Hablar de emprendimiento es referirse a una actividad que requiere una gran cantidad de esfuerzo y trabajo, lo que tiene una carga mayor cuando se ejerce desde lo femenino y se considera en este ecosistema el rol de las mujeres en la arista laboral, tomando en cuenta que pesa en nuestros hombros una estructura patriarcal concebida durante años.

Actualmente la tasa de desocupación femenina es de 8,2%, cifra mayor al desempleo que se registra a nivel nacional que es de 7,1%, según datos aportados por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), sumado a la brecha salarial entre hombres y mujeres.

En este punto, las mujeres chilenas reciben un 21% menos de sueldo que los hombres y la mayoría de las trabajadoras tienen empleos con menor estabilidad y formalidad. Además, la desigualdad se presenta de manera muy agresiva en los cargos altos.

Sumado a ello, las mujeres tenemos planes de salud más caros sólo por ser mujeres, así como también menores pensiones y el pago de créditos más caros que los hombres.

Pese a que estas cifras pueden ser desalentadoras, el empoderamiento femenino en la arista laboral es un hecho palpable al ver la forma en que la mujer se insertó en el mercado laboral y cómo han actuado las políticas para disminuir la desigualdad de género, marcando un gran avance.

Sin duda la incorporación de las mujeres al trabajo significa un crecimiento económico para la sociedad, por lo que es necesario generar las condiciones para incentivar la búsqueda de empleo y, al mismo tiempo, fomentar la contratación por parte de las empresas.

Este camino puede pavimentarse a través del emprendimiento, siendo una acción que no discrimina por género y donde muchas organizaciones se encuentran apoyando a mujeres que deseen llevar a cabo sus ideas.

En este punto, las empresas que se crearon con o por mujeres crecieron en un 16% y la presencia femenina en el mundo del emprendimiento cada vez se hace notar con mayor intensidad.

El año pasado los emprendimientos con al menos una mujer en su equipo, superaron a los grupos compuestos solo por hombres.

Según datos entregados por el reporte Global Entrepreneurship Monitor (Gem) Mujeres y Actividad Emprendedora en Chile, la presencia femenina aumentó de un 10% a un 48% en 2016-2017 y la tasa de emprendimiento en etapas iniciales pasó desde un 8% a un 22%. Por su parte, el emprendimiento por necesidad aumentó de 2% a un 8%.

Asimismo, una investigación reciente de la ONU sobre principios de empoderamiento femenino, determinó que existe una correlación positiva entre la actividad empresarial y el crecimiento del PIB, debido a que las mujeres a cargo de una empresa o directorio pueden ser más rentables que estos mismos puestos de trabajo ejecutados por hombres, ya que tienden a desarrollar de mejor manera los esquemas de responsabilidad social corporativa.

Estas cifras indudablemente son sorprendentes y nos permiten deducir que el camino de la mujer es muy auspicioso para nosotras en esta área, permitiendo que el sexo femenino sea un complemento perfecto en la industria y que los desafíos se relacionen con la acción a través de un cambio cultural.

Pese a que aún queda mucho por avanzar en políticas de Estado y en el mundo privado para que las mujeres puedan contar con una importante participación en industrias asociadas históricamente a los hombres, debemos usar estos elementos en contra para ser una fuente de inspiración e innovación.

Creer, crear y avanzar, además de trabajar en conjunto para ser agentes públicos de cambio a través de nuestro potencial.

Si bien tomar la decisión de emprender siempre será difícil, luchar por una presencia laboral activa femenina y batallar por la igualdad de género a través del emprendimiento, es una tremenda oportunidad.

Las invito a hacerlo a través de la fortaleza, la fuerza y fe. Nunca es tarde para creer en nuestros sueños y tener la convicción en nuestro súper poder de emprender.