Es en los últimos días cuando se hace más necesario que nunca destacar el rol que los periodistas regionales de los distintos medios escritos, radiales y televisivos han desarrollado durante este periodo de movilizaciones, estado de emergencia y toques de queda, arriesgando su propia integridad para estar en la calle informando a la comunidad sobre lo que pasa.

No es fácil y no cualquiera lo hace. Equipos de prensa de distintos medios regionales, incluyendo este, han sufrido el actuar represivo de la policía, respirando gases lacrimógenos e incluso siendo detenidos y obligados a desnudarse, como sucedió a dos periodistas del diario La Estrella de Arica, pero también están las muestras de desconfianza e incluso duras palabras de algunos manifestantes en contra de periodistas, como también las amenazas de quienes perpetran actos delictivos, en contra de quienes no hacen otra cosa sino estar desplegados en terreno trabajando, cubriendo los aspectos positivos y negativos del estallido social.

Lamentablemente, los periodistas terminaron como el jamón del sandwich y son también blanco del descontento social, ya sea con razones fundadas o simple desconocimiento en el grueso de la población sobre la función informativa, que implica constituirse en un observador imparcial de los acontecimientos. Es una crítica que no podemos eludir y debemos asumir y analizar para mejorar nuestra labor y recomponer la relación entre la prensa y la comunidad, porque los periodistas son y han de ser uno con el pueblo y sus justas demandas.

Pero también es necesario decir con fuerza que resulta muy cómodo sentarse a disparar al mensajero cuando el mensaje no es del gusto del receptor. Y pasa mucho. Las imágenes, crónicas y la propia realidad dan cuenta del esfuerzo y dedicación de los periodistas locales, dando cabida en sus pautas, al menos aquí en la región, a las multitudinarias movilizaciones y muestras de descontento que expresan una voz generalizada y transversal, como también a los desórdenes y actos vandálicos.

Se trata de los mismos que dejan los pies en la calle trabajando a diario en diferentes canales regionales, radios, medios escritos en formato papel o digitales de las diferentes comunas de la región y también en distintas instituciones públicas y privadas, quienes con un profesionalismo a toda prueba, han estado en terreno no solo en las circunstancias actuales, sino también en situaciones tan graves como los sismos, inundaciones, incendios, emergencias e inclemencias, ensuciándose los zapatos y colocándose en riesgo para poder llevar calma e información oportuna a la comunidad.

Son las mismas mujeres y hombres de la prensa que aquí mismo en Antofagasta terminan, injustamente, cargando con un estigma y “pagan el pato” por el descontento generalizado frente al contenido emitido por algunos canales de Santiago, fundamentalmente matinales, realitys y programas de espectáculo, que han priorizado en sus pautas la violencia y los desmanes en lugar de las profundas demandas de un país cansado de abusos que se arrastran desde hace décadas. Una disociación entre lo que se emite y la realidad, que no debe achacarse a los periodistas, sino por el contrario, a la falta de más periodistas en los medios.

Lo hemos dicho antes y debe reiterarse. Los medios de comunicación necesitan más Periodistas en cargos directivos, a cargo de la redacción, edición y publicación de las noticias, más científicos publicando columnas, más educadores formando opinión y menos charlatanes, menos videntes, menos lectores de horóscopo, menos candidatos buscando votos y menos operadores políticos con conflictos de intereses desinformando a la comunidad.

Vaya entonces este pequeño homenaje a quienes ejercen “el mejor oficio del mundo”, las y los periodistas y comunicadores de nuestra región, que han estado, están y estarán cuando las circunstancias así lo exijan, con más aciertos que errores, sin esperar mayor reconocimiento que encender antorchas que iluminan la oscuridad, aportando los datos claves e información verificada que permitan a las mujeres y hombres realizar sus juicios y acercarse a la verdad.

El Periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso.  Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.” Gabriel García Márquez.