Balneario_de_Antofagasta-1024x682La identidad de la ciudad no es una identidad homogénea, sino más bien variada, colorida, y entremezclada con la pulcritud de los primeros inmigrantes europeos, chinos y árabes, además de la alegría y espontaneidad de los pueblos latinoamericanos. Todo este complemento y choque de culturas es lo que hoy converge y crea la especial identidad de Antofagasta y sus habitantes.

Como ya lo dijeron los primerísimos habitantes de la zona, los changos, Antofagasti (topónimo que tenían para este lugar) es la “Puerta del sol”, la entrada de la luz, que da los colores y el conocimiento. De esta cultura nos dejaron el eterno devenir, los viajes, los intercambios, y el significado de la ciudad, “La puerta a los colores y el conocimiento”, depende de nosotros mantenerla abierta.

Antofagasta en un principio fue territorio boliviano, pero sin embargo, la mayoría de los habitantes fueron chilenos, y luego cuando el territorio pasó a manos de chilenos y se descubrió el salitre, comenzaron a llegar trabajadores europeos, para trabajar este mineral y algunos árabes que luego de la Segunda Guerra mundial, migraron a Antofagasta. Los cuales eran conocidos por su puntualidad, poco contacto físico, reservados, exagerados con los modales, tomar mucho té, los juegos de mesa, los centros culturales como el teatro, los ideales, la amabilidad, las sobremesas, la buena conversación, la curiosidad, las siestas después de almuerzo, los paseos dominicales, los descansos en las plazas, las masas, el pan, las pastas, los mitos, las leyendas y así…

Aunque cueste creerlo, en un principio, en la fundación de la ciudad, la cultura China, era una de las más discriminadas, estos fueron conocidos por su trabajo duro, por ser muy familiares, caseros y buenos para la comida. Dentro de este grupo en países como Perú llegaron junto a japonéses, quienes fueron los encargados de crear lo que hoy se conoce como Ceviche, pescado crudo con zumo de limón, que en esta ciudad, se convirtió en el desayuno de muchos luego de fiestas como las de año nuevo.

Y finalmente llegamos a la cultura latinoamericana, de los inmigrantes que han estado llegando de un tiempo a esta parte, de ellos heredamos su alegría, los colores, la calidez, los bailes, la cercanía con los demás, la empatía, el amor por las frutas, la deshinibición, la espontáneidad, la música, la impuntualidad, el desorden, las fiestas y las celebraciones.

Entonces, como aquí lo vemos reflejado, lo que se hereda no se quita. Así sería un perfil del Antofagastino en base a estos datos:

Trabajadores, pero buenos para las siestas, alegres, desordenados, pero de poco contacto físico, impuntuales, fiesteros, reservados pero espontáneos, que no perdonan la hora del té, familiares, conversadores, curiosos, idealistas, buenos para los paseos los fines de semana, viajeros, comerciantes (intercambio) y amantes de la comida, en especial del ceviche, las masas y las frutas.