“A pesar de lo desolada que parece la realidad actual, no cabe duda que muchos están olvidando que en las calles deambulan no sólo protestas, estudiantes, políticos, dirigentes, partidos, lideres, y demás, sino que empieza a surgir con fuerza otro grupo que ha ido optando para sí, el compromiso de estar informado respecto de lo que sucede en el marco nacional como internacional, más allá de los medios tradicionales, creando nuevos canales de participación”
Hay temas de la agenda nacional (educación, medio ambiente, derechos humanos, entre otros) que sin duda, tienen un atractivo inmensurable para los diversos agentes sociales, sean empresas, partidos, organizaciones estudiantiles, etc. Todos los cuales al momento de opinar, divagar o sentenciar, no dudan en mostrar, a través de sus representantes, el diagnóstico que a su juicio merecen los problemas nacionales, situación que por cierto es absolutamente válida en un Estado Democrático.
Sin embargo, quisiera despuntar dentro de este contexto de “activismo”, una realidad que ha ido asumiendo mayor forma y contenido, me refiero a la denominada participación ciudadana que lucha por renacer del pantano en que actualmente se encuentra, por estar confundida con otros términos , como “movimientos”, “opiniones de la mayoría” y “decisión de las masas”, nociones que difieren en absoluto.
En efecto, todos los aconteceres nacionales en algún momento se ven impregnados por un atisbo del viejo y olvidado compromiso social, que como seres pertenecientes a un mismo territorio debemos tener y que conforma un aspecto de la noción de ciudadano, es decir, persona que forma parte de una sociedad, y que por su condición dentro de la misma, se le proporcionan un conjunto de derechos y correlativamente ciertas obligaciones.
Desde la antigua Grecia la palabra ciudadano se enlazaba a un estatus determinado, asimilado a un conjunto de prerrogativas y obligaciones respecto a los temas que afectaban la vida política , a tal punto, que la distinción entre esfera pública y privada no existía; con el surgimiento de la noción moderna de Estado y las posteriores revoluciones que reivindicaron la igualdad y libertad de los hombres, se comenzó a formar un contexto más amplio de participación.
Así el rol de las agrupaciones adquirió una extensa prolongación a tal punto de considerar ser titular de la voz y pensamiento de un espectro amplio de habitantes, sin importar abrogarse la titularidad de la verdad al momento de diagnosticar los problemas que presentaban los avatares de la historia.
Hoy, en pleno año 2011, la realidad nacional nos muestra un escenario totalmente heterogéneo, ya no son los partidos políticos quienes cumplen ese rol de canalizar inquietudes y premisas individuales, la palabra “ideología” es fuertemente criticada y utilizada de forma errónea en relación a su acepción lingüística al momento de elaborar un discurso, la alineación como consecuencia de los fenómenos de masas vuelve a recobrar el centro de atención en ciertos sectores culturales, la representatividad y legitimidad forman una dualidad tensa e incluso la retórica ha ido perdiendo su fuente y contenido original.
Los distintivos que dan indicio del contexto precedentemente señalado, son entre otros las redes sociales como Facebook, Twitter, blog y otros más, en donde se puede concluir que en el fondo de el ciberespacio existe el ciudadano chileno que busca los sitios necesarios para expresar su opinión, con separación a distinciones de partido, sean izquierda o derecha, sin importar el color de camiseta o la vereda en que se encuentren frente la contingencia nacional y los actores que la conforman y cuyo discurso televisivo parece no convencer.
En suma, y a pesar de lo desolado que parece la realidad actual, no cabe duda que muchos están olvidando que en las calles deambulan no sólo protestas, estudiantes, políticos, dirigentes, partidos, lideres, y demás, sino que empieza a surgir con fuerza otro grupo que ha ido optando para sí, el compromiso de estar informado respecto de lo que sucede en el marco nacional como internacional, más allá de los medios tradicionales, creando nuevos canales de participación y revindicando los verdaderos, tales como plazas, bibliotecas y cafés, asumiendo compromisos que no se muestran en la televisión o que simplemente escapan a las estadísticas y análisis.
De este modo, un argumento tradicional como el siguiente: “el chileno que vuelve a su casa agotado del trabajo no tiene el tiempo suficiente para informarse y opinar”, es una absoluta falacia, a lo mejor por mantener todavía esa convicción es que los medios de comunicación tradicional están quedando desfasados con su programación cotidiana, símil se puede hacer respecto de los partidos políticos. El rol del ciudadano actualmente es impactante y conmovedor, al remecer los cimientos de obras cuya existencia parecían incuestionables y cautelar un futuro más fructífero a las generaciones venideras.
Entonces la pregunta que queda es la siguiente ¿ Qué van hacer los “grandes” agentes sociales, con este nuevo ciudadano, que asume la lectura para sí mismo, la participación social como un deber, la reflexión como estandarte, la alteridad como impulso? y por último que ha tomado conciencia de que una persona individual desde los albores de su hogar es capaz de cuestionar e exigir un nuevo aire nacional, por comprender y asimilar lo necesario y productivo que es su opinión a la hora de revitalizar un Chile impregnado de acuerdos, imagen, lobby, y acciones políticamente correctas.