Gracias. Por romper el cómodo silencio de los avances en la medida de lo posible. Por darle cabida a las demandas defendidas por los escudos de cientos de cuerpos y cuerpas movilizados y muchas veces heridos, mutilados o encarcelados. Por hacer llegar la alegría largamente prometida, en un espacio de verdadera democracia representativa. Por transformar la poderosa denuncia de las opresiones de los pueblos de Chile, en una declaración emancipadora. Por escribir la nueva música, donde los doce juegos terminen para todos con laureles y futuros sin dejar a nadie pateando piedras. Por darle voz, visibilidad y representación a todas y todos las y los invisibilizados dentro de la narrativa exitista del milagro político y económico chileno.
Gracias. Por demostrarnos que el acuerdo democrático es posible dentro de disensos profundos. Por abrir nuevas y gigantescas alamedas, por donde miles de personas podrán transitar libres y orgullosas de su género, capacidades, edad, raza, cultura, y lugar de origen. Por devolverle el poder de cambio social a la esperanza. Por dialogar en lenguajes muchas veces censurados. Por priorizar el buen-vivir al sobre-vivir. Por considerar el medioambiente y su vida no humana.
Gracias por compartirnos solidariamente su recurso más valioso, su tiempo, poniéndose al servicio de una causa mayor que cada uno de nosotros y nosotras. Por su trabajo, imperfecto e históricamente único y maravilloso que, como toda actividad humana, refleja a cada habitante de este país. Gracias, por las discusiones, por los debates, por las cuñas, por los puntos de prensa, por las apariciones en conversatorios, por los twits informativos, madrugadores y hasta los polémicos.
Gracias por mostrarnos la democracia representativa con toda su hermosa complejidad. Sobre la convención constitucional descansan los sueños de varias generaciones, pero estamos tranquilas. Sabemos que su dedicación incansable forma los cimientos del primer texto constituyente escrito democráticamente.
Finalmente, gracias por haber estado ahí. Por dar la cara. Por discutir de frente. Por comer apurados. Por dormir poco. Gracias por dar el ancho. Por cometer errores. Gracias, por que todo eso es lo que hacemos las y los millones de personas que trabajamos en este país, al igual que ustedes, para contribuir a una sociedad un poco mejor. Lo han tenido difícil, igual que muchas y muchos de nosotros, pero el fruto de su trabajo mental y físico reflejan el trabajo de profesoras, choferes, ingenieras, técnicos y tantas y tantos otros, que permiten la construcción solidaria de un mejor vivir. Gracias, convencionales de la convención constituyente, porque hoy estamos aquí frente a un texto que nos devuelve la pluma democrática con la cual – como pueblos de Chile – continuaremos escribiendo nuestra historia.