La labor de la Teletón se hace necesaria en un país donde el acceso a tratamientos y rehabilitación no están plenamente garantizados por los gobiernos de turno. Aclaro que dono todos los años, pero no por eso deja de resultarme denigrante todo el show y la parafernalia, además del trasfondo económico e ideológico que hay detrás del evento y que hoy la mayoría de los chilenos está notando. 

Lavado de imagen de empresas, lucro disfrazado de caridad y lo peor, reafirmar el principio instaurado en la Constitución del 80 donde el Estado se lava las manos dejando la discapacidad y los problemas de salud en manos del mercado y desde esa perspectiva, si sufres una discapacidad el sistema te dice “qué lástima, arréglatelas solo, compra tu tratamiento, si no puedes pagar saca hora para seis meses más, haz un bingo o forma parte de un show mediático pidiendo caridad por televisión”. Menos aún en la situación que estamos viviendo.

El acceso a tratamientos de rehabilitación debiera ser asumido por el Estado y estar consagrado en la Constitución, formar parte del presupuesto anual con cargo a los impuestos que pagamos todos los chilenos. No se puede depender solo de la voluntad de aquellos que se dignen a dar una donación ya sea por caridad o por adquirir un título de generoso para lucir en televisión, lo que resulta doblemente degradante para las personas con discapacidad. Para qué hablar respecto a las exiguas pensiones de discapacidad en Chile y lo dificultoso que resulta obtenerlas producto de las trabas del sistema de AFP y compañías de seguros, tema que da para una columna aparte.

Por otro lado, sin dejar de valorar la inspiradora labor de los profesionales de la Teletón, es bueno destacar que atiende solamente a niños y no a todas las personas que sufren una discapacidad, por lo que quedan brechas pendientes y solo con donar a la Teletón no se resuelven las tareas pendientes en inclusión y discapacidad. No todos saben que la fundación Teletón no entrega ayuda a personas adultas, algo que me pude comprobar de primera fuente con un familiar, cuando nos negaron cualquier apoyo, tratamiento y básicamente nos enviaron al consultorio. 

Afortunadamente existen otras instituciones como la OID en Antofagasta cuya labor muchas veces pasa desapercibida porque no tiene programa de televisión, a Don Francisco, ni comerciales de grandes marcas, pero entrega un apoyo invaluable a las personas adultas con discapacidad y merecen también todo nuestro reconocimiento.

Apoyar a quienes nos dan lecciones de superación a diario brindándoles como un Derecho la salud digna y de calidad, acceso a tratamientos y rehabilitación, no debe ser un acto de caridad, sino un deber de Estado y responsabilidad que debemos asumir con amor y generosidad.