Algunos me han llamado ingenua por promover la participación en el Proceso Constituyente. Lógicamente, esos algunos, son quienes menos me conocen.
Yo participo de este Proceso porque tengo derecho a recibir lo que me prometieron. La Nueva Constitución es una de las promesas contenida en el Programa de Gobierno que utilizaron tanto la Presidenta como los legisladores para sus campañas y lograr la adherencia de votos que les permitieron la elección (… aunque fuera por arrastre gracias al sistema binominal…).
Porque por primera vez podré opinar y no simplemente votar en mi calidad de ciudadana; en efecto, la metodología de los encuentros promueve la reflexión colectiva (ejercicio escasamente practicado), dialogar y proponer en igualdad de condiciones.
Porque cada vez que han existido tomas de establecimientos por estudiantes, paros o huelgas de trabajadores o manifestaciones de mujeres, son en contra de la forma en que se regulan nuestros derechos por la legislación nacida bajo el alero de la actual Constitución.
Porque si todos los ciudadanos que no pertenecemos a las elites política y empresarial participamos, consciente y responsablemente, estaremos manifestándonos… Porque las actas de los encuentros y cabildos serán nuestro Manifiesto.
Porque participar es un acto de pertenencia. Yo pertenezco a este país y su destino, su devenir, me pertenecen. Porque al pertenecer a este país, me identifico con su cultura, su paisaje y su gente, pero también con sus problemas, sus dolores, sus discriminaciones, sus desigualdades, sus temores, sus pobrezas y todos los “sus…
Porque he dado el salto valiente de salir de mi esfera individual y proyectarme a lo colectivo, he abandonado la comodidad que me brinda mi ámbito privado para enfrentarme a la ley de la selva que reina en lo público y social.
Porque el modelo nuestro, protegido por la actual Constitución, promueve el individualismo, la indiferencia y la ignorancia y ese modelo se transforma enfrentándolo, no desde las redes sociales con “memes” o con quejas o llamando al desorden o cuestionando a quienes queremos participar o poniendo frases de pensadores que no conocen y nunca conocerán lo que nosotros experimentamos día a día como país… porque ellos -si vivieran- serían parte de las élites y Chile seguiría siendo para ellos el país del rincón.
Y ese salto valiente que estoy dando, no es heroico. ¡No! Es un acto profundamente humano. Es el resultado de mi vergüenza de heredar lo que tenemos, de mi miedo a que el modelo nos consuma y de mi necesidad de ustedes, de los otros, de aquellos, de éstos… y es que dentro de nuestra diversidad y de todos nuestros “sus…” ¡tenemos tanto en común!
Y si tenemos tanto en común, ¿por qué me llaman ingenua? No será más ingenuo criticar e inmovilizarse y servir al mantenimiento del statu quo?
Reunámonos, dialoguemos, creamos alguna vez en nuestro par. Si algo de este proceso no es transparente, seré la primera en decirlo; pero si algo de este proceso da buenos frutos, será la primera en festejarlo.
Quedarse en el silencio y en la inmovilidad te posterga de ser protagonista de los cambios, porque los resultados de este proceso no están escritos, se están escribiendo y deseo que la tinta que escriba esta historia sea indeleble y se agote escribiendo los nombres de los muchos ciudadanos que opinaron, entre los cuales espero leer el nombre de quien lee esta columna.