Por Stjepan Ostoic Papic
Kaori Flores Yonekura reconoce, con sorpresa, que nunca había inaugurado un festival de cine. Egresada de la Escuela de Cine y Televisión San Antonio de los Baños de Cuba, esta joven venezolana de ascendencia japonesa dejó su huella en el 8°Festival Internacional de Cine del Norte de Chile FICNOR, gracias a su documental “Nikkei”, que mediante la búsqueda del pasado pone en el tapete un tema absolutamente contingente y cercano: la inmigración.
¿Cómo fue el proceso creativo de Nikkei?
Había cosas en mi historia familiar que eran desconocidas, y que mis parientes se negaban a contar. En un principio, “Nikkei” tuvo un sentido personal, de buscar esa memoria perdida. Empecé escribiendo un cuento que tenía sólo una página, y me di cuenta que estaba llena de vacíos.
Comencé entonces a investigar y el cuento adquirió más profundidad. En un momento me percaté que mi texto tenía ya 20 páginas… lo suficiente para hacer una película.
¿Qué significa para ti el cine?
El cine es una forma de sanación. A través de él puedes expiar el dolor, la culpa, la rabia… y encontrar tu propia identidad.
¿Cómo así?
Antes de “Nikkei”, me sentía casi una japonesa en una cultura ajena, porque crecí en una estructura vertical, muy oriental. Sin embargo, al llegar a Japón y darme cuenta que allá sí era una extranjera, reconocí mi apego a Latinoamérica. Recién allá me percaté que soy latinoamericana.
Heredera de dos mundos diametralmente opuestos, Kaori se transforma lentamente en una promesa de la cinematografía documental. Pero “Nikkei” no es su único trabajo. Ha formado parte de dos series de televisión “Injerencia, la Invasión Silenciosa” y “Somos”; y realizó un cortometraje documental sobre la manipulación mediática en la guerra de Irak, llamado “Matrices- Irak”. Todos proyectos que denotan una visión crítica hacia la sociedad actual.
¿Cómo terminaste por dedicarte al género documental?
Hubo en Venezuela un Golpe de Estado mediático y los documentalistas salimos a grabar lo que pasaba. Desde ese entonces, creo yo, la gente se dio cuenta de la importancia del documental, y comenzamos a tener espacio en la televisión pública. Es un género muy hermoso. Uno refleja su cosmovisión. Creo que lo más importante es eso: que uno se conoce más y mejor a través del documental.
¿Y qué te parece la experiencia de FICNOR 2012?
Creo que el festival es una zona de crecimiento importante. Por lo que vi, en Antofagasta no hay manifestaciones plásticas fuertes, y hay que demostrar que el cine permite mostrar realidades existentes en la Región.
Ahora, desde mi experiencia, no esperaba llegar aquí. Cuando en Venezuela se supo que venía a un festival chileno, se publicó en varios medios casi inmediatamente. En Venezuela hay hoy un apoyo muy fuerte a la difusión pero creo que nunca habíamos inaugurado un festival.
Finalmente, ¿Qué proyectos tienes a futuro?
Seguiré hablando de la inmigración, de culturas indígenas, de política, de catolicismo, de Derechos Humanos; aunque no sé dónde irá a parar toda esta investigación. Sí estamos preparando un docu-ficción sobre la representación de la culpa a través de las diabladas. Pero uno empieza en Venezuela y terminas en otros lugares del mundo. Todo se conecta.
Kaori Flores tiene mucho que decir. Aunque está recién consolidando una carrera audiovisual, se evidencia en ella una propuesta de autora, una deseo de trabajar un mensaje potente que no integra sólo a su país, sino a muchos otros lugares de Latinoamérica y por qué no, de todo el mundo.