Por la alegría, la vivienda digna y que la ciudad de Antofagasta sea más justa

Este domingo 18 de noviembre, más de mil personas de diferentes proveniencias, colores y edades nos convocamos para marchar por segunda vez por la vivienda digna y la ciudad justa, y aquí los adjetivos son importantes: no marchamos por cualquier vivienda, sino por una para vivir dignamente, construida de forma adecuada, sin hacinamiento, bien ubicada, con equipamiento comunitario que permita el desarrollo de nuestras familias y que, sea en propiedad o en arriendo, nos garantice seguridad en la tenencia y no nos genere deuda.

No marchamos por cualquier ciudad: marchamos por una ciudad que integre realmente a sus habitantes, sin que eso signifique aumentar el negocio de las grandes constructoras e inmobiliarias, en que podamos participar de manera vinculante en las decisiones urbanas que nos afectan, en donde las distancias no nos arrebaten tiempo para nuestras familias o el ocio, donde el racismo y la discriminación den paso a la aceptación y el respeto, una ciudad sin contaminación industrial que mata y enferma; en definitiva, una ciudad para vivir bien.

En definitiva, marchamos por la alegría.

Esa alegría se vio reflejada ayer domingo con el millar de familias y personas tomándose la calle no sólo para realizar demandas al Estado y al gobierno, sino para probar la sensación de dejar un momento de ser un transeúnte anónimo más, de vivir el espacio público con otras y otros, tomarse la calzada, gritar, cantar y reir juntos, más allá de las normas cotidianas que alienan nuestro tránsito por la ciudad. La alegría es vivir lo urbano con la confianza de sonreir al otro, al diferente, al desconocido…reconocerse en ese otro que también clama por un espacio de libertad genuina en la ciudad neoliberal, esa que a través de la deuda, las redes virtuales, los likes, influencers y la televisión ofrece una noción de libertad distorsionada y alienante.

En definitiva, marchamos por la libertad real, la libertad colectiva

Ciertamente son muchos los desafíos que se avizoran en el horizonte -cambio del modelo de producción, modificaciones en la legislación laboral y los sistemas de seguridad social, reconocimiento constitucional del derecho a la vivienda digna, reforma urbana, regulación del mercado de suelo y reconocimiento de su valor y propiedad social, detener los desalojos y superar el déficit habitacional (el segundo mayor déficit comunal a nivel nacional, después de la comuna de Santiago), etc.-, y sabemos que el camino es largo y sinuoso; sin embargo, y más allá de los llamados al gobierno, las tareas de organización, las futuras movilizaciones y demandas, o la vuelta a la cotidianidad de la vida, en este momento es bueno detenernos en la sensación provocada por la alegría de marchar juntos/as, de tomarnos las calles y creer que la ciudad es nuestra y no de quienes lucran con ella; de ver a nuestras parejas, hijas e hijos bailando a plena luz del día al son de las comparsas sin la vergüenza cotidiana a la que nos obliga el sistema urbano actual.

Quedémonos con las risas, con el colectivo haciendo uso del espacio público, quedémonos con las banderas, los abrazos y los cantos. Quedemonos con el anhelo de que ese hiato en la vida urbana del día a día se convierta cada vez más en habitual, esa es nuestra lucha. Quedémonos, en definitiva, con la alegría.


Pablo Rojas Varas
ONG Fractal
Mesa Social por la Vivienda Digna y la Ciudad Justa