Señor Director:

Cuando Bachelet tenía un 15% de aprobación, la derecha chilena pidió su renuncia. Fernando de la Rúa, en Argentina, tras 30 muertos y protestas generalizadas, con un 8% de aprobación, renunció.

En Brasil,  Dilma Rousseff llegó a tener un 8% en 2015, antes de ser destituída. En ese mismo país Fernando Collor de Mello, quien duró dos años en el poder, tenía un 9%.

En Perú, Alberto Fujimori (1990-2000), tuvo un 35% antes de su renuncia y Pedro Pablo Kuczynski, que renunció en marzo de 2018, tuvo un 18%.

Nixon, renunciado Presidente de Estados Unidos,  tenía un 24% de aprobación.

Piñera, con su 6% de aprobación y 82% de rechazo en la CEP, además de marcar “liderazgo” a nivel mundial en desaprobación, es un obstáculo tanto para Chile como para su propio sector político si se requiere avanzar en las demandas que el país exige y necesita sin que la fractura en el país empeore. Su figura no garantiza ni unidad ni estabilidad en Chile.

En abril de este año se realizará un plebiscito donde se consultará respecto a si el país quiere una nueva constitución y si esta se elegirá por Convención Constituyente. Todo ciudadano y político demócrata, preocupado por la paz social en lugar de sus propios intereses y privilegios, debería ser partidario de agregar una tercera pregunta al plebiscito de abril: ¿Deben convocarse nuevas elecciones anticipadas en el país de Presidente y Parlamentarios?

Atentamente,

Víctor Parra González