El espectáculo que da la política actual es lamentable. Con mucho desagrado nos hemos enterado de diversas situaciones que acentúan la desconfianza e invitan a no querer participar más en procesos políticos. Aquellos que debían servir, vinieron y se sirvieron del poder. Los que tenían que defendernos, sumisos se entregaron a los poderosos y nos dejaron en la indefensión. Los que debían enaltecer la vida cívica terminaron denigrándola y alejando a las buenas personas de ella.
La gente ha manifestado su disconformidad, se ha organizado y levantado para manifestar su molestia y defenderse ante los maltratos. La gente ha tenido que asumir el rol que le competía a las autoridades. Un nuevo chile se levanta y comienza a presionar por una real legitimidad social.
Sin embargo, la clase política no parece aprender. No desea aprender. Porque aprender implica abandonar el poder y eso no lo piensan hacer. Actualmente la clase política sigue endosándonos a sus candidatos. Presentan nombres y los basan simplemente en niveles de popularidad. Levantan caudillos que no se acompañan de proyectos ni de ideas, lo que importa es el rostro y se dice a si mismo independiente mejor. Pues así representa a los molestos con la vieja política. Sin embargo el independiente es incapaz de un proyecto colectivo, pues es independiente de todo incluso de quienes votan por él.
Como dice la canción “en tiempos donde nadie escucha a nadie, en tiempos egoístas y mezquinos”, lo que menos necesitamos es continuar con esa mirada individualista, debemos dejar de lado la dinámica del mercado en donde todos compiten contra todos y cada uno salva su propio pellejo.
No necesitamos rostros, ni caudillos, necesitamos sueños, proyectos, ideas por las cuales valga la pena levantarse cada día. Necesitamos. Necesitamos que de una vez nos decidamos a dejar de mirar el ombligo y pensar en nuestra necesidad egoísta y nos demos cuenta que hay muchos más a nuestro lado que si comparten nuestros ideales, que también trabajan cada día y que también esperan ganarse las cosas en forma legítima.
Se hace necesario pensar en un proyecto colectivo que nos permita mirar a nuestra ciudad a largo plazo y el donde el énfasis se haga no en quien lo concreta, sino en todos los que están dispuestos a comprometerse con otros para conseguirlo. Así mientras la vieja política discute por cuoteos y nominaciones, los ciudadanos nos organizamos y confluimos en un proyecto común de ciudad, en donde cada uno se sienta parte y cada uno trabaje por mejorarnos en conjunto. Es posible darle una vuelta de tuerca a la vieja política, es posible superar la desconfianza, de verdad sí se puede hacer mejor las cosas, lo que se requiere es algo más complejo: pensar y actuar en plural.