La majestuosa Cordillera de la Costa que recorre de norte a sur nuestro Chile, ha llevado en ella durante décadas un emblemático símbolo propio de la ciudad de Antofagasta.
Esta cadena de montañas aprisiona a la Perla del Norte contra el mar y exactamente en la cumbre a 270 metros sobre el nivel del mar, punto mágico en donde se puede visualizar la Bahía Jorge, se encuentra El Ancla invertida que caracteriza a la capital de la segunda región.
Al fundarse la ciudad, quedó estipulado en el acta de La Chimba que se pintaría un símbolo en la parte más elevada de la cordillera, y fue en 1868 cuando Jorge Hicks, administrador de la Compañía de Salitres, ordenó a un minero de apellido Clavería pintar un ancla de 18 metros de alto, para guiar a los barcos a vapor que cargaban los materiales a utilizar en la construcción de la Compañía Melbourne Clark y también como señal de referencia para las embarcaciones que navegaban desde la Bahía Jorge con destino hacia Antofagasta.
Cuando miramos este monumento público, siempre existe la interrogante de ¿Porqué está invertida? La respuesta es simple y aunque nos encantaría decir que es por poesía, filosofía o simplemente por algo significativo a la ciudad costera en que se encuentra, debemos saber que la verdadera razón de que esta áncora está al revés, es solo porque Clavería, jamás en su vida había conocido un ancla real, entonces en su inocencia, la dibujó invertida.
Como este emblema solo estaba pintada con cal, en 1956 Carabineros del Grupo de Instrucción con colaboración del personal de las comisarías de La Perla recaudaron los recursos necesarios para comprar los materiales que necesitaban y construyeron una versión del ferro en cemento.
Desde 1936 hasta la actualidad, en Antofagasta se realizan las corridas o ascensos al cerro El Ancla, con el pasar de los años se ha ido innovando con categorías nuevas, en donde se incluyeron a mujeres, jóvenes y niños.
Esta fue mantenida por Hicks con ayuda de la Municipalidad hasta el año 1907, fecha en que estuvo a punto de desaparecer por la acción destructora del tiempo, sin embargo, en la década del 40, el municipio retomó la tarea de mantenerla y de hacerla blanquear periódicamente, trabajos que se efectúan hasta el día de hoy.