Durante las últimas semanas hemos visto como en los diferentes grupos y páginas de redes sociales, varias familias optan por vender o trocar los productos de las cajas del programa “Alimentos para Chile”.

Una acción que ha sido criticada y censurada desde la comodidad de los altos cargos gubernamentales que ostentan algunos políticos, quienes no comprenden las razones que llevan a miles de chilenos a ser parte de un mercado de la venta o trueque de alimentos o productos de limpieza.

Habrá que hacerlos de salir un poco de la burbuja contándoles un pedacito del Chile real, del que parecen tener una total desconexión.

Las familias venden el contenido de las cajas, porque necesitan dinero. Y lo necesitan de manera urgente, hoy. No en tres semanas o tres meses más. Necesitan pagar cuentas, medicamentos, arriendos. El mecanismo de las cajas de alimentos es una política poco flexible y tardía, que más parece buscar que algunos políticos se luzcan mediante fotografías en redes sociales, que aliviar realmente la necesidad de las familias. Lo que se requería desde un primer momento eran transferencias de recursos directas a las familias, hace ya varios meses, para asegurar el confinamiento. No se hizo y vemos las graves consecuencias.

Hoy en día Chile ocupa los primeros lugares a nivel mundial del mal manejo de la pandemia. Un mal manejo que no se restringe a lo sanitario, donde la tragedia sería aún peor si no fuera por el esfuerzo del personal de salud, sino que se extiende a las políticas económicas y sociales, o más bien, la ausencia de ellas, que impidieron a gran parte de la población mantenerse en sus casas.

Un reportaje que emocionó hasta las lágrimas a la periodista Mónica Rincón, grafica muy bien esta realidad tan palpable y obvia para la mayoría de los chilenos, pero que parece ser todavía un misterio en las planillas de economistas y tecnócratas.

Allí se contaba la historia de Constanza, una joven madre que debe elegir entre la comida o la salud de su hijo, quien sufre de un tumor endocrino cuyos exámenes alcanzan un costo de hasta los 200 mil pesos, lo cual no puede pagar. Por eso debe vender parte de los “alimentos para Chile”. No es avaricia ni lucro, al contrario, se trata de amor de madre y supervivencia.

Es en esas historias que se viven a diario en todos los rincones, donde se resume de forma muy simple el fracaso del modelo de Chile en los últimos 40 años. El país que exhibe buenas cifras macroeconómicas, no logró satisfacer las necesidades más elementales de su población.

Y la razón de este fracaso la han reconocido muy bien diferentes medios internacionales. Los gobernantes no viven la realidad de los gobernados. Viven en barrios distantes y protegidos, no van a sus mismas escuelas, no se atienden en los mismos hospitales ni ocupan el transporte público. Por eso sus políticas fracasan una tras otra, al ser inaplicables cuando chocan con una realidad que desconocen.

Fueron décadas de ausencia del Estado donde correspondía, lo que terminó agotando la paciencia de una sociedad ordenada, que desde el 18 de octubre del 2019 optó por estallar, unirse y asumir la necesidad de recuperar la dignidad y justicia que una elite económica y política les ha negado por décadas. Mejores pensiones, mejor salud, educación, acceso a comida y medicamentos, equidad de género, medio ambiente, soberanía en los recursos naturales, derechos humanos, una Constitución democrática.