Hace algunos días atrás, entre esas conversaciones que se tienen con la familia, hablé con mi tío sobre su trabajo, y me contaba que se sentía tranquilo y satisfecho de donde está y de lo que ha logrado. Para saber un poco más, le pregunté qué hizo diferente o bien para llegar ahí.

Me comentó, que desde que estaba en enseñanza media, su objetivo era claro: llegar a un puesto específico dentro de una empresa importante específica, lo tenía todo pensado. Desde que entró a la Universidad hasta que salió, sólo ese era su meta: se privó de muchas cosas extras, y orgullosamente me decía que mientras la personalidad y la actitud hacían lo suyo, el compromiso a su trabajo lo llevó mucho más alto.

A raíz de esto, es que cuestionó mis objetivos y le mencioné lo que tenía en mente. Más tarde, haciendo recuento de todo lo que me dijo, me imagino en la misma posición, con la misma mentalidad de ese joven universitario que fue él y definitivamente no podría.

Admiro la tranquilidad que lleva hoy en día, pero podría haberle preguntado si ha perseguido alguna causa, si ha creído en alguna otra cosa, si tuvo otro sueño o si los sigue teniendo. Probablemente se ha formado con la visión más individual de sí mismo, y no lo culpo, muchos hemos sido así. Quizás peco de ingenua al soñar no sólo en mí, sino en un lugar mejor, con un mundo más justo, con menos maldad, con más gente satisfecha con sus vidas. Lo que me reconforta es saber que no estoy sola, hoy soy testigo de los miles de jóvenes que persiguen distintas causas, que se mueven por lo que más les indigna o les duele. Los veo felices luchando, comprometiéndose junto a más personas. Me incluyo al hablar de compromiso, de voluntad, no por nada sigo en el lugar que más satisfacciones y felicidades me ha dado: el “Techo para Chile”, por eso me gusta transmitir lo que la fundación ha significado para mí. He crecido, he aprendido, me he formado y me he encontrado, no todos los sitios logran marcar así.

Ser voluntaria no es cualquier cosa, no es cualquier tiempo, mentiría si dijera que puedo contar la cantidad de gente que he conocido, porque ha sido muchísima, pero de lo que sí estoy segura es que todos han tenido algo que decir y entregar; eso es lo lindo, que te das cuenta que desde el encuentro con el otro, aunque sea pequeñito puedes aprender algo por más maduro que estés. Podría haber llenado todo este texto con los objetivos que tiene TECHO o que perseguimos como voluntarios, pero no se trataba de eso, sino de reflejar lo bello que es ser voluntario, lo provechoso que puede ser aunque te cueste más por el colegio o la U.
Sé perfectamente que dónde sea que queramos estar dando nuestra voluntad, lo más valioso que obtienes es el aprendizaje y la satisfacción, porque todo lo obtenido va a ser acorde a nuestra convicción de construir una ciudad y un país diferente, un entorno más saludable, lo cual es posible mientras más personas confiemos y actuemos en pro de ello.

A pesar de no pensar igual que mi tío, le diría a su joven universitario que continúe dándolo todo, porque su convicción lo llevará lejos, y sea como sea, él está feliz.