El artículo 1 de la constitución de 1980, declara que las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Esta simple afirmación, reconoce dos principios fundamentales de las democracias modernas; la libertad, propia del pensamiento liberal iniciada por connotados ingleses; y la igualdad; tradición del constitucionalismo francés, hija de su revolución. Esta dupla virtuosa, son principios asentados como parte fundamental de nuestra convivencia democrática, que nos permiten aspirar a la paz social, y que actúan como garantía para que cada persona pueda desarrollar su propio proyecto de vida, para que cada quien, según el artículo 1.4 de la carta vigente, pueda alcanzar su mayor realización espiritual y material posible.
Ciertamente las cartas fundamentales permiten y persiguen la convivencia pacífica de los ciudadanos, pero ni estas, ni las leyes pueden pretender ser objetos inamovibles o desconectados de la realidad a la que afectan, pues son un producto social, dinámico, sensibles a los tiempos, son productos orgánicos si se quiere, de la vida en sociedad, y, por lo tanto, para permanecer vigentes y vivos, y hacer sentido a la comunidad a la que se aplican, deben adaptarse a sus contextos.
Así es como los tiempos sociales evolucionan, empujando reformas legales, por ejemplo, para terminar con las distintas clases de hijos, legítimos e ilegítimos; para permitir el divorcio; el aborto en 3 causales o el cambio de sexo registral. Estas reformas, adaptaciones de las normas a los tiempos, progresivamente van concretando los principios de libertad e igualdad. Igualdad de los hijos; libertad para poner término a un matrimonio fallido; libertad para decidir sobre el propio cuerpo o la propia identidad. Es, en definitiva, esta capacidad de adaptación la que puede hacer progresar las sociedades, al igual que un organismo vivo, que evoluciona.
Por otro lado, el artículo 4 del proyecto de nueva constitución señala que: Las personas nacen y permanecen libres, interdependientes e iguales en dignidad y derechos. Resuenan aquí los pilares universales que Francia legó al mundo: libertad, igualdad, y “fraternidad”. Esta última, actualizada como “interdependencia”, constituye la gran diferencia entre un texto y otro, entre la sociedad que se reguló hasta ahora y la sociedad que se pretender regular, en un país que disfrutó y sufrió los excesos del liberalismo aplicado a ultranza.
En el nuevo texto, la solidaridad aparece en forma de “interdependencia”, pero claramente es una manifestación de lo que le faltaba a la carta de 1980, “la fraternidad”, condición sine qua non de una sociedad moderna, en la cual todos los integrantes de la misma participan, se apoyan, solidariamente.
Nos encontramos en un espacio histórico, en el cual debemos decidir si continuamos con la constitución de 1980 o si la reemplazamos por el producto que ofrece la Convención Constitucional. Lo importante es votar informado, participar, como siempre lo hemos hecho los chilenos. Este es el llamado que nos hace el gobierno del Presidente Gabriel Boric Font, a participar responsablemente este 4 de septiembre en el plebiscito de salida, a votar informado, y, en definitiva, a hacernos cargo del Chile que queremos, a través de las opciones apruebo y rechazo, ambas totalmente legítimas.
Sé que Chile estará a la altura de las circunstancias, confío en la sabiduría popular, pues el tiempo del miedo ya pasó y no hay vuelta atrás; hoy es el tiempo de la verdad, la valentía, la fraternidad y la comprensión; pues como bien expresó la doble Nobel, física-química, María Salomea Sklodowska-Curie, Marie Curie (1867-1934): “Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Es hora de comprender más y temer menos.”