“La tarea de este siglo es edificar la justicia en el más injusto de los mundos y salvar la libertad de esas almas destinadas a la servidumbre desde el comienzo”
Albert Camus
“Contra periodismo”: Una necesidad planteada.
“Es preciso que nos ocupemos también del periodismo de ideas[1]” declaraba Albert Camus en su libro -recopilatorio “Moral y política” el cual contiene escritos desde 1946 a 1949 publicados en el diario parisiense “Combat” ; editado en un álgido periodo de balances del periodismo y su transformación post segunda guerra mundial. Esta legítima critica a la prensa, su rol y consecuencias (particularmente en Francia) ponen en el tapete variadas discusiones acerca de lo “moral”, lo “político” y las perspectivas de un periodismo que a palabras del mismo: “El apetito del dinero y la indiferencia por la grandeza habían operado al mismo tiempo para dar a Francia una prensa que, con raras excepciones, no tenía otro propósito que acrecentar el poder de algunos, ni otro efecto que envilecer la moral de todos. No fue, pues, difícil a esta prensa convertirse en lo que fue de 1940 a 1944: la vergüenza del país”.
¿Por qué tomar a Camus? Algo de historia: Corrían los primeros años de la década de los 40´, la segunda guerra mundial se encontraba a la vuelta de la esquina; Advenimiento de las principales contradicciones sociales de entonces (y de hoy): crisis, guerras y revoluciones. Los distintos gobiernos tomaban posiciones de combate mientras la “mayoría” esperaba expectante a los llamados “a por la patria”. En ese entonces los ocupados periodistas de diarios como el Combat combatían desde la trinchera comunicacional los distintos delirios de la guerra desde la Filosofía, la política, la ética y la moral; Entre ellos se encontraban Camus y Jean Sartre solo por nombrar algunos. Camus, con su filosa pluma logro marcar sin precedentes una contundente crítica a la prensa francesa en tiempos de guerra así como también la materialización de sus balances sobre periodismo en esta mencionada recopilación.
La importancia de Camus radica en su interés por temáticas muy actuales. Solo la pluma que deja un legado para las futuras generaciones es digna de levantarse, revisarse y deliberar entre retomarla o criticarla. Así mismo pasa con los profundos cambios de la prensa luego de la reconfiguración producida por la gran guerra, hito histórico que marca un punto de inflexión en el tratamiento periodístico; ejemplo de esto son los dichos de Camus respecto a la situación del periodismo y los vejámenes que dejo el conflicto incluso en las más limpias banderas del periodismo “honesto”, el cual en un intento de defensa de los principios perdidos –a juicio de Camus- y una intolerable “falta de moral” dice: “La tarea de este siglo es edificar la justicia en el más injusto de los mundos y salvar la libertad de esas almas destinadas a la servidumbre desde el comienzo” ¿Sera nuestra tarea inconclusa?
¿Objetivismo e imparcialidad?
“Pero suponer, realmente, que es posible separar los hechos de la opinión es pura fantasía […] La objetividad no existe y no hace ninguna falta que exista.”[2]
Miguel Ángel Bastenier
Cuando se ingresa a las escuelas de periodismo repartidas por todo el país existe un factor que las une en común y que expresa la situación de principios del periodismo nacional: Debemos ser objetivos, “buscadores” de la verdad, debemos ser periodistas éticamente formados para entregar los hechos tal cual están presentados en las diversas situaciones a las que como trabajadores de la comunicación nos encontraremos. ¿Se cumple? Claramente si, cualquier periodista digno de su talla y consiente de su rol social tiene presente esta “base” para un “buen periodismo”.
Bismarck, el burócrata alemán dijo: “”Denme un periodista y haré de él un buen funcionario; pero ni una docena de funcionarios bastan para hacer un buen periodista.” Esta frase es clave para comenzar a cuestionar las bases de la objetividad y la imparcialidad periodística. La pregunta es: ¿Debemos nuestra profesión a la verdad o somos funcionarios de una línea editorial? Frente a esto hay una primicia: el determinismo. Como quien cree que las cosas no son casualidad, los hechos históricos y en este caso las noticias contienen un determinismo en todos sus ámbitos. Los hechos noticiosos no deben juzgarse por el hecho en si –que puede ser lamentable como beneficioso- si no por el “tratado periodístico” que editoriales y sus buenos funcionarios aplican a estos sucesos.
Hemos visto como en las últimas semanas decenas de denuncias al CNTV han logrado poner en la palestra importantes discusiones y desaciertos del periodismo chileno. Diversas opiniones sobre la ética periodística frente a sucesos de dolor con tinte político se han hecho eco de las denuncias, opiniones como las de Lyuba Yez han sido parte de esta seguidilla de respuestas ante los hechos.
¿Pero de que se trata cuando hablamos de objetividad? El código internacional de Ética del periodismo, aprobado en 1983 por la Organización de las naciones unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) el cual mediante dos principios define:
“1. El derecho del pueblo a una información verídica: el pueblo y las personas tienen el derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad por medio de una información precisa y completa.
“2. Adhesión del periodista a la realidad objetiva: la tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su contexto adecuado, manifestando sus relaciones esenciales, sin que ello entrañe distorsiones, empleando toda la capacidad creativa del profesional, a fin de que el público reciba un material apropiado que le permita formarse una imagen precisa y coherente del mundo, donde el origen, naturaleza y esencia de los acontecimientos, procesos y situaciones sean comprendidos de la manera más objetiva posible” [3]
Revisemos. Si bien es cierto que cuando “buscamos la verdad”, intentaremos ser lo más precisos con nuestros lectores, algo que llamaremos momentáneamente “objetividad periodística”.
Sin embargo, estaremos –de ante mano- enfrentados a ciertas paradojas de la objetividad: en un principio, tenemos a ese monstruo gigante llamado línea editorial, aquel que se come cualquier apetitosa verdad que pueda encontrarse por delante, aquel que mediante “sus gustos” va dejando “con vida” aquella información que podrá escapar, para ser escuchada. Luego tenemos a nuestro peor enemigo: Nosotros mismos. Si bien escapa del tema, la autocensura[4] es un hecho concreto, palpable y arraigado en el actuar periodístico desde la dictadura, el cual dejo vestigios y huellas incluso en el programa de libertad de expresión firmado el año 99 en un paso a una “democracia” –pactada- que dejo mucho en el tintero.
Ante esto, leer estos dos principios parecerá correcto en primera instancia, y lo es. Pero lo “correcto” del tema exige una mayor sutileza en el análisis: Cuando la UNESCO plantea que el pueblo deba “recibir una imagen objetiva de la realidad” se contradice mucho a lo planteado más en fino en el segundo párrafo –que además de ser una garantía retórica, sin fundamento y que presenta una imagen y no la imagen en si[5]– , pareciera ser que esta “adhesión del periodista a la realidad objetiva” deja entrever y un espacio a la subjetividad, un espacio que no es casual, “La tarea primordial” –el periodista puede como no puede tomar esta tarea- es la de dar una información verídica y autentica por la “adhesión honesta a la realidad objetiva” es decir, el periodista puede como no puede tomar como principio su adhesión a una “honesta objetividad” que además deba estar situado “conscientemente a los hechos en su contexto adecuado”, osea, para que todo relato sea verídico debe estar contextualizado, contradictorio, puesto que para que hablemos de una contextualización debe haber un proceso subjetivo del mismo, es decir, lo que intentan los señores de la UNESCO es separar lo “natural” de un contexto de un ejercicio de interpretación subjetiva del entorno, primordial si queremos comprender donde nos encontramos en las diversas situaciones a las cuales nos pudieran enviar nuestros estimados editores luego de las “agotadoras” reuniones de pauta.
Estamos inmersos en un contradictorio mundo, lleno de hechos noticiosos que podrían poner en jaque en cualquier momento el delicado –y brutal- tratamiento periodístico occidental, un tratamiento propuesto por la “nueva prensa” en el periodo pos guerra que como buen paladín ha custodiado celosamente las puertas de la verdad, que detrás de ella se encuentra el ya mencionado monstruo editorial, y nuestros propios fantasmas de la censura, la autocensura y otros escollos dejados en el camino por los oscuros años del periodismo en dictadura.
¿Cómo derrotar al monstruo? Un manual indirecto
El periodismo cumple ese rol de puente o intermediario de la verdad en y hacia la sociedad, mientras algunos postulan que el periodismo nace en defensa de la democracia, la sociedad democrática o diferentes adjetivos para un determinado modo de gobierno, nade dice de qué se trata la democracia luego de la década de los 70’ particularmente en Latino América.
Se les define como sociedades democráticas a los gobiernos civiles o valga la redundancia gobiernos democráticos pactados durante la seguidilla de dictaduras ocurridas en Latino América desde finales de los 60’ y principios de los 70´, las cuales tuvieron fuertes repercusiones en el ámbito de la vida cotidiana, la subjetividad de las masas y el control sobre estas a través de campañas con todo un “nuevo aire”, recordemos por ejemplo el movimiento político hecho por los futuros concertacionista de “La alegría ya viene” a finales de los 80’ en Chile, el cual marco un precedente para los siguientes gobiernos en Chile. Y no es casual.
Frente a una crisis financiera mundial, la historia se reconfigura, pasando de una restauración de lo más avanzado del capitalismo en lo ideológico (Posmodernismo), lo económico y estructural (Neoliberalismo) luego de las derrotas sufridas tanto por el movimiento obrero como el estudiantil en el emblemático mayo del 68’ –un ascenso de como definen algunos “ampliación de expectativas” que termina el año 1981- a un estado de un nuevo periodo de “crisis, guerras y revoluciones” algo que aún no se muestra en su totalidad pero que se viene desarrollando a paso acelerado por la misma crisis en su quinto año. Ejemplos son muchos, podemos pasar de las movilizaciones del 2011 en Chile a los distintos movimientos en donde la juventud ha sido protagonista (#Yosoy132, indignados etc.) Aun –y debemos ser categóricos en esto- estamos lejos de un fin de esta restauración, llego a su límite, pero se mantendrá en el tiempo, como parte de las ganadas que ha podido sostener la clase burguesa durante las últimas décadas. Ante esto, se plantean diferentes tareas para el periodismo.
Para derrotar esos grandes monstruos –externos e internos- necesitamos primero hacer consiente nuestro rol y prestigio que como periodistas tenemos en la sociedad[6] luego, tomar las riendas del asunto en pos de levantar un periodismo critico (en esencia) que no se deje enceguecer por la (trampa) objetividad, debemos dar ese salto en nuestro análisis, pasar de una objetividad fundada por los sacerdotes de lo ortodoxo a un periodismo crítico, serio y al servicio de aquellos que realmente necesitan de la verdad como una vitalidad para con su vida cotidiana, aquellos que están totalmente despojados del derecho fundamental de la –verídica- información, de aquellos que viven esa imagen que la UNESCO fervientemente propone a los periodistas.
“Recuperar el espíritu crítico” decía Camus, la clave para poder dar los primeros pasos en un periodismo que tome la ética no como un “juego moral”, sino, como una herramienta para forjar la coraza que necesita aquel caballero vejado y flaco, llamado periodismo.
¿Está el periodismo preparado ante el sentimiento de época? ¿Qué necesitamos hacer y pensar para recuperar un trabajo crítico del periodismo? Son preguntas aún muy amplias, la misma realidad dictara los ritmos en que el periodismo deberá ponerse el sombrero con su lápiz, los zapatos gastados y salir a las calles, salir a encontrar la esencia de su nacimiento y que hoy se encuentra entre los barrotes de la objetividad, la imparcialidad y esos somníferos que inhiben la subjetividad, la opinión y la posición.
[1]“MORAL Y POLÍTICA”-Albert Camus.
[2] “El blanco Móvil”, Miguel Ángel Bastenier, ex subdirector de El País. 2001
[4] Para leer: “Mordazas de la transición, programa de libertad de expresión 1999-2001”, Instituto de la comunicación e imagen, Universidad de Chile
[6] Sobre la situación del periodismo en Chile: “La libertad de prensa, la propiedad de los medios y el estatus de los periodistas” en “Mordazas de la transición, programa de libertad de expresión 1999-2001” , Instituto de la comunicación e imagen, Universidad de Chile