Al mundo, en este rato, no se le quita el sueño si Chile produce más o menos cobre. Tampoco las factorías que necesitan del metal rojo para sus procesos, adolecen de éste para atiborrar el mercado de componentes electrónicos y/o productos con alta conductividad, maleabilidad, meramente estéticos y de adorno, incluso con propiedades anti-bactericidas, entonces si este no es el caso, cabe preguntarse: ¿Por qué en Chile siguen entrando en operaciones nuevas empresas del rubro de la exploración y explotación de dicho metal ?
Así es: ¿Por qué?, ¿Quién lo propicia?, ¿Cómo se regulan tales concesiones ?
En la disyuntiva si estas empresas fueran chilenas, estatales o extranjeras, sería sólo una discusión bizantina y fútil, puesto que, por anga o por manga a los ciudadanos originarios de donde la tierra pare esta riqueza ancestral, jamás les llega el progreso, el desarrollo, ni se le mejora su calidad de vida, tampoco se aprecia y palpa que medren los pilares fundamentales que elevan el espíritu del país, cómo la educación y la salud. Este precario estado de desarrollo se hace extensivo a muchas localidades de nuestro país; no todas por cierto, puesto que salta a la vista que hay otras, por no decir otra, que sí le ha llegado un sostenible desarrollo, aunque sea pueril y vano, para satisfacer las fauces de una casta consumista y superflua, copia venida en menos de recientes sociedades occidentales progresistas que tuvieron corta vida y hoy se derrumban en sus podridos cimientos.
Una vez más queda la duda de la inconsistencia y piso moral de quienes nos gobiernan a su amaño y antojo. Asistimos a un “Raspado de Olla” de la explotación del cobre, no para elevar la calidad del país, ni tampoco para abastecer los mercados mundiales del cobre; sino más bien para saciar la avidez de poder y codicia de los bolsillos de quienes están tras las sombras, de quienes tienen el poder de manipular gobiernos y reducirlos a su mínima expresión de soberanía, llegando al punto de convertirlos en meros saltimbanquis de pan y circo, o sumisos y serviles empleaduchos de cuarta categoría, que satisfacen su ego vendiendo su alma al diablo e hipotecando la patria.