Si no quieren escuchar más ruidos, cómprense tapones para los oídos

Señor Director:

Es entendible que haya gente indignada por los ruidos molestos en la ciudad (y políticos tratando de sacar provecho de ellos para salir en la prensa). Hay gente que se desubica, metiendo bulla excesiva a cualquier hora. Muy bien, ojalá que las autoridades hagan la pega y salgan a fiscalizar con medidores de decibeles en mano.

Pero llegar al extremo de querer silenciar un colegio, muestra que ya se están pasando de la raya con esta consigna del “no más ruido” y volviéndose extremistas.

Me pondré un momento y de manera sarcástica en la lógica de estos talibanes del silencio, que rayan paredes de colegios, se escandalizan y quieren callar cada ruido que molesta a sus tan delicados y ultra sensibles oídos. Partamos entonces por cerrar el aeropuerto, no más rutas aéreas sobre la ciudad, porque bastante bulla meten los aviones con sus turbinas, mucho más ruidosas que un bingo escolar para una niña con cáncer. Y que se vayan los helicópteros de vigilancia de Carabineros y la Armada, con su bulla insoportable dando idas y vueltas todo el día. Es que suenan harto más fuerte que los gritos de los niños haciendo educación física en el patio de su colegio ¿verdad?. Mano dura contra el turismo, cerremos los pubs y locales nocturnos en la costanera, quiten ya esa molesta música rock, esas precaminosas despedidas de soltera con mujeres moviéndose al ritmo del reggaeton y karaokes malos. Vayan todos a rezar un padre nuestro y acostarse temprano, en silencio. Prohibamos también esa tradición ruidosa de los bailes religiosos, con esos bombos que tanto retumban. Que apliquen eutanasia o boten al medio del desierto a esas mascotas ruidosas, porque con sus ladridos no dejan descansar. Sáquenle parte a los niños jugando en las calles, que meten tanta bulla y tiran pelotas en los patios. Que vuelvan los toques de queda o mejor aún, borren del mapa la ciudad completa, porque molesta, suena feo con sus pitos, sus risas, sus bocinazos, sus gatos apareándose en las noches.

¿Saben qué? Mejor no. Señores odiosos y amargados, me gusta que haya una ciudad pujante sonando de día y de noche. Los excesos deben castigarse, pero no pretendan normar a su antojo todas las formas de vida más allá de su metro cuadrado y menos pretender penalizar los juegos y la alegría de los niños. Mejor cómprense tapones para los oídos.

Víctor Parra González

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