Más allá de bonos, los mineros de Escondida exigen mejoras laborales y también existe un ambiente de crítica a la política económica del país, apuntando a una renacionalización del cobre, frase que se repite también en los estudiantes.
Lo dijo el Presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre, Cristian Arancibia: “Estamos haciendo ricos a otros países y no el nuestro“. Con esta frase, el líder sindical trajo a la palestra un tema que ya fue planteado con claridad por los estudiantes chilenos, como la clave para financiar educación e incluso también una salud gratuita y de calidad. La renacionalización de la gran minería del cobre.
En este contexto, con una ciudadanía que tiene mayor conciencia sobre la necesidad de lograr derechos plenamente posibles en un país como Chile, es que se desarrolla la huelga de los trabajadores sindicalizados de Minera Escondida, a quienes se sumarán también los contratistas. Una movilización que, como la de los estudiantes, parece tener una dimensión mucho más profunda que las llevadas a cabo en años anteriores.
Lo que piden los Mineros
El pasado jueves comenzó un proceso de negociación colectiva no reglada (instancia que es completamente legal y que puede llevarse a cabo en cualquier momento) en el cual la empresa extranjera tiene mucho que perder, conociendo que ya no se trata de millones más o millones menos a los trabajadores, sino que es toda la legitimidad de su presencia en el país la que comienza a ser cuestionada por diversos sectores ciudadanos.
De allí que Escondida haya iniciado una rápida ofensiva comunicacional basada en tildar de “ilegal” la movilización, amenazar con despidos y además centrar la atención mediática en un millonario “Bono Fiscal Year”.
Sin embargo, tal como manifestó el Sindicato de Minera Escondida en un comunicado difundido por este diario, las razones de la movilización van mucho más allá de los bonos. Lo dicen también los propios trabajadores en sus consignas, sus carteles y sus banderas.
Registros de asistencia ilegales, así como sistemas de televigilancia que vulneran la privacidad de los trabajadores chilenos, ya conforman razones suficientes como para poner atención a la soberbia con la que capitales extranjeros extraen los recursos naturales del país.
Además, no son pocos los testimonios de trabajadores que dejan su vida en el mineral y a quienes la empresa no les reconoce su condición de Enfermos Profesionales a causa del trabajo.
Pero sin duda, el tema más delicado que enfrenta Minera Escondida, son las prácticas antisindicales que investiga el Tribunal del Trabajo y que afectó a los contratistas de Compass Catering, quienes recibieron serias presiones económicas que afectaron a familias completas, en el marco de una movilización que les llevó incluso a ocupar la Catedral, para llamar la atención de las autoridades de gobierno que no respondieron a los trabajadores de otra forma que no fuera la represión policial.
Es ese el talón de aquiles de las grandes corporaciones internacionales que diariamente embarcan desde los puertos del país miles de toneladas de cobre, que enriquecen a magnates internacionales a costa del sudor de familias chilenas. Un completa ingratitud y falta de reconocimiento hacia quienes hacen funcionar las empresas y a todo un país que les permite extraer sus tesoros naturales.
En esta ocasión, la lucha de los trabajadores incluye una cifra de dinero, que ante la mirada desinformada puede parecer millonario, pero que en la práctica, está muy acorde con el debería ser el sueldo de todos los chilenos, considerando una renta per cápita nacionalque supera los $611.000 mensuales por persona, si consideramos un dolar de $462.
Hoy, más que pesos mas o pesos menos, está comenzando un proceso de fuerte cuestionamiento por parte de los mineros, a un modelo de país defendido por un grupo de políticos que pierde credibilidad diariamente, el que sujeta la dignidad de las personas a los fines de lucro de grandes corporaciones privadas, muchas de ellas provenientes del extranjero. La ciudadanía quiere recuperar su dignidad y el primer paso parece evidente. La respuesta para financiar ese Chile próspero, desarrollado y feliz, no está en la boca de autoridades políticas. Está bajo nuestros propios pies y en los carteles que levantan nuestros propios hijos, padres y amigos.