, la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas, controlada por el Departamento de Estado, se vistió de manera furtiva y soterrada de “Tribunal de la Haya” que luego, sumisa y servilmente profesa obediencia a los siniestros imperios: estadounidense y británico.

Comienza así el “Derrotero de invasiones, fragmentaciones, despojo de territorio e imposiciones económicas” que sufrieron principalmente las jóvenes repúblicas latinoamericanas y del Caribe, en franco beneficio de ambos imperios siniestros, concubinos de impunes fechorías en contra de países soberanos.
Algunas de las primeras manchas de sangre de la “Funesta hoja de ruta del Tribunal de la Haya”, ya sea, por acción u omisión del mismo Tribunal, o por intervención u omisión de Estados Unidos o Inglaterra en propios y sendos beneficios.

 

  1. Guerra por el Acre: Entre Bolivia y Brasil (1901-1902). Desmembramiento de Bolivia, gracias a ese conflicto fraticida, Brasil (apoyado por la oligarquía financiera británica) se apoderó de 200.000 kms. cuadrados de territorio, a cambio del exíguo pago a Bolivia de 2.000.000 de libras esterlinas y de la promesa de construir una línea férrea que le daría acceso a ese país mediterráneo a los rios Madeira y Amazonas.
  2. Sobre la base de la enmienda Platt, le impuso al gobierno títere del presidente cubano Tomás Estrada Palma (1902-1906) el mal llamado Tratado de Reciprocidad Comercial y el Tratado Permanente entre los EE.UU. y Cuba. Mediante el primero, el archipiélago cubano se transformó en una colonia comercial y financiera de los Estados Unidos. Mediante el segundo, esa potencia adquirió, “a perpetuidad”, una parte de la estratégica Bahía de Guantánamo, en cuyas inmediaciones todavía sigue instalada contra la voluntad del pueblo cubano, la mal llamada, “US Guantánamo Naval Base”.
  1. Más dramático fue el caso de Panamá, entonces bajo la soberanía de la República de Colombia, que se encontraba debilitada a causa de la sangrienta guerra de los Mil Dias (100.000 muertos), guerra interna entre Liberales y gobiernos reaccionarios pro-imperialistas. EE.UU. desechó la construcción de un canal interoceánico en Nicaragua y aceptó hacerlo en el Istmo de Panamá, la Casa Blanca intentó consumar el despojo de ese territorio por la vía “diplomática”. A tal fin, en 1903, se firmó un tratado entre el secretario de Estado, John Hay, y el inepto negociador colombiano, Tomás Herrán. Este incluía la concesión a perpetuidad de la zona del Canal para uso exclusivo de los Estados Unidos. Ante la negativa del Congreso colombiano a tal pretensión, EE.UU. aprovechó las reiteradas demandas independentistas de ciertos sectores de la sociedad itsmeña con vistas a organizar una revolución separatista en el territorio panameño (perteneciente a Colombia) y a firmar con el gobierno que de ella surgiera un Tratado para la construcción de un canal interoceánico aún más depredador que aquel que rechazara antes a instancias del congreso colombiano.

Esos objetivos se hicieron realidad el 03 de Noviembre de 1903, violando el Tratado Mallarino-Bidlack de 1846, por medio del cual EE. UU. se había comprometido a garantizar la soberanía colombiana sobre el territorio de Panamá. La marina de guerra de los Estados Unidos impidió que el gobierno de Bogotá pudiera desembarcar sus tropas y sofocar así la “rebelión separatista”. En seguida se formó un gobierno títere que procedió a firmar el Tratado Hay-Bunau Varilla, por medio de este el gobierno panameño aceptó la cesión perpetua a los EE.UU. de un canal a medio hacer y de más de 1.400 kms. cuadrados de territorio panameño.

Basta con estos tres claros ejemplos, el hacerse con una idea cabal del oscuro proceder de EE.UU. y su testaferro Tribunal de la Haya. Valdría la pena revisar estos antecedentes y analizarlos desde un punto de vista crítico y objetivo para darnos cuenta de que Chile, nada tiene que hacer, ni su presidente, ni sus ministros, ni su staff o pool de abogados en aquellas tierras de los tulipanes, para esperar ese veredicto, cual sea que fuere, pues nunca será moralmente aceptable, por el historial corrupto de tal Tribunal.

Tampoco valen aquí ni precedentes, ni jurisprudencias varias. Porque en tal caso, los Estados Unidos, debieran como garantes de la verdad, devolver todos aquellos territorios usurpados y robados a países hermanos, incluso lejanos; a través de toda su despreciable historia de abusos impunes contra la humanidad, y quedaría reducido a unos cuantos miles o cientos de metros cuadrados, que fueron su hábitat allá cuando el crisol de su deleznable raza de piratas, filibusteros, aventureros y otros especimenes advenedizos llegaron con engaños a exterminar a las prístinas y primigénias razas que poblaron Norteamérica.  Detrás de estos mercaderes del engaño, obviamente habría una larga lista de Imperios, esperando entrar al purgatorio.

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