No es sobre abusos, encubrimientos o falta de transparencia que hoy la Iglesia chilena hace noticia. Es, luego del “día del trabajador”, a punta de compasión y humanidad que nos muestra la cara que estábamos esperando.
Y es que las palabras del Padre Ibar Astudillo, representante del arzobispo, monseñor Pablo Lizama, resuenan fuerte. Para él, y luego de hablar con los trabajadores contratistas de Minera Escondida, dependientes de Compass Catering, la Catedral no está tomada, sino que es un refugio para que puedan hacer escuchar sus demandas legítimas, luego de que su huelga se volviera “ilegal”.
Pero el Arzobispado los considera como huéspedes, y además apoyará la demanda contra prácticas antisindicales que los trabajadores presentarán próximamente contra la justicia, hasta que el tribunal del Trabajo se pronuncie.
Esta es la Iglesia por la que miles de jóvenes dejamos la piel diariamente, a través de nuestra participación en numerosas organizaciones comunitarias, fundaciones e instituciones que hacen suyos los valores de la juventud, que -como muchos desinteresados- no temen tender la mano y hasta ponerla al fuego por quien está en desgracia. Un gesto que nace desde Antofagasta para todo Chile, digno de imitar.